A principios del siglo XXI se han vivido cambios significativos en la historia de la humanidad. Hablar de la revolución informática que permite que en el mundo de hoy se esté discutiendo de nanotecnología.
La económica, de un mundo abierto y competitivo, que exige calidad de productos y servicios. La educativa, con redes de información que nos hacen más fuerte en la era del conocimiento. Las de carácter político-ideológico, social, científico que han permitido a países dar pasos de avance significativos hacia la consolidación de su desarrollo o al inicio del mismo.
Y adivinen. Los dominicanos no hemos llegado a la grata conclusión de que hay que poner en marcha un plan para refundar la Policía Nacional. Mientras en países vecinos se habla de sociedad de la información, organizaciones postburocráticas, calidad de bienes y servicio públicos, las E’s (eficacia, eficiencia y economía), new governance, new public management, participación ciudadana, rendición de cuentas, elegibilidad, legitimación, valores postmaterialistas, nosotros seguimos discutiendo el parche de turno que se le debe poner a la bendita institución.
No nos ponemos de acuerdo con la forma de seguir prolongando el grave problema que representa, no contar con una parte importante del entorno que constituye el sistema de justicia criminal, La Policía Nacional. La discusión de la reforma es cíclica y cuando se presenta nos dedicamos a pedir que sea saneada, con lo cual, presionamos al jefe de “época”y este accede a sacrificar públicamente a un miembro, dejando “satisfecha” a la colectividad y no dedicándonos a filtrar la raíz.
Pues no. Hay que aprovechar el momento que vivimos en nuestros país, y el viento que sopla de nuevas reformas impulsadas desde el gobierno junto a la situación caótica de la seguridad ciudadana (muy mejorada por las decisiones adoptadas en por el gobierno), conjuntamente con la recomposición del congreso y la dinámica que surge del mismo, y utilizarlas a nuestro favor relanzando la entidad.
No es otra cosa más que desmilitarizarla. No podemos seguir permitiendo que la veamos como un cuerpo represivo militar en contra de los ciudadanos. Educarla. Haciendo que se formen y se informen bien, apegados siempre a los valores ciudadanos y sirviendo plenamente a la sociedad. Velar por el bienestar social del policía concibiéndola como una función digna y bien remunerada. Reconcebir la estructura organizacional percibiéndola como institución policial en el ámbito civil y, descentralizarla dotándola de modernas técnicas de dirección con un proceso de decisión colectiva sobre objetivos comunes y la coordinación para realizarlos.
Implantar valores de sistema de calidad, destacando la economía, eficacia, eficiencia en la asignación y ejercicio de los recursos públicos. Introducir valores, representaciones, creencias y prácticas vinculadas al desempeño policial que pueda afianzar una nueva cultura en la organización que permita adecentarla.
Redefinir el uso de las armas de fuego, el uso de la violencia en sus miembros, la corrupción (la “mordida,”que tanto daño nos ha hecho, es solo un ejemplo), rendición de cuentas, carrera policial, depuración, manejo de presupuestos, política de rangos, lealtades, etc. Es comenzar, aunque no lo crean, cambiando hasta la estructura física de sus edificaciones, que como herencia del trujillismo cualquiera, lo que hace es constituirse en problema y no en solución al ser divisada por el común de los ciudadanos.
Contamos con elementos prometedores de una buena reforma si nos abocamos a ello. El actual director (“Jefe”) del organismo es un académico reconocido y un apasionado de la defensa de los Derechos Humanos, lo que se traduce en una posible ayuda desde dentro a la hora de hacer ver a los mandos medios que se resistan al cambio el gran avance que estaremos dando. Nos ayudará a incorporar esa necesaria visión, que hombres de intachable valor moral y ético tienen desde adentro, y que permitirá refundar integralmente la entidad llamada a velar por la seguridad ciudadana.
La sociedad no resiste más que se postergue la decisión de relanzar la institución. Hagamos un llamado en conjunto y comencemos a denunciar la irresponsabilidad con la que se gestionaba en el pasado la seguridad interna de nuestro país. Hagamos un ejercicio de autocrítica y llamemos a la sociedad en su conjunto a debatir y exigir la transformación de un cuerpo que es vital para el estado de derecho y, por consecuencia directa, de la democracia.
Con el debate público ayudamos a los legisladores y a los funcionarios policiales de buen hacer, a combatir intereses que suelen ser escollos en este tipo de proceso. Unamos la voz y aprovechemos el tiempo en momentos de reingeniería estatal como los que se aproximan. Hagamos de la inseguridad y el porvenir nuestros argumentos. Reflejemos el mal sabor de boca que nos produce vivir en un país así, lejos de todo orgullo, el que nos producía decir por el mundo el principal activo de la República Dominicana, la seguridad.
Edward A. Pérez Reyes.
Abogado. Master en Law and Economic.
Doctorando en Gobierno y Administración Pública en el IUIOG. [email protected]