Hace poco recibí una carta del licenciado Fernando Álvarez Bogaert, que también remitió a la Cámara de Diputados, en la que hace unos planteamientos que me parecen muy interesantes y que me han puesto a reflexionar sobre el legado de Joaquín Balaguer como estadista. En su carta, me explica Álvarez Bogaert, que en los 18 años que les ha tocado dirigir al Estado, tanto el PRD como el PLD, ha habido un proceso de creación de un Estado clientelista, y lo define como "el que mediante el aumento de sus gastos, sea a través de la nómina o de tarjetas de solidaridad, se crean las condiciones para mantenerse en el poder", así como "una máquina devoradora de gastos que produce una demanda permanente de impuestos hasta que el sistema hace crisis".
Después de analizar la carta reflexioné y pensé que más impacto tuvo en Fernando Álvarez Bogaert el librito de Balaguer, que sus 7 años estudiando
en los Estados Unidos, sus 42 años de ejercicio público, de investigaciones,
e incluso sus años como colaborador de dos economistas ganadores del premio
Nobel de economía.
Cuando Álvarez Bogaert castiga el aumento desmesurado de los gastos corrientes del gobierno, yo recuerdo el librito de Balaguer.
Cuando condena el incremento de la carga tributaria, en palabras llanas, más
impuestos, yo recuerdo el librito de Balaguer.
Cuando señala la situación calamitosa que vive hoy la clase media creada en
los gobiernos reformistas, yo recuerdo el librito de Balaguer.
Cuando lamenta la falta de incentivos a los sectores productivos como son el
turismo, las zonas francas, la agricultura, la industria, yo recuerdo el librito de Balaguer.
Traigo a colación este caso porque a pesar de que Álvarez Bogaert fue un colaborador cercano del Presidente Balaguer, durante los últimos años
estuvieron alejados. Pero no bastó este distanciamiento para borrar ese sello indeleble que caracteriza a los balagueristas en cuanto al concepto del manejo racional y prudente de los recursos públicos.
La historia se repite con otras figuras del ambito reformista.
Cuando escuchamos al Ing. Eduardo Estrella comprometerse a manejar con austeridad el Estado dominicano, o defender con tanto ahínco el sector de zonas francas, decimos, eso lo aprendió con Balaguer.
Cuando vemos la ciudad de Santiago preñada de obras, fruto de la gestión eficiente de un síndico constructor como es José Enrique Sued, y lo escuchas
decir "Mi primer compromiso es con Santiago", decimos, eso lo aprendió con
Balaguer.
Cuando Luis Toral reclama del gobierno una reforma integral sustentada en una disminución de los impuestos, o cuando Amable Aristy ofrece viviendas
para los pobres, decimos, eso lo aprendieron con Balaguer.
Cuando Quique Antún instruye a los legisladores reformistas para que no
voten en favor de más empréstitos internacionales que comprometan el
patrimonio de los dominicanos, decimos, eso lo aprendió con Balaguer.
Y por qué no decirlo, cuando Carlos Morales Troncoso defiende los intereses
nacionales en el caso haitiano, también tenemos que decir, eso lo aprendió
con Balaguer. El Presidente Balaguer dejo su impronta en los hombres y
mujeres que fueron sus colaboradores, y hoy no importa en el litoral que se
encuentren, sus vivencias al lado de aquel estadista, que manejaba con
pulcritud quirúrgica el patrimonio de los dominicanos, los obliga a repetir
su ejemplo.
Es por esto que se nos tilda a los reformistas muchas veces de no haber podido, luego de la muerte del Presidente Balaguer, construir un discurso propio, y que vivimos aferrados a la figura de Joaquín Balaguer.
Por supuesto que debemos de aferrarnos a lo que dio resultado, a lo que salió bien, no podemos olvidar que durante los gobiernos del Partido Reformista se abrieron las puertas al turismo que hoy representa la mayor fuente de riqueza del país, se crearon las zonas francas que emplean hoy a más de 150,000 dominicanos, se construyeron las presas hidroeléctricas que generan el 20% de la energía que consume el país, se construyó la infraestructura básica para el desarrollo del sector productivo nacional, carreteras, caminos vecinales, canales de riego, etc…, en fin con el librito de Balaguer, con mayor inversión en obras productivas, un gasto corriente controlado por debajo siempre de la inversión de capital, mínimo endeudamiento externo y bajas tasas impositivas, se crearon las bases del desarrollo del país.
Las obras de Balaguer, como todo lo que está sobre la tierra, dejará de ser actual y con el paso de los años podrán desaparecer, renovarse o reemplazarse. Lo que será permanente y trascenderá el inexorable paso del tiempo, es y será la creación de una clase gobernante, de una estirpe dirigencial, de una forma de gobernar que caracteriza a los hombres y mujeres del reformismo. En síntesis el aporte del Presidente Joaquín Balaguer al pueblo dominicano más que las obras de infraestructura construidas durante sus gobiernos, ha sido y será por siempre la visión progresista, eficiente y reformista que ese infatigable servidor público
trajo consigo como aporte, y que no se llevó a la tumba.
Esa es la Escuela de Balaguer.