La historia de la humanidad, que se inicia con los primeros documentos escritos más que con la llamada civilización, es la historia de la guerra y el crimen. Es una guerra económica y religiosa por el poder que tras el enciclopedismo y Revolución Francesa, adquirió ribetes modernos de ideología, con sus antecedentes remotos en la época romántica de redescubrimiento de la Edad Media, que dio lugar a las primeras contiendas de corte nacionalista en Europa y que en el siglo XIX, se fundamentó en la filosofía marxista, la misma que llegó a considerar la religión como el opio de los pueblos y que tras implantarse por primera vez en la otrora URSS, fue traicionada por “zares de izquierda” peores que sus sanguinarios anteriores. Amén de su muy particular criterio sobre la historia y el Estado, el marxismo todavìa vigente, tiene una concepción igualitaria de la naturaleza humana, la cual hunde sus raíces en corrientes del cristianismo primitivo y en creencias medievales, que plantean un segundo advenimiento de Cristo tras el cual las clases sociales desaparecerán, los personas serían iguales y el paraíso descendería sobre la tierra, como lo predica precisamente la Teología de la Liberación, que es en esencia un híbrido de marxismo y cristianismo. Nada de eso ha tenido valor ante la guerra a muerte por la gloria y el poder. Lo que originalmente comenzó como una lucha del hombre por la sobrevivencia, para asegurarse su alimentación y protegerse de las fieras, terminó en la monstruosidad a la que nos exponemos en estos dìas.. Lo que pasó y pasa hoy en Irak ha pasado miles de veces desde la prehistoria, el paleolítico y la edad de piedra. El ahorcamiento de Saddam Hussein, que fue un asesino de lesa humanidad, como lo fueron faraones, césares y zares, como lo han sido los dictadores de todas las ideologías, incluyendo masones que predican la fraternidad, no se compara con la decapitación y asesinato de cientos de verdaderos mártires y héroes. Piénsese en Sócrates (Grecia) Espartaco de Tracia (Roma), Juana de Arco (Francia), Geordano Bruno (Italia), Mahatma Gandhi (India), Julius Fucik (República Checa), Patricio Lumumba, (Congo-Africa) Ernesto –Che- Guevara (Sudamerica), Martin Luther King (Estados Unidos) y Jesucristo para el mundo. En el nuestro propio caso como dominicano, me llegan a la memoria Maria Trinidad Sánchez, Manolo Tavàrez Justo, Francis Caamaño, Amìn Abel Hasbun, Orlando Martínez y muchos antecedentes también históricos de los primeros años de la colonia, como Hatuey, Anacaona y Canoabò, todos asesinados y quemados por sus verdugos. Un caso único fue el de Toussaint Louverture, el líder de la rebelión haitiana de 1791. Se recuerda que los esclavos de la llanura del Norte de la parte francesa de La Española, hoy Haití, capitaneados por el iluminado Bukman, se rebelaron tras la ceremonia de Bois-Caïman. Dos años después de aquella masacre de negros esclavos contra sus amos blancos, Toussaint, cuyo apellido real era Brèda, hizo público su proclamación en la que se presentaba como el líder de su raza. Estas fueron sus palabras: “Hermanos y amigos. Soy Toussaint Louverture; quizás el conocimiento de mi nombre haya llegado hasta vosotros. He iniciado la venganza de mi raza. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud”. De él se sabe que fue capturado por los franceses y encarcelado en el Fort de Joux, en las montañas del Jura, la región más fría de Francia, muriendo allí el 7 de abril de 1803 a causa de una enfermedad y la falta de asistencia médica. En otras palabras: lo condenaron a una muerte segura.
