El 19 de septiembre de 1952, el doctor Joaquín Balaguer pronunció una conferencia en el Ateneo Dominicano en la que se refirió al principio de la alternabilidad en la República Dominicana, en un auditorio compuesto por abogados y estudiantes de Derecho. En esa conferencia, Balaguer hizo un esbozo histórico de la reelección presidencial, para concluir diciendo que los Presidentes que no la buscaron quedaron como “desteñidos”, mediocres o pusilánimes, pues no dejaron tras su paso por el solio presidencial ninguna obra digna de figurar en los anales de la Historia, porque no quisieron o no tuvieron tiempo.
El propósito de Balaguer, con su rica oratoria llena de citas históricas y de referencias a personajes “constructores”, entre ellos Nicolás de Obando, lo que buscaba naturalmente era justificar la reelección del generalísimo y dictador Rafael Leonidas Trujillo, a su juicio el más digno ejemplo de Presidente constructor, por las obras que hizo, aparte de que impuso el orden con severidad: a sangre y fuego, decimos nosotros, al recordar tantas víctimas inocentes en nombre del mantenimiento “del orden público”. Según Balaguer, para realizar lo que hizo Trujillo “ha sido indispensable apelar a medidas enérgicas y anteponer a veces la salud de la Patria a la propia salud de la Constitución y al imperio de las leyes escritas”.
En una palabra, aceptar que “la política es, en definitiva, el arte de acomodar el Derecho y la administración pública a realidades concretas”, al considerar que en los países latinoamericanos “que se precian neciamente de poseer un buen régimen de gobierno, no es más que una palabra vacía que se traslada con frecuencia al papel, pero que no existe en hecho porque no puede haber justicia ni libertad en pueblos donde los hombres viven todavía, como en la Edad Media, bajo el imperio de las discriminaciones”.
En fin, el uso de la fuerza contra el ejercicio del Derecho; la justificación de la tiranía con frases retóricas, algo que es incompatible con la visión que tiene el Presidente Leonel Fernández sobre la democracia y el respeto a los Derechos Humanos.
En momentos en que parecería una tragedia para el país que el Presidente Leonel Fernández se reeligiera, algo que la Constitución no le prohíbe, es oportuno recordar que ese hombre no es Trujillo, ni necesita de muletas apolilladas para justificar su permanencia en el cargo. Es todo lo contrario: Leonel Fernández es más demócrata de la cuenta, pues ha sabido tolerar con infinita paciencia toda clase de insultos, quizás con el pensamiento puesto en la frase de Cervantes: “Nos ladran, Sancho, señal de que caminamos”. Esa permisividad, incluso, la ha causado problemas, pues mantiene en sus cargos a funcionarios que no se lo merecen. Curiosamente, muchos dirigentes políticos e incluso miembros del sector privado, críticos de la reelección, no tienen escrúpulos en reelegirse en los cargos, porque entonces sí que es buena la reelección.
Como ocurrió con Balaguer, cuyos adversarios políticos solamente reconocían casi gruñendo sus programas de reforestación, a Leonel Fernández solo le reconocen “que habla bonito y cautiva con su verbo”. Sin embargo, no se refieren a que su Gobierno ha estabilizado la economía, después de un desastre económico sin parangón en nuestra historia, acompañado de la chabacanería y de una tolerancia inaudita frente al narcotráfico, contrario a lo que ocurre ahora. Esos críticos no hablan de los empeños de Fernández en dar a conocer el país en el exterior, como lo demuestra el hecho de que este año la cifra de visitantes extranjeros superó en 300.000 la del año pasado. No se refieren a la contundente realidad de que hoy día, gracias a su visión de progreso, contamos con una diversidad de empresas de telecomunicaciones, aparte de que este Gobierno ha sembrado el país de computadoras. La crítica a esos programas es que este es un país sin energía eléctrica, razón por la cual “las computadoras están demás”. Sin embargo, a sabiendas de eso, las usan sin cesar. Pero no dicen que cada centro de computadoras está dotado de los inversores necesarios para hacer frente a los prolongados apagones, que dicho sea de paso existieron antes. Frente a esas críticas, sería importante saber la reacción de cientos de miles de jóvenes estudiantes pobres que hoy día, gracias a las computadoras, tienen otra visión del mundo e incluso pueden aprender idiomas sin que les cueste un solo centavo.
Hay algo, sin embargo, que debemos advertir sobre la reelección, y es la común tendencia de muchos funcionarios de usar los fondos públicos para respaldarla. Ese vicio, que data de muchos años, debe ser erradicado con el sometimiento a la Justicia de todos aquellos que usen los dineros del Estado como si fueran propios, para que luego no se diga que la reelección fue posible por la corrupción.
Siempre se ha dicho que el Estado es mal administrador, lo cual es discutible. Todo depende de los administradores que tenga. Sin son malos, cabe la afirmación. Si son buenos, la cosa es distinta. La reelección no es mala por sí misma, sino porque también da lugar a un encariñamiento por el Poder, que a la larga puede ser pernicioso para la estabilidad democrática.
Pero como la actual Constitución no permite más que dos períodos consecutivos, el temor queda despejado incluso para el futuro, pues quien se reelija jamás podrá volver a ser Presidente de la República, a menos que se modifique la Carta Magna. Estoy seguro de que el doctor Leonel Fernández debe haber reflexionado sobre eso.. Cualquiera pensaría que prefiere continuar ahora lo que ha hecho, antes que ser “una reserva para el futuro”, cuando sería un sexagenario.
El ciudadano Hipólito Mejía, cuando fue Presidente, intentó reelegirse y perdió, para reconocer luego su derrota, con franca honestidad, antes de que la Junta Central Electoral oficializara al ganador, en este caso Fernández, para posteriormente afirmar, cual sabidillo, que su intento reeleccionista fue “un error”. Estamos seguros que otras habrían sido sus consideraciones si el pueblo le hubiera favorecido con su voto.
La reelección no es asunto a decidir por Leonel Fernández. Eso lo decidirá el pueblo en las urnas. Si el pueblo llano, como decía Balaguer, estima que su administración “es desastrosa”, como afirman sus críticos, no cabe la menor duda de que le dé la espalda, castigándolo con su voto en contra, para que sufra y aprenda. Pero si ese mismo pueblo piensa lo contrario, Leonel Fernández ganará la reelección.
Continuaremos entonces “con un Presidente digital para un país análogo, y por eso algunos no lo comprenden”, como me dice un amigo taxista, razón por la cual muchas mentes anquilosadas, que carecen de un cerebro positrónico, jamás entenderán lo sucedido.