En una reciente entrevista de prensa, el presidente Leonel dijo -que personalmente jamás ha aspirado a nada-, esta declaración puede tener dos connotaciones dialécticamente opuestas. Una, cuando ha sido utilizadas por aquellos que estando en el poder se sienten los predestinados por si mismo a hacerse vitalicio en el mismo, y dos; por aquellos que la historia le asigna el amargo papel de decidir en soledad, el futuro de otros, estos cuando aciertan dejan de ser dirigentes y pasan a convertirse en líderes. Pero jamás esa trayectoria ha sido un camino de rosas, ahí están Martin Luter King, Gandi, Mandela, etc.
Independientemente de que parte de los proyectos gubernamentales del presidente visualizaban un continuismo de su mentor, quiero pensar que él, el presidente no contaba con la premisa de un Danilo lanzado al ruedo a por todas. Y precisamente, estas son las situaciones que engrandecen o le igualaran a los demás. Es claro, que a la inmediatez de las encuestas, al sondeo y a la presión que alrededor del dirigente se ejercen, se movilizan intereses de todo tipo, personalistas, clientelistas, económicos, etc.
Pero un Leonel, que llegue al 2012 cansado o abatido por el ejercicio y desgaste del poder no conviene ni a él, ni al partido, ni al país. Porque lo que se ha visto de su trayectoria político-intelectual hasta ahora, más que de gobernante, es la pretensión de ser parte de un proyecto, no el todo. Entonces ¿porqué poner en peligro la continuidad de un proyecto de desarrollo de país?, un proyecto que se sustenta sobre todo en la fortaleza unitaria de una organización.
Contrario a las voces agoreras anti-reeleccionistas “per se” o a la magnificación de un enfrentamiento por el liderazgo del PLD, Leonel-Danilo. Creo que el líder, cuando lo es o pretende serlo, debe crear escuela y aprendizaje, marcar el futuro. Máxime cuando en sus enseñanzas, aprendió de su líder y procreador político, que la reelección para el desarrollo de la política dominicana, coyunturalmente no era buena y, así lo hizo recoger, me parece, en los fundamentos teóricos de la organización peledeista.
Cuan cargada de razón, experiencia política e intelectual del profesor Bosch, cuyo planteamiento ha sido convertido en axioma por los políticos de aquellos partidos dominicanos que, en su día siendo gobierno o no, precisamente gracias a este afán reeleccionista, continuista o como se le quiera llamar, ayudaron más a la división interna de sus partidos, que a la permanencia en el poder o en la dirección de los mismos. La alternancia en el poder es continuidad y continuismo también, ya que esta ejercita la democracia interna y externa al partido, asegura permanencia de gobierno y el seguimiento de las ideas y proyectos en el tiempo.
Es posible pensar dentro de la ingenuidad más pueril, que aunque el presidente Leonel no ha tomado una decisión al respecto, este vaya a hacer lo contrario. Debido a que en la retórica de sus recientes discursos se desprenden metáforas y alegorías, que más que a la cordura de seguidores y agradecidos, embriagan al reelecionismo y continuismo ciego y extremistas. Reeleccionismo agravado, cuando esta además se enarbola y sostiene por funcionarios, militantes o no del partido. Que con sus acciones y comportamientos más que engrandecer la figura del presidente, envilecen su figura y maniquean sus ejecutorias gubernamentales.
Ser anti o reeleccionista por el simple hecho de justificar la permanencia o ascensión de una figura a la primera magistratura del Estado, es tan banal, como sostenerla por principio. Pero exigir sacrificio continuado a los demás sin asumir la parte que corresponde así mismo, fundamentándolo en la culminación de obras y proyectos o en si mismo como un clamor nacional, evidencian hasta cierto punto un desprecio por la institucionalidad y un personalismo que no se corresponde con la trayectoria de un Leonel, profesor honoris causa, que tanto camina el club de Madrid, como el despacho oval.
Es posible que la historia dominicana absorba a Leonel, pero de momento ella le reta, pero también le seduce. Y le cede el listón para que sea él quien determine la altura. La cuestión es, que de momento este es el primer problema realmente serio que se le presenta al político como líder del partido. Dado que los impedimentos a sus aspiraciones personales, no están condicionadas por la ley, como lo estaba en su primer mandato. Sino más bien, que en este caso se enfrenta así mismo, a cuestiones de principios.