La semana pasada ocurrieron dos cosas que me conmovieron. Se trata de la muerte del reputado médico neurocirujano doctor Ney Arias Lora y la operación de hidrocefalia a que fue sometido el ex presidente Salvador Jorge Blanco. Los dos casos no están vinculados, pero para fines de este comentario tienen alguna relación. El doctor Ney Arias fue el primer neurocirujano dominicano que comenzó a ejercer en el país pocos años después de la muerte del dictador Trujillo. Se había graduado de médico en la Universidad de Santo Domingo—hoy autónoma— y luego hizo estudios de postgrado en neurocirugía en prestigiosas Universidades de los Estados Unidos e Inglaterra.
En 1967, tras su retorno al país, ocurrió algo que impactó duramente en nuestra familia: mi segundo hijo varón nació hidrocefálico, razón por la cual era necesario ponerlo en manos de un neurocirujano, en este caso el doctor Arias. Esta fue, para mi esposa y yo, una experiencia traumática, pues si bien bregar con un niño enfermo es causa de angustias, en el caso de uno hidrocefálico es peor, pues requiere cuidados especiales y dedicación a tiempo completo. En aquella época, las familias con niños hidrocefálicos, si eran ricas, podían darse el lujo de llevarlos al exterior. Pero si eran pobres, como en mi caso, tener la asistencia de un neurocirujano era punto menos que imposible.Sin embargo, el doctor Arias me trató con mucha condescendencia, al enterarse de que apenas ganaba 275 mensuales como uno de los reporteros mejor pagados del Listín Diario, cuyo Sindicato tuvo que hacer una colecta entre el personal para que pudiera cubrir parte de los gastos médicos. Pero antes de proseguir es conveniente describir lo que es la hidrocefalia.
En términos sencillos se entiende por Hidrocefalia a la acumulación excesiva de líquido cerebro espinal (LC) en el cerebro. Según la etimología de la palabra, el término hidrocefalia deriva de las palabras griegas "hidro" que significa agua y "céfalo" que significa cabeza, lo cual nos permite comprender que se trata esa patología. Ese líquido es de color claro y se ubica en torno al cerebro y la medula espinal. Cumple tres funciones vitales importantes.
1) mantener flotante el tejido cerebral, actuando como colchón o amortiguador;
2) servir de vehículo para transportar los nutrientes al cerebro y eliminar los desechos; y
3) fluir entre el cráneo y la espina dorsal para compensar por los cambios en el volumen de sangre intracraneal (la cantidad de sangre dentro del cerebro)
El equilibrio entre la producción y la absorción de líquido cerebroespinal es de vital importancia. En condiciones ideales, el líquido es casi totalmente absorbido en la corriente sanguínea a medida que circula. Sin embargo, hay circunstancias que, cuando se hallan presentes, impedirán o perturbarán la producción de líquido cerebroespinal o que inhibirán su flujo normal. Cuando se perturba este equilibrio, resulta la hidrocefalia.
La hidrocefalia puede ser congénita o adquirida. La hidrocefalia congénita se halla presente al nacer y puede ser ocasionada por influencias ambientales durante el desarrollo del feto o por predisposición genética. La hidrocefalia adquirida se desarrolla en el momento del nacimiento o en un punto después. Este tipo de hidrocefalia puede afectar a las personas de todas las edades y puede ser ocasionado por una lesión o una enfermedad. Estadísticamente, la hidrocefalia afecta 1 de cada 500 niños.
Los síntomas de la hidrocefalia varían con la edad, la progresión de la enfermedad y las diferencias individuales en la tolerancia del líquido cerebroespinal. Por ejemplo, la capacidad de un niño de tolerar la presión del líquido cerebroespinal difiere de la de un adulto. El cráneo del niño puede expandirse para alojar el aumento del líquido cerebroespinal debido a que las suturas (las juntas fibrosas que conectan los huesos del cráneo) no se han cerrado todavía. La hidrocefalia se trata con más frecuencia mediante la colocación quirúrgica de un sistema de derivación, consistente en una pequeña válvula. Este sistema desvía el flujo del líquido cerebroespinal de un lugar dentro del sistema nervioso central a otra zona del cuerpo donde pueda ser absorbido como parte del proceso circulatorio.
Eso fue precisamente lo que hizo el doctor Arias en el caso de mi hijo: colocarle una válvula derivadora que en 1967 costaba 210 pesos. Hoy día, la misma válvula cuesta el equivalente de 350 dólares, es decir casi doce mil pesos, cifra muy alta para una persona pobre.
Justamente por eso, el 10 de diciembre de 1975 tuve la iniciativa de formar el Banco de Válvulas para Niños Hidrocefálicos para ayudar a los menos pudientes. Nosotros acabamos con el triste espectáculo de ver padres con niños hidrocefálicos pidiendo ayuda con su criatura en las calles o en visitas a los periódicos, lo que causaba una mala impresión a las mujeres embarazadas. En el tiempo transcurrido desde la fundación del Banco de Válvulas, pionero en su género en el país, hemos logrado operar a más de dos mil niños, a pesar de las precariedades, pues cada día hay menos donantes debido al alto costo de las válvulas. La casi totalidad de los neurocirujanos dominicanos, entre ellos el doctor Arias, jamás han cobrado honorarios en los casos de niños pobres.
Con mucha pena recibí la noticia de que al ex presidente Salvador Jorge Blanco tuvieron que colocarle una válvula para corregir una hidrocefalia que se le presentó a su edad septuagenaria. Fue operado exitosamente por ese maravilloso médico humanista llamado José Joaquín Puello, quien ha intervenido a mi hijo en múltiples ocasiones para recambiarle la válvula cuando se ha obstruido. Otros también lo han hecho y lo agradezco infinitamente.
Hoy día, con 39 años, mi hijo hace una vida absolutamente normal, como espero lo haga en lo adelante el doctor Jorge Blanco, prestigioso abogado y dominicano decente, hoy afectado de hidrocefalia.
En cuanto al doctor Arias Lora, paz a sus restos y conformidad a su familia. Se nos ha ido un excelente médico y buen amigo, pero nos queda su grato recuerdo.