La nueva Junta Central Electoral está integrada por jueces que no llegan a los 55 años. Hombres y mujeres relativamente jóvenes, con aspiraciones a continuar escalando peldaños en la sociedad. El presidente de la JCE, Julio César Castaños Guzmán, pese a sus 52 años, es un veterano en la administración pública, pues ya estuvo como juez de ese organismo y ha sido consultor jurídico del Poder Ejecutivo, fiscal del Distrito y secretario de Estado. Demás está ponderar sus años de catedrático.
No puede, después de haber salido limpio de tantos cargos públicos, pasar por la JCE sin pena y sin gloria. Y salir embarrado. Su familia no se lo perdonaría. Ni el país tampoco. Está condenado a hacerlo bien.
Roberto Rosario Márquez, presidente de la Cámara Administrativa, cumplirá 46 años el 12 de julio. Desde muy joven se involucró en la izquierda revolucionaria a través del movimiento estudiantil, alcanzando posiciones relevantes. Nada le ha sido regalado en la vida. Es tan capaz y honesto como el que más. Como nació en la política, quiere continuar en ella. Por lo tanto, tiene el deber y la obligación de hacerlo bien.
Eddy Olivares Ortega nació en 1964. Apenas tiene 42 años. Durante el gobierno pasado ocupó la fiscalía de la provincia Santo Domingo, donde ganó fama de capaz y honesto. Tiene un perfil ideal para el cargo de juez. La juventud tiene razones para sentirse orgullosa de su persona. Es un prospecto que tiene en la etiqueta una nota: "No puede fallar".
Aura Celeste Fernández no tiene 50 años de edad. Es una mujer de carácter, de firmes convicciones. Una profesional de mucha capacidad. Pero más que eso: es una reserva moral del país. Casada con Guillermo Moreno, un hombre al que le tengo admiración, respeto y cariño por su integridad y su vocación de servicio. Ha convertido la escuela de derecho de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), la mejor escuela de derecho del país.
Leyda Margarita del Socorro Piña Medrano es una magistrada de muchos estudios aquí y en el extranjero. Capacidad profesional tiene de sobra, y sentido de justicia.
A los demás jueces los conozco poco. Es poco lo que puedo decir de ellos. El tiempo se encargará de ponerlos a prueba. Sin embargo, tengo buenas referencias de los doctores Mariano Américo Rodríguez Rijo, presidente de la Cámara Contenciosa, de César Francisco Féliz Féliz, José Angel Aquino Rodríguez y John Newton Guilliani Valenzuela. A todos la historia los juzgará cuando concluyan su labor. Y confío, por el bien de ellos y de la nación, que el balance sea positivo.
Esa JCE tiene que marcar un hito. Los magistrados no pueden perder el tiempo en discusiones estériles, ni en acusaciones personales que no conducen a ningún lugar, que sólo sirven para hacerle daño a la imagen, no de un juez en particular, sino del organismo en sentido general. El protagonismo debe ser dejado a un lado. El individualismo pequeño‑burgués es un vicio que debe terminar.
Los jueces de la JCE tienen menos privilegios que los de la Cámara de Cuentas, que los del Consejo del Instituto de las Telecomunicaciones, y que otros funcionarios. Los problemas de la JCE deben ser dilucidados internamente, no en los medios de comunicación para buscar notoriedad, a menos que se trate de asuntos graves que la opinión pública deba conocer y debatir.
Los jueces de la JCE tienen las elecciones del año próximo, que desde ya se convierten en un reto. Quedan las primarias de la mayoría de los partidos, incluyendo el PLD y el PRSC. En las primarias del PRD la JCE hizo un excelente trabajo de supervisión, recibiendo el reconocimiento de los dirigentes de esa organización y de todo el país. Esa Junta ha recibido reconocimiento por el trabajo en las oficialías y por su afán de hacer transparente el contrato de digitación de registro civil. Esta JCE está dando muestra de transparencia que todos debemos felicitar.
Lo que menos necesita esta JCE es ruido interno, escándalos innecesarios, ni actitudes mezquinas. La JCE es como un banco: Vende confianza. Y esa confianza no puede ser quebrantada desde adentro, porque es casi traición.
Ojalá que esta JCE se case con la gloria, desterrando la desconfianza de la población en las elecciones, para que jamás vuelva hablarse de fraude, de compra de votos, de uso de los recursos del Estado y de otras muchas bellaquerías.
Si lo hace, nos sentiremos orgullosos de todos los jueces que la integran. Y cada uno de ellos podrá continuar su carrera profesionales y políticas hasta llegar quién sabe que tan alta. ¡Y todo cuanto logren será bien merecido!