En torno a los candidatos, aunque sean aspirantes a puestos en juntas de vecinos y/o clubes de servicios, no debe faltar un plan de Comunicación.
Eso sí, Comunicación bien entendida, no acomodada a las pretensiones de lisonjeros a veces estúpidos, analfabetas e ignorantes, que entienden esta área tan importante de toda campaña meramente como un ingrediente cosmético, creyéndola un simple instrumento para buscar figureo en los medios de prensa.
El posicionamiento de Gobiernos, instituciones, personalidades, candidatos y aspirantes tiene que entenderse, planificarse, programarse y buscarse auxiliado básica y fundamentalmente en tareas de Comunicación.
En las campañas, los triunfadores están siendo aquellos que dan roles importantes a la Comunicación, que la asimilan y practican, sin menosprecio de las tareas reservadas para operaciones, finanzas, utilización de las bases y equipos de voluntarios o activistas para la promoción del mensaje.
En Comunicación se han de concentrar, aún actuando con independencia y cierta autonomía, las no menos importantes áreas de imagen, prensa, relaciones públicas y –en ocasiones- ceremonial y protocolo.
La actividad política va muy de la mano con largas, costosas, movidas, contradictorias y en ocasiones violentas campañas electorales, y hay en ella enanos y eunucos mentales que entienden la diatriba, la boconería, el rumor y hasta lo infame como instrumentos de comunicación.
Ahí radica, precisamente, su gran equivocación, porque en última instancia, estas serían herramientas propias y adecuadas para planes y programas de campaña sucia, que en estos tiempos abundan en oferta y ofertantes sin escrúpulos ni capacidad para el pensamiento, la creatividad y el trabajo profesional de comunicación.
Si se quiere un buen plan de comunicación política hay que empezar por disciplinar al(os) candidato(s), hacer que tenga(n) y lleve(n) una agenda de trabajo, que se organice(n), que aprenda(n) a leer resumenes ejecutivos en vez de informes vacuos de los que escriben los dirigentes inorgánicos loables, esto último solamente por aquello de loas por aquí, loas por allá, loas por acá), y sobretodo, que tome(n) decisiones.
En el staff de estrategia no debe faltar el que representa a Comunicación, pués sus opiniones –por necias que las consideren los políticos- generalmente van orientadas a derrumbar lo que hasta el(os) propio(s) candidato(s) se cree(n) a veces y que es tan negativo: creerse que el(los) lo sabe(n) todo.
Pese a estas reflexiones, definitivamente, en una campaña lo más importante es el candidato, su mensaje, su habilidad para comunicarlo, su capacidad para mantenerse frío y controlado bajo presión, su atractivo personal y, sobre todo, su credibilidad.
Y si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que el área de Comunicación pueda hacer para cambiarlo.
Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura.
En este tiempo las campañas no son las de hace una, dos, tres y hasta cinco décadas atrás, cuando los candidatos salían a las tribunas entorchados, engolaban la voz y acompañaban sus palabras con ademanes histriónicos sin rima …y hasta ganaban.
¡Nooo!. Ahora es el tiempo de la presencia física, los planteamientos que convenzan aunque sean virtuales, los telepronters, la musicalización de los escenarios, el uso de tramoya y escenografía atractivas, las pantallas planas gigantes para animar a las masas, los discursos sonorizados interactivos para dar la impresión de que se tiene el oído, la vista y la atención en el corazón del pueblo.
Este es el tiempo de los discursos cortos pero de contenido, que sean redactados precisamente por alguien de Comunicación en base a los aportes que salen de los focus groups, de las informaciones que brindan las encuestas que no se hacen para publicarlas en los periódicos sino como herramientas de trabajo.
Ya la rueda de prensa no es quizás –y sin quizás- el mejor medio para comunicar el mensaje, los boletines informativos a entregar a los medios deben ser periodísticamente bien redactados, y no hay espacio para los personajes descerebrados, improvisados y sin talento que gustan de “venderse” como expertos lobbistas siendo ignorantes que ni siquiera una nota convocatoria pueden redactar sin manuscritos.
Y de agregado, no puede obviarse que Comunicación debe manejarse con las mafias periodísticas del momento (aquellas que ven en cada campaña su tiempo de zafra, censuras y peajes), sin que el candidato adquiera imagen de anti-ético o de amigo del soborno a la prensa, que es lo mismo que ser corrupto.
Todo esto debe(n) entenderlo el(os) candidato(s). Para su propio bien y para que ejecute(n) una buena campaña que pueda ser exitosa.
* El autor es periodista y consultor de comunicación