Las Fuerzas Armadas, “los guardias” para muchos dominicanos, tienen por uno de sus pilares fundamentales la disciplina. Vertical. En donde las disidencias se tornan peligrosas. Y en donde “una orden es una orden”. “Los guardias” pueden velar por la democracia dominicana, pero no constituyen en su dinámica interna un ejemplo de democracia. Ni deben constituirlo. “Sí, señor…”, “No, señor…”, “Mande, señor…”, con espacios bien definidos en donde la participación de la oficialidad se torna consulta. Esta es una de sus virtudes y, también, uno de sus límites.
Algunos funcionarios parecen desear para República Dominicana una “democracia de guardias”. Aspiran a que los dominicanos a sus políticas, ejecutorias, afirmaciones, decisiones… digamos simplemente “Sí, señor…”, “Ordene, señor…”.
El comentario viene por las dificultades que parece tener el secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda Rancier, para aceptar disidencias, diferencias y puntualizaciones en torno al tema de los alcoholímetros.
Creo que todo dominicano sensato acepta que necesitamos fortalecer nuestros vínculos sociales, mayor empeño en cumplir y hacer cumplir la ley y una renuncia a esa flexibilidad a la que casi todos aspiran cuando se trata de “su caso” y que casi todos critican cuando se trata de un caso que no les toca en lo personal.
“Debieran meterlo preso”, es una expresión cuando alguien suele cruzar, por ejemplo, un semáforo en rojo o cuando nos vemos precisados a manejar detrás de un camión que más que camión parece chimenea.
Somos una sociedad que es todavía menor de edad.
Sin embargo, se equivoca el señor secretario de Interior y Policía cuando, con buenas intenciones, quiere imponer el uso de los alcoholímetros de un modo prácticamente dictatorial, sin disidencias.
Se equivoca cuando no sabe apreciar los aportes que hacen algunos críticos para mejorar su uso y hacerlo más eficiente. Un ejemplo, el tema del “conductor designado”.
Se equivoca cuando sintiendo que la medida es cuestionada por algunos y no aceptada por otros, busca culpables detrás de esa reacción. Un ejemplo: acusar al sector fabricante de cervezas de montar una supuesta campaña en contra de los alcoholímetros.
Se equivoca cuando parece no aceptar que es papel del Estado el crecimiento ciudadano, la “concientizacion”, cómo suele llamarse, sobre todo si queremos un Estado cuyas instituciones policiales prevengan el delito más que tener que combatirlo. La prevención es hija de la educación ciudadana y la educación ciudadana es un papel fundamental del Estado.
Se equivoca cuando indica que los fabricantes de cervezas debieran reorientar su publicidad hacia “salvar vidas”, sin mostrar un ejemplo de una publicidad de estas empresas que sea una incitación a la muerte o a la indiferencia.
Esas equivocaciones conducen a un callejón sin salida, a una democracia de “guardias” y quizás, como guardias al fin, en esta ocasión digamos: “No, señor…”.
Milton Tejada C.