LOS CRIMENES DEL SANTO OFICIO.- Muchos de los más horrendos crímenes de la humanidad, fueron ordenados por el Tribunal de la Santa Inquisición, vale decir, por la Iglesia Católica, desde el modelo medieval de 1184 para combatir la herejía de los cátaros o albigenses. De ese modelo se derivaron los otros, como la Inquisición española de 1478 que bajo el control directo de la monarquía hispánica se extendió después a América; la Inquisición portuguesa que prevaleció en el Brasil, y la Inquisición romana que traspasó el modernismo. El Santo Oficio, del que fueron víctimas miles de seres iluminados como Juana de Arco y Geordano Bruno, “fue mantenido por la clase social dominante para garantizar, bajo el hermetismo ideológico, el inmovilismo social”. Y si bien “el problema religioso ha sido convertido en problema sociológico”, como opinan muchos, “camuflándose la Inquisición en el marco de los controles sociales institucionales”, por sus viejos y horrendos crímenes fue que el Papa Juan Pablo Segundo, como fiel devoto de Jesucristo, pidió perdón. Lo hizo también por los pecados de su Iglesia cometidos a lo largo de los siglos; por el holocausto judío y las matanzas entre israelitas y palestinos. Se recuerda que el santo padre rezó ante el Muro de las Lamentaciones, dejando su petición entre las gastadas piedras. Hoy, al igual que ayer, “siguen muriendo millones de acianos, mujeres, niños, y hombres. Inocentes en todas partes de la tierra, víctimas de las guerras, el terrorismo, las mafias organizadas del crimen. Otros son torturados hasta la muerte, por defender sus ideas, sus derechos, sus investigaciones en cualquier campo. Muertos, masacrados, por integrismos, fundamentalismos islámicos. En el nombre de Ala. Por salvadores del mundo capitalista en el nombre de Dios. Por nacionalismos y guerras civiles, entre hermanos”.
PROFANACION DE LA NAVIDAD.- Lo penoso del caso Saddam Hussein, a quien más que justicia, se le aplicó la ley del más fuerte (el garrote de Bush) es que su muerte se produjo en plena celebración de la Navidad. Estamos hablando de la época del nacimiento de Jesucristo, que amén de la salvación, es el símbolo de la equidad y el perdón por lo que predicó Juan Pablo Segundo. Mientras en todo el mundo se celebraban las festividades navideñas los nuevos verdugos del pueblo iraquí le aplicaban de manera bárbara la Ley del Taliòn al ex-dictador, que durante casi tres décadas anegó en sangre y fosas comunes a los pueblos curdo y chiíta. El actual territorio de Irak, limítrofe con Irán, coincide con la antigua región de Mesopotamia, donde surgió Sumeria (la civilización más antigua del mundo) y Caldea, que se impusieron a los otros pueblos y civilizaciones a fuerza de sangre y de fuego. De allí viene precisamente la escritura que es la base de la existencia del texto y del libro conque se inició la historia. Fue sorprendente ver la serenidad con que Saddam Hussein acudió al cadalso, y si no fueron visiones de mi parte, creo que ante la terrible muerte, rejuveneció. Se le vio sin barba, altivo y rozagante. Avanzó sin prisa y evitó la capucha que se le pone o concede por esa vía a los condenados a muerte. Acéptese o no, aquella postura lo engrandeció y habló de manera elocuente de las convicciones y reciedumbre de aquel hombre que para los radicales seguidores de Mahoma, el único profeta de Alá, según los musulmanes de todas las inclinaciones, quiérase o no, ocupará desde el 30 de diciembre pasado, un lugar proverbial en el panteón de sus inmortales.
LA GUERRA SEGÚN LA SANTA PALABRA.-Se sabe que la defensa del Islam por los musulmanes frente al enemigo puede adquirir el carácter de "guerra santa", La Yihad, y así se haya presente en su libro sagrado El Corán, donde se anima a combatir contra los infieles si los principios de su religión y los suyos resultan atacados, e incluso recurrir al suicidio y al martirio si las circunstancias se lo exigen. Así se lee: (Corán, 2, 186-188) “Combatid en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores. Matadlos donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron. Si os combaten, matadlos sin importar el sacrificio”. Mahoma proclamo también que la guerra es obligación del creyente musulmán y por lo tanto, rehuir la batalla contra los no creyentes es un gravísimo pecado que irremediablemente lo condena a arder en el infierno.
