DISTRITO NACIONAL.- Cuando en el primer gobierno que presidió, 1996-2000, al doctor Leonel Fernández le dio con promover el uso de las computadoras y la navegación por Inernet, aquello se vio como una especie de capricho, de antojo, del Primer Mandatario, en un país plagado de necesidades prioritarias.
Deficiencias sobradas en salud, educación, alimentación, transporte, agua potable, y una enredadada problemática energética que no ha dejado sosiego por decenios a la población dominicana. Todo eso estaba y está ahí. Y Leonel lo sabía y sigue conteste de ello.
Pero insitía, entnoces, en que había que seguir hacia adelante con lo de la computadora y e internet. Insitía en que, ante el indetenible avance de la tecnología y la globalización de la comunicación, había que insertar a la población en ese mundo creando instituciones y aplicando programas que impulsaran su desarrollo en el territorio nacional. Apostó a su masificación.
Para entonces, muchos dominicanos, especialmente opositores políticos de Fernández, cuestionaban su afán por tál fenómeno y lo consideraban un absurdo en medio de las necesidades de los sectores de menos ingresos. Y se preguntaban ¿cómo iba un muchacho del Sur Profundo, sumido en el hambre, a adquirir conocimiento frente una computadora y cómo podían operar los centros de computadoras si el país era todo un apagón…?
Llegaron a mofarse del hecho de que Leonel se mantuviera aferrado a ese plan. Y hasta hubo los que lanzaron carcajadas de muy buena gana señalando que el Presidente no trabajaba en Palacio, que lo suyo era jugar con computadoras.
El hombre continuó en lo suyo. Creó el Instituto Tecnológico de Las Américas (Itla), y esa es una realidad que ha servido como modelo y plataforma para impulsar los más vanguardistas proyectos en su rama.
Con energía eléctrica o sin ella, las diferentes regiones del país, incluido el Sur Profundo, han sido inundadas de computadoras. Y las nuevas generaciones, niños, adolescentes, tienen un contacto permanente con esas herramientas y adquieren conocimientos a través de las mismas y navegando en la web.
Muchachos con edades oscilantes entre los 10, 12, 14, 16 años, de cualquier barrio pobre de ciudad, ya están familiarizados con el fenómeno y saben que, en lo adelante, para su existencia y desarrollo, es algo vital.
¡Qué bueno que así haya ocurrido…! De no haber sido así, de no habernos insertado a tiempo en la cresta de la implacable marejada tecnológica que arropa al mundo, otra historia fuera para los dominicanos. La cresta nos hubiera hecho zozobrar y nos íbamos a quedar atrás, bien atrás; al punto de que nos iba a resultar en extremo difícil, como población, adaptarnos al avasallante imperio de la globalización.
Le fue bien a Leonel en su juego con computadoras, que no quepa duda.