Todos los partidos han tenido su época bonita, romántica y dulce. Con el paso de los años todo eso va desapareciendo, dejando sólo nostalgia y arrugas en la memoria.
A las personas les ocurre lo mismo durante la niñez, la adolescencia y la juventud, hasta que llega la madurez.
El Partido Revolucionario Dominicano inició ese proceso romántico en el exilio cuando se fundó con los más nobles propósitos de luchar contra la tiranía de Trujillo y luego cuando se instaló en el país en 1961, tras la caída de la dictadura, pasando por el triunfo electoral de 1963, luego el golpe de Estado, las luchas sucesivas que culminaron con la revolución de Abril de 1965, donde jugó un papel de primer orden.
Ningún partido tuvo unos años más gloriosos que el PRD. Desde 1937 hasta 1978 cuando retoma el poder con don Antonio Guzmán Fernández que realiza un gobierno de transición durante el cual se anulan las leyes anticomunistas, se abren las cárceles para poner en libertad a los presos políticos y se permite el regreso de los exiliados, iniciando el proceso democrático que aun se mantiene.
El PRD ha escrito páginas gloriosas en el libro de la historia política de la República Dominicana. Su época romántica fue la más larga y la más fructífera de todos los partidos contemporáneos. Los perredeístas tienen más razones para sentirse orgullosos que para sentirse avergonzados.
Pero los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicano han vendido la idea de que es todo lo contrario. De que el PRD está integrados por hombres y mujeres corruptos, que forman parte de “las fuerzas que deben morir”, porque constituyen una retranca para el desarrollo de la nación, como dijera el presidente Fernández.
Porque supuestamente el PRD había perdido su razón de ser, su otrora líder Juan Bosch, renunció en 1973 para fundar al PLD que estaría integrado por lo mejor de lo mejor, la crema y nata de los dirigentes y militantes políticos del país que tendrían como misión emancipar al pueblo conduciéndolo por caminos de paz y prosperidad, para lo cual era imprescindible enfrentar al “imperialismo Yanqui”.
Ocurre, sin embargo, que en el PLD, como en toda organización donde participan seres humanos, hay gente buena y gente mala, gente que sirve y gente que no sirve ni para echársela a los perros.
La historia del PLD es una historia de traiciones, de falsos valores y de falsos principios como quedó demostrado tan pronto llegó al poder en 1996. Qué, dicho sea de paso, el poder alcanzado en 1996 fue el resultado de un pacto racista y reaccionario que sirvió para poner de manifiesto toda la podredumbre moral de los dirigentes de ese partido.
El PLD ha gobernado éste país durante más de seis años sin producir los cambios que prometió. Por el contrario, bajo su mando todo ha seguido igual. El PLD se sumó al coro del PRD que tanto criticó. A pesar de estar integrado en una buena parte por ex izquierdista, y de haber nacido como un partido marxista-leninista, los dos gobiernos del PLD que ha encabezado el doctor Fernández han sido de derecha. Y lo que es aun peor, entregó el patrimonio del pueblo dominicano al gran capital nacional y extranjero.
El Estado ha sido para muchos dirigentes del PLD una fuente de enriquecimiento ilícito y una escalera para ascender socialmente. El poder les ha servido a muchos para salir de sus miserias materiales y espirituales.
Los hechos han demostrado que no es cierto que el país esté dividido “en peledeístas y corruptos”. Al contrario, en esa materia el PLD ha pasado con excelentes calificaciones, con notas sobresalientes. Recordemos que muchos llegaron al gobierno con una mano delante y otra atrás. No tenían ni con qué caerse muertos. Ahora son empresarios de las áreas donde ocuparon ministerios. Sólo hay que ver que se pasaron cuatro años en la oposición sin “dar un golpe”, es decir, sin trabajar.
El PLD ha dejado de ser una organización política para convertirse, al igual que los demás partidos del sistema, en una empresa. Y sus dirigentes son eso, empresarios que manejan el Estado. La pugna interna no es por razones políticas e ideológicas. Entre los que aspiran a la nominación presidencial no hay divergencias programáticas, ni nada que se parezca. Nadie quiere en el PLD producir una ruptura con el modelo económico que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Lo que quieren repartirse todos es el botín del Estado, es distribuirse los beneficios que deja el gobierno. Nada más. Nada menos.
Al igual que en la convención interna donde se escogieron a los dirigentes, donde según el señor Franklin Almeida “corrió el dinero a borbotones” para comprar voluntades, ahora ocurrirá lo mismo para impedir que Danilo Medina gane la nominación presidencial.
Otra vez aflora la traición y la falta de honestidad en el PLD.
Otra vez la simulación y la mentira.
Otra vez el dinero del pueblo, de su hambre y de su miseria, “correrá a borbotones” para imponer la reelección del presidente Leonel Fernández.
Ahora es cuando hace falta alguien que se ponga la ropa moral del profesor Bosch.