El problema de la corrupción administrativa radica en no permitir que los delincuentes manejen nuestra industria, los corruptos nuestro gobierno. Fuera de ahí el concepto de corrupción, en toda su dimensión, es algo que comprende una difícil realidad llena de excusas, porque toda la vida de un hombre es una sucesión de violaciones a los principios morales de la sociedad. Solo el Javert humanizado de Víctor Hugo fue un ejemplo de integridad y de probidad.
Balzac, quien llamó a todas sus novelas, La Comedia Humana, dijo una vez, «un burgués no es un bandido, tampoco un bandido es un burgués: ¿cual es, pues, la diferencia? A veces un bandido no es un cobarde. Colegimos, entonces, que la raza de los corruptos constituyen una clase de cobardes. Pero, con todo y eso, no podemos dejar de atacar la corrupción.
La corrupción surge, resurge y se desarrolla, como una inversión de los valores democráticos y la percepción de que la corrupción tiene influencia en la política está ya generalizada. No hay que tenerle miedo a nuestros políticos, sino todo lo contrario.
¿En qué consiste la corrupción?, y ¿cuál corrupción vamos a atacar? La corrupción sistemática genera distorsión de incentivos, costos políticos y sociales, debido al debilitamiento de las instituciones y a la falta de institucionalidad.
Al señalar algunas opiniones frente al fenómeno de la corrupción (el origen de la palabra: del latín, Rumpere= romper, dividir, quebrar, violar, anular; y Corrumpere = Alteración, desunión, descomposición, depravación, falseamiento, vicio, corrupción de las partes del cuerpo), es necesario hacer que esta categoría gravite de acuerdo a nuestro concepto de las funciones del Estado Moderno, ya que existe la corrupción como una consecuencia de la negación de los principios de San Agustín, Kelsen o Jean Jacques Rousseau, que construyeron una filosofía del Estado.
Principios absolutos de libertad, igualdad, solidaridad, dignidad humana, personalidad, que sustentan los fines absolutos del bien común, del interés general enfrentados a los principios modernos del Estado neoliberal que nos muestra las realidades en la economía, la política, la tridimensionalidad del individuo, el mundo internacional, entre otros. El filtro del mundo moderno se desangra gracias a la competitividad, la desigualdad, el narcisismo y el individualismo.
La corrupción es el telón de fondo del gran teatro político del Estado neoliberal, asentado sobre la racionalidad jurídico-formal-política propia y que pretende perpetuarse a través del clientelismo y la utilización de la coacción informal.
Es por eso que no podemos ignorar que existen voces fatídicas que quieren acallar la corrupción y por eso se valen de excusas, las cuales coexisten en forma genérica y específica.
Las excusas para no atacar la corrupción, en forma genérica, es cuando alguien dice que hay corrupción en todos los países del mundo, en todas las épocas, que hay países donde la corrupción es un cáncer, y los hay donde hay simples actos de corrupción. La excusa es argumentar la corrupción dentro de la cultura y entonces la corrupción puede ser útil: la corrupción se exporta desde el extranjero.
Las excusas para no atacar la corrupción, en forma específica enfoca el fenómeno en función del «receptor», de la «mordida», y no en la persona que la ofrece. Si el «hombre de arriba» es corrupto, qué podemos hacer nosotros, los de abajo. La excusa es que debemos permitir la corrupción para que sobreviva el sistema, es decir, el sistema político.
Una excusa más, para no atacar la corrupción consiste en decir lo siguiente: no podemos atacar la corrupción debido al riesgo político. No podemos atacar la corrupción debido a que nos pueden mandar a matar, a que no se pueden tocar ciertos intereses.
No es cierto, porque el enemigo (que no tiene la razón) se caracteriza porque siempre es más fuerte que tu, pero al final triunfa el bien.
Pero una excusa que no podemos dar: «¿Podemos luchar con la corrupción?». Lo importante no es escapar a la lucha de la corrupción, sino «formar estrategias, alianzas, cómo utilizar a la gente o movilizar la ayuda extranjera, definir rangos de corrupción y definir cuál corrupción debemos atacar primero». (Robert Klitgaard, 2002).
¿Por qué ahora? Un rápido incremento del comercio y las comunicaciones internacionales. Las reformas democráticas y económicas también crean nuevas oportunidades para la corrupción. Las liberación de los mercados, en la que han surgido nuevas libertades para luchar contra la corrupción. El agotamiento del modelo social y político del Estado Moderno. En fin, para los que no están familiarizados con mi pensamiento, decirles que se acerca un proceso electoral de gran importancia.