La reelección Presidencial no puede ser tratada ahora como un asunto del Diablo o de Dios, ni le queda bien a los que antes la satanizaron querer endiozarla. Realmente la alternabilidad en el poder es lo que hace grande la democrácia, o por lo menos funcional. Nuestro país ha tenido la desventura de que casi todos los que llegan quieren quedarse en el poder, pero eso en modo alguno quiere decir que somos una nación reeleccionista, pudiera ser que somos un país con una clase política oportunista, y que nos gusta acariciarle los oidos al prin-cipe diciendole que lo ha hecho muy bien y que el pueblo lo quiere, o sencillamente dejando que las cosas pasen para ver como pescamos en rio revuelto.
Realmente según Maquiavelo al Principe no le gusta que aspiren, pero en modo alguno usted puede decir que es malo el deseo de reelegirse de uno cuando usted es candidato a la presiden-cia de la República y querer descalificar al que dice que su ambición es dañina porque aspira a la presidencia de la República.
La reelección es una eventualidad que está en manos del soberano que es el pueblo dominicano, y se gana o se pierde en la medida en que se hace un buen gpobierno al servicio de las grandes mayorias nacionales, y no solamente en un reparto o uso del poder para beneficio de los suyos o de sus aspiraciones.
Pero la reelección no es asunto de Dios o del Diablo, es un asunto político, y así tiene que ser debatido y tratado, de lo contrario ese desvaeno, ese estar hoy con lo que se repudiaba ayer, no traerá más que perjuicio para los políticos, y para los que no lo son pero se ponen a decir hoy lo que no quisieron decir ayer, o dijeron lo contrario solamente por estar en desacuerdo con quien trabajó para el inglés, desgoberno el país, hundio a su paretido, y ahora aparece reinvidicado ante una sociedad realmente asombrada de que no podemos tener paz, y sociego, ni alternabilidad, porque los que gobiernan se endiosan, los aludan damasiado, y hasta lo quieren sindicar como un segundo Dios, y lo ponen sencillamente a hacer el más feo de los ridiculos.