Ya sea que una guerra se gane o se pierda, ésta siempre implica enormes costos humanos, políticos, y económicos, así como profundos efectos en las estructuras de poder, manteniendo o derrotando la jerarquía prevaleciente. Esto es tan cierto que héroes nacionales como Winston Churchill y Charles de Gaulle fueron rápidamente sustuidos en sus cargos después de la segunda guerra mundial, aun cuando se sabe que ambos hicieron sus consecuentes regresos.
El patrón no es nuevo, y tampoco en Estados Unidos y ello en gran medida explica los resultados de las elecciones congresionales con el triunfo del Partido Demócrata, pasando a tomar el control de ambas cámaras, lo que significó un rudo golpe político para el presidente George W. Bush, ocasionado en gran medida por la ausencia de logros palpables en su campaña militar en Irak.
Aquellos interesados en hacer caer sobre alguien la culpa por no haberse producido una rápida solución del conflicto de Irak, se inclinaron en endilgar tal responsabilidad en este proceso electoral a los republicanos y, como es natural, en términos personales recayó en la autoridad nacional, representada por Bush que simboliza la estela republicana.
Anteriormente ocurrió el mismo fenómeno con la guerra de Vietnam, que hizo saltar a los demócratas de la Casa Blanca, con Lyndon B. Johnson a la cabeza.
Entre ambos conflictos hay una situación curiosa y es que a pesar de que la guerra de Vietnam fue más costosa en pérdidas de vidas humanas para EEUU que en Irak, el índice de popularidad de Bush es más bajo aún que el de Johnson.
A los tres años de haber comenzado la participación masiva de Estados Unidos en Vietnam, 28,500 soldados estadounidenses habían perecido, millones de familias estaban nerviosas debido al servicio militar obligatorio y las protestas antibélicas se habían extendido a decenas de universidades.
Hoy, en la misma etapa en la guerra de Irak, unos 2,400 soldados estadounidenses han muerto, las fuerzas armadas de Estados Unidos se componen enteramente de voluntarios y la disensión pública es esporádica.
Hay una diferencia más: la guerra en Irak es más impopular de lo que el conflicto de Vietnam lo fue a estas alturas, según las encuestas.
Más estadounidenses –57 por ciento– opinan que el haber enviado tropas a Irak fue un error que el 48 por ciento que llamó a Vietnam un error, según varias encuestas llevadas a cabo por la Gallup Organization, de Princeton, estado de Nueva Jersey.
Esto se debe, según algunas opiniones, a que más personas creían que Vietnam era esencial para la seguridad de Estados Unidos.
¿Por qué el índice de popularidad de Bush es más bajo de lo que fue el de Johnson durante el conflicto de Vietnam, una guerra tanto más sangrienta en cuanto a bajas estadounidenses? Entre las razones: las fallas en materia de inteligencia previas a la invasión de Irak en el 2003, fallas que la prensa ha difundido extensamente; el hecho de que Bush comenzó la guerra, y la sombra de Vietnam, podría decir algunos historiadores.
Desde enero hasta julio de 1968 los índices mensuales de aprobación de Johnson fueron de 40 por ciento o más, con una excepción, según los datos de las encuestas de Gallup; la aprobación de Bush ha estado trabada por debajo de 40 por ciento desde febrero de este año, según varias encuestas nacionales.
Su calificación bajó a 31 por ciento en una encuesta Gallup, hecha los días 5-7 de mayo pasado patrocinada por el periódico Usa Today.
Contra un gobierno desafiante y con aspiraciones expansionistas como el de Saddam Hussein, que le daba protección a la red terrorista de Al Qaida, Bush actuó como lo hubiese hecho el Presidente -sea éste demócrata o republicano- y que en ese momento y circunstancia ocupara la Casa Blanca.
Tenemos de estar conscientes en un punto que es muy realista y que no admite discusión, y es que la guerra es un instrumento de la política y la búsqueda de la seguridad no nos deja espacio para dudar que en este proceso se encuentran presentes factores psicológicos de gran importancia como el del instinto de la vida, como el de la muerte, en que los líderes pueden verse atrapados por motivos de defensa, prevención, venganza, glorificación, celos o dominación.
El atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York y el ataque al Pentágono en Washington, el 11 de septiembre de 2001, cambió el mundo
y fue un trágico zarpazo de la nebulosa que mueve los hilos de tantos grupos criminales y que hemos dado en denominar como Al Qaida.
Los terroristas han designado como enemigo a todo lo que no se someta a sus delirantes ensoñaciones teocráticas y actúan contra Occidente porque con este concepto se representa principalmente a sociedades que simbolizan la libertad de los ciudadanos, la igualdad de derechos y la autonomía de las sociedades frente a esa enfermiza visión medieval.
Con una mano los terroristas dicen defender los valores sagrados del Corán y a los miembros de la comunidad religiosa islámica, y con la otra atacan a esas mismas sociedades musulmanas para intentar impedir su desarrollo y su deseable adaptación a las corrientes del mundo moderno.
La guerra que han declarado estos perturbados criminales va más allá de cualquier intento racional de justificarla bajo ningún pretexto religioso o civilizado. El terrorismo es sencillamente la negación de la libertad, la antítesis de la civilización.
Pienso que la mayoría de los musulmanes no están con los terroristas de la misma manera que en Estados Unidos y Europa la mayoría de las opiniones públicas no están contra la administración Bush. Sin embargo, percibo que una profunda división puede provocar que perdamos la partida.
Esto podría provocar que Occidente pierda la guerra, principalmente por el miedo que tenemos, por lo hay que buscar el diálogo y la ayuda en todo lo que se pueda, pero también Occidente debe ser firme ya que unas carambolas en Oriente pueden hacer que Al Qaeda se apodere del petróleo y eso sí sería el fin.
Se necesita de la agudeza para superar los obstáculos que abarrotan muchas de nuestras mentes, porque no tengo dudas, que a pesar de ser víctima de vituperio, cuando la historia de la guerra de Irak sea escrita por los historiadores, se demostrará que el presidente Bush era un incomprendido y que actuó por el librito.