La interpretación particular o prejuiciada, muy influenciada por las posiciones dogmáticas, ideológicas y la lucha por el poder y el petróleo, ha llevado a los musulmanes a matarse entre ellos mismos. Juan Bosch consideraba que con el Islam ha pasado algo peor que con la religión católica después de la Reforma Protestante que en el siglo XVI liderò el monje agustino Martín Lutero para oponerse sobre todo a la venta de indulgencia al mejor postor por parte de la cúpula papal romana mediante la cual se traficaba nada más que con la salvación de las almas de sus fieles antes de pasar a mejor vida. Y sostenía Bosch que así como existen hoy miles de iglesias desprendidas del catolicismo, entre ellas las evangélicas y cristianas, dirigidas por obispos y pastores, por el Medio Oriente proliferan las sectas islámicas, todas devotas del Corán y de Mahoma, pero en su mayoría enfrentadas por las interpretaciones contradictorias de sus santones o imanes, entre los cuales los ha habido sabios y poetas como Sidi Abuh Ishaq Ibrahim, Abu Salin, Bujari y Muslim, que imponían la sumisión de sus fieles hasta la muerte. A los dos últimos se le atribuye haber compilado las sentencias “hadices”, narraciones orales o escritas autorizadas sobre Mahoma de quien se dice fue un profeta analfabeto. De hecho, Islam es sinónimo de sumisión, “y aparte de unos pocos dogmas muy elementales -base de su fácil comprensión y difusión- se fundamenta en el sometimiento a unos comportamientos cotidianos externos y en un sentimiento de pertenencia grupal”. Los entendidos coinciden de que “tal adscripción ciega a la comunidad, entraña un aplastamiento feroz del individuo y de su capacidad de raciocinio. Y agregan que la prohibición -incluso sangrienta si es necesario- de abandonar el grupo se aplica de modo tajante a las mujeres impidiéndoles el matrimonio con hombres de otras confesiones y a todos los fieles en general por la persecución cruenta de la disidencia. Como religión totalizante, el Islam pretende incluir a todos los hombres y a todo lo humano. Cualquier otra religión es apostasía, pues «toda persona nace musulmana, pero a veces los padres o la educación la pervierten». Islam y religión son univocas. Incluso se afirma que «la segunda venida de Cristo será para reconocer el Islam como única religión verdadera y que éste practicará el Islam durante 40 años y los cristianos se harán musulmanes». Los fundamentalistas musulmanes son intransigentes y están dispuestos a la guerra santa, en primer lugar, “contra sus hermanos contaminados de herejía”. Existe un credo de los llamados Hermanos Musulmanes, cuyo punto 5 reza: "Creo que la bandera del Islam debe dominar sobre la Humanidad y que todo musulmán está obligado a educar al mundo según las reglas islámicas. Me comprometo a luchar, mientras viva, en la realización de esta misión y a sacrificarle cuanto poseo".
Cuando la sumisión al Islam se fundamentaliza y se mezcla con las ideologías radicales, surge un híbrido diabólico como Al Qaeda de Osama Bin Laden, todavía misteriosamente vivo y amenazante. Todo parece indicar que Saddam Hussein era el fruto de esa química ideo-religiosa satánica y fatal, con cuyas acciones terroristas como las del 11 de septiembre de 2001 que dieron al traste con las torres gemelas y de paso con la vida de miles de personas inocentes, se profana toda lógica de fe real que a mi juicio no debe estar separada del sentido de humanidad y de justicia por el que se sacrificò Jesucristo. Incluso, muchas de las leyes actuales que desde el seno de la ONU y otros foros importantes se promueven en todo el mundo, están inspiradas en el espíritu de equidad del cristianismo. Le equidad que es la justicia natural que va mucho más allá de los efectos de la justicia legal que por lo regular sòlo sirve para preservar a veces de forma inquisitoria un estado de cosa desigual e injusto. La amnistía, el indulto y el perdón condicional de la pena, son mecanismos universales que se explican y justifican a partir de la Era Cristiana con la que se superaron leyes mosaicas como la del Taliòn. No estamos diciendo con esto que Saddan Hissein mereciera el perdón por sus crímenes, ya que el pecado según San Juan, que fue un profeta cristiano,, puede ser de muerte y es otro pecado rogar por los que los cometen. ¿Merecieron Hitler, Pinochet, Franco y Trujillo, el perdón de sus crímenes? ¡Chupe usted y déjeme el cabo!
EL TALION Y LA YIHAD.- Lo curioso del caso, es que así como la Ley del Taliòn aparece en el Antiguo Testamento (Pentateuco), la encontramos también en El Corán. El Taliòn, repito, es una de las leyes mosaicas del grueso que Dios dejó por escrito en Tablas a Moisés, para que las recogiera en el Monte Sinaì, según leyenda religiosa. Es una ley que perdió actualidad tras la venida de Cristo y que mucha gente, a veces impotente por la falta de equidad o la falla de la justicia legal, hoy interpreta y aplica ajustando cuenta con sus propias manos, tales como pretenden hacer los musulmanes fundamentalistas y radicales, tal vez basándose en que la misma forma parte de sus sagradas escrituras, que como todos los libros religiosos primigenios predican la existencia de un solo Dios, llámese Jehová, llámese Rama, llámese Alá. En el caso de los antiguos griegos, su religión era politeísta y antropomórfica. Es decir, los griegos tenían innumerables dioses y los representaban con forma humana, los cuales, en lugar de un libro sagrado, hablaban a través de sus oráculos que desempeñaban funciones adivinatorias y proféticas. Zeus era el mayor de esos dioses, que solían competir entre sí para deparar poderes y suerte a sus preferidos en la guerra. De hecho, los dioses griegos eran guerreros y amantes de las batallas. Se habría que buscar un libro griego que pueda compararse con un libro sagrado, remítase a la Ilìada de Homero, cuyos dioses fueron mitológicos y por lo tanto ficticios. El hecho de que los griegos no hayan tenido ningún libro sagrado sobre la verdad de los dioses, equivalentes a lo que son la Biblia, la Torá o el Corán para otras culturas, confería al mito una casi completa versatilidad y la posibilidad de ser una y otra vez revisado. Para los antiguos griegos, la base de la religión se encuentra más en el ritual que en un conjunto de creencias. La sociedad ateniense, por ejemplo, estaba más ritualizada que la europea moderna, y de hecho el cristianismo y el propio protestantismo conceden una importancia a la fe y a la revelación muy alejados de las creencias de los griegos.
El Judaísmo, que es la religión del pueblo de Israel, está considerada como la más antigua y la más pequeña de las tres religiones monoteístas, que incluyen el cristianismo y el islamismo; conocidas también como «religiones del libro» o «abrahámicas. De la primera se desprendieron las otras dos. Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas contenidas en el Tanaj (el llamado Antiguo Testamento por los cristianos), un compendio de libros de diversa procedencia a los que se atribuye inspiración divina. En el caso del Corán, que rige la vida privada y pública de los musulmanes, en sus 114 capítulos, se observan elementos del Antiguo Testamento, pocas veces fielmente descritos, influencias de apócrifos judeo-cristianos, de maniqueos y de fuentes árabes preislámicas. Y al hablar de coincidencia y diferencia, hay que señalar que para Mahoma, Jesucristo era un verdadero profeta, nacido virginalmente de María, aunque no es Dios. Consideraba que su predicación era verdadera, pero no completa. Para los mahometanos los Evangelios son libros inspirados, divinos que fueron luego adulterados, por lo que en la mayoría de los pueblos árabes se prohíbe su lectura en la actualidad. Además, estiman que la predicación de Cristo no habría sido fielmente recogida por sus discípulos. Por ello reconocen tres personas divinas: Padre, Hijo y María, y sostienen que cuando Jesucristo predicaba el envío del Espíritu Santo, lo que decía es que rogaría a Alá para que enviase al muy alabado, es decir, a Mahoma. De manera, que “la muerte de Cristo en el calvario, fue aparente, ya que sólo «sufrió un desmayo y Alá lo elevó hacia Él». En el caso de la España del siglo VIII, esos criterios había sostenido el obispo Elipando de Toledo, que veía en Cristo un predicador de carne y hueso, y no una consagración de espíritu prohijada por el mismo Dios como lo consideraba Beato de Liébana en sus Comentarios del Apocalipsis, según San Juan. Por ello, por coincidir con los musulmanes, Elipando fue llamado “el cojòn del anticristo”.
Esos factores hacen imposible conciliar ambas religiones. Para un cristiano, el Islam como religión supone un retroceso de siglos en la Revelación. ¿Qué aporta Mahoma? ¿En qué consiste su pretendida plenitud de Revelación? Un estudio comparativo desapasionado muestra que sus afirmaciones teológicas básicas son judaicas, precristianas, vale decir, creencia en un solo Dios, creador del universo y, por tanto, de los ángeles y de los hombres; la fe en el juicio particular y universal; la retribución eterna del cielo o el infierno. Por paradójico que pueda parecer, hay que insistir en que los pilares de la fe musulmana son los mismos que los de la judía. Incluso ambas religiones rechazan a Cristo como el Mesías. El punto neurálgico de diferencia entre judíos y musulmanes es la adhesión de Mahoma como el nuevo Moisés que los primeros no reconocen. Ese punto, junto a multitud de tradiciones distintas y enfrentamientos multiseculares, parecen mostrarnos religiones absolutamente dispares, cuando lo común en la fe de ambas es asombrosamente casi todo, incluyendo a su Dios que el mismo. Cuando decimos rechazo de Cristo por judaicos y musulmanes, estamos diciendo que donde menos se venera al llamado hijo de dios hecho hombre, es en las tierras donde nació, a saber, Judea y Palestina, que es igual a decir Jerusalén. En el Medio Oriente hay cristianos pero forman una ínfima minoría con relación a las otras religiones, como es el propio caso de Irak donde los musulmanes shiítas son el 60%, los musulmanes sunnitas el 32%, los cristianos el 3%, y los judíos y yazidíes menos del 1%.
En el caso del Taliòn en Éxodo, desde el capítulo 21, versículo 12, se nos habla sobre los actos de violencia que deben ser castigados en los mismos términos como se producen y hacen daños. Así se lee: “El que hiriere a algunos, haciéndole así morir, él morirá. “Y cuando contendieren hombres y golpearen a una mujer en cinta y nacieren hijos prematuramente, mas no ocurriere daño mortal, castigar habrá de ser castigado como lo impusiere sobre él, el esposo de la mujer; mas deberá pagar por mandato de jueces. Empero si daño mortal hubiere, compensarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, fractura por fractura”.
Para los cristianos esas son leyes superadas, pero para los islamitas que sienten poco amor por la vida humana, y para los mismos israelitas que se siguen regodeando en el Tanaj, parece que renuevan su vigencia y su dureza con el paso de los años, puesto que en el capítulo 2, pp 2:178 y179 del Corán, se puede leer con crudeza: "¡Oh creyentes!"Se os ha prescrito la ley del Talión en casos de homicidio: el libre por el libre, el esclavo por el esclavo, la mujer por la mujer. Pero, si a alguien le rebaja su hermano la pena, deberá indemnizar a éste espontánea y voluntariamente. Esto es un alivio y misericordia por parte de vuestro Señor. Más quien después de esto se vengue, sufrirá un severo castigo * En la ley del Talión tenéis asegurada la vida, hombres de intelecto! Quizás, así, temáis a Allah”.
OTRAS COINCIDENCIAS.- Y existe tal relación entre todas esas viejas escrituras, que la misma guerra santa, llamada “Yihad” por los musulmanes, guarda relación con el Judaísmo, que concibe también el concepto de “guerra obligatoria” en defensa de la propia comunidad, que para los israelitas significa miljemet mitzvá. Todos los viejos libros religiosos que ven a Dios como uno solo y una totalidad, coinciden en ese aspecto y ya se sabe, que árabes musulmanes y judíos israelitas, son enemigos a muerte. “Perseguiréis a vuestros enemigos, que caerán ante vosotros al filo de la espada”, se lee en Levítico, 26, 8, que es uno de los cinco libros de las leyes mosaicas que fundamentan el Antiguo Testamento y al Judaísmo.
EL HIBRIDO SADDAM.- Volviendo al caso Saddam, a diferencia de Bin Laden, pueda que no fuera un ejemplo del musulmán radical, líder o militante religioso, aunque ambos fueran sunnitas que es el sector mayoritario y renovado del Islam. De Saddam se cuenta que desde su Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baas), de ideología laica y supuestamente nacionalista y revolucionaria, se formó y creció como un demonio iraquí, 20 año después de haber nacido en la pequeña aldea de Al-Awja, a orillas del río Tigris, en el seno de una familia pobre sin tierra. La muerte en su contra o patrocinada por él y su régimen para acabar con sus enemigos, siempre lo persiguió, habiéndose salvado de una primera horca en 1959, cuando junto a unos diez suicidas, especies de “fedayines” resultó herido y condenado a morir, tras participar en el fallido atentado contra la vida del primer ministro iraquí Abdel Karim Kassem, un militar golpista que había instaurado la primera república en Irak, luego de derrocar y asesinar al rey Faisal II y a toda su familia un año antes. El endiosamiento personal, el odio y el petróleo del que se hizo adicto llegado ya al poder en 1979, parecen que lo enloquecieron hasta perder todo sentido de humanismo y racionalidad. Sin embargo, de Saddam hay decir que se hizo líder sunnita en Irak y los sunnistas figuran entre los musulmanes más radicales aunque no sean los mas ortodoxos de la religión como son los chiitas con sus ayatolas. . Los sunnitas obedientes a las cuatro escuelas que se reconocen como tradicionales, constituyen la rama principal del Islam, y se distancian de los chiitas desde que estos provocaron la primera escisión de los musulmanes a raíz de la muerte de Mahomas. Ambos, Bin Laden y en parte Saddam, con la invasión de su régimen a Irán en 1988, de mayoría chiita, fueron hechuras de los gobiernos sucesivos de Estados Unidos y detrás de toda esta locura de contaminación mundial, junto al petróleo, (el llamado oro negro), está la otra nomenclatura clave y diabólica: las armas, los misiles y la guerra, que en esencia fueron las combinaciones terribles que llevaron al gobierno mentiroso de Bush a invadir a Irak bajo el pretexto de que el régimen del hoy “ajusticiado”, desarrollaba armas de destrucción masiva, las mismas que supuestamente habían sido utilizadas para la guerra contra Iràn. A la sazón se habló de armas químicas, en concreto, gas mostaza, sarin, tabun y VX contra la población civil iraní, que resultó masacrada por el ejército enviado por Hussein. ¿Donde están las armas letales que desarrollaba el régimen de Saddan?, es la pregunta que todavía todo incrédulo se hace, con el agravante de que el Medio Oriente, con Irak a la cabeza, amenaza con repetir la experiencia de Vietnam para los estadounidenses. Con la preocupación, casi la certeza para ese emprendedor pueblo de antiguos puritanos que justo al final del siglo XVI llegaron a América huyendo de la represión religiosa en Europa, de que en lugar de resolver el mal, la muerte de Saddam, lo complicará. Una muerte, que más que en un mártir, transformó a un demonio en una especie de iniciado. Ahí están sus palabras, pronunciadas días antes de morir, tras el juicio sumario que lo condenó a la horca, cuando declaró que moriría como una mártir, lo que para los musulmanes más fundamentalistas y posiblemente para otras etnias, así sucedió y así habrá de diseminarse.
Los resultados de lo que ocurre hoy en Irak y en los propios Estados Unidos, tras el ahorcamiento de Saldan, son cada vez más oscuros y horribles. Peor ocurre con los augurios. El pueblo norteamericano desenvuelve su vida en medio del nerviosismo, como ocurrió en losa últimos días en Manhattan, Nuava York, donde un nauseabundo olor a gas cundió a esa gran ciudad. Cual tira horrorosa de comics dos niños acaban de suicidarse siguiendo las imágenes del ahorcamiento de Saddam. En Irak, dice un último reporte periodístico, han muerto más soldados norteamericanos que las víctimas de las torres gemelas. Y el importante periódico en línea “The Observer”, señala que “hace sólo unos pocos meses que los líderes políticos en Washington habían empezado a hablar de que la guerra de Irak estaba perdida. El cansancio y el desaliento están llegando no sólo a los soldados y sus familiares en USA, también a los jefes. La estrategia de la insurgencia está logrando su objetivo fundamental: la dislocación psicológica del mando enemigo. En Vietnam no sólo se logró eso, sino también, la dislocación de los pequeños mandos y hasta de la tropa que perdió su valor combativo y comprendió que nada tenían que hacer en ese país hasta que los soldados norteamericanos que sobrevivieron, derrotados y humillados, emprendieron la retirada”. Posiblemente George W Bush, el propiciador de toda esta locura, no esté vivo cuando la historia de guerra sangrienta y multiplicada, se repita aquí y allá, para que sean las futuras generaciones norteamericanas y árabes las que tengan que pagar su alto precio. Siembra viento y cosecha tempestad y tómese esa vieja sentencia como predicción apocalíptica,segùn San Juan, el mismo que profesa los pecados de muerte por los que de acuerdo a Los Mormones (Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Dìas) una de las principales congregaciones religiosas de los Estados Unidos, debiò ser decapitadco Saddam. Es San Juan quien recoge la llegada del Anticristo, anunciado en el tramo final de la existencia del mundo, precedido por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, coincidiendo con un periodo de guerras, muerte y destrucción. Todo vuelve a empezar dijo el sabio egipcio Sinuhè, dos mil 500 años antes de la llegada de Jesucristo, y lo que vemos hoy no es nada nuevo ni diferente si lo comparamos con el cataclismo político que resultó de la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente a mediados del siglo XI. Fue la conquista de Siria y Palestina llevada a cabo por los Selyúcidas islámicos lo que alarmó a los cristianos de Occidente que emprendieron las Cruzadas. Otros invasores turcos también penetraron profundamente en el igualmente cristiano Imperio Bizantino y sometieron a griegos, sirios y armenios cristianos a su soberanía. Las Cruzadas fueron, en parte, una reacción a todos estos sucesos, que a sus pasos dejaban miles de muertos. También fueron el resultado de la ambición de unos papas que buscaron ampliar su poder político y religioso. Los ejércitos cruzados fueron, en cierto sentido, el brazo armado de la política papal que es historia que hoy se repite y se repetirá con otros matices, pero con las mismas consecuencias horribles para una pacífica e indefensa humanidad.