BUENOS AIRES, 16 mar (IPS) – Las alteraciones climáticas, como las lluvias más intensas y persistentes en América del Sur, obligan a los países a fortalecer la prevención de enfermedades como el dengue, que esta vez se ensañó con Paraguay en su variedad más peligrosa, la fiebre hemorrágica. "El recalentamiento global amplía el riesgo futuro de epidemias", dijo a IPS el entomólogo Anthony Erico Guimaraes, investigador del Instituto Oswaldo Cruz, el centro más importante de Brasil en estudios y desarrollo de medicamentos contra enfermedades tropicales.
El aumento de la temperatura global "influye indirectamente en la expansión del dengue al alterar la frecuencia de las lluvias", abundó.
El médico Franklin Alcaraz del Castillo, director del Centro Latinoamericano de Investigación Científica de Bolivia, dijo a IPS que las inmensas lagunas que dejaron en los últimos tres meses las lluvias en la Amazonia boliviana "alimentan la reproducción del mosquito" transmisor del mal.
El dengue es una enfermedad viral transmitida por el mosquito Aedes aegypti, que lo contrae al absorber la sangre de una persona infectada y lo contagia cuando pica a otra sana. Los síntomas son fiebre, cefaleas y dolor muscular. El hemorrágico incluye también dolor abdominal intenso, náuseas y sangrado de piel y mucosas.
Además, el recalentamiento global acelera el desarrollo del virus dentro del vector, amplía la zona de influencia de los mosquitos y su capacidad de adaptarse a temperaturas más frías, dijo a IPS el científico argentino Osvaldo Canziani, integrante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas.
Por eso es importante mantener la prevención, aun cuando el termómetro indique sólo 15 grados, añadió.
Existe consenso científico en que el clima del planeta se está recalentando debido en parte a actividades humanas que emiten gases de efecto invernadero, por ejemplo la combustión de gas, carbón y petróleo.
En Bolivia hay cerca de 40.000 familias evacuadas por las inundaciones en los departamentos orientales de Santa Cruz y Beni, que son también los más afectados por el dengue. "El hacinamiento, la pobreza, la falta de conocimiento para defenderse del mosquito provocan la expansión de la enfermedad", añadió Alcaraz.
De momento, se registran 2.800 casos de dengue en ese país, según informó el jueves la Unidad Nacional de Epidemiología de Bolivia, pero el experto advirtió sobre la necesidad de fumigar intensamente las zonas más vulnerables y prepararse para otros males asociados a la inundación como la malaria, la fiebre amarilla y el tétanos.
En Brasil, se reportaron 85.000 casos entre enero y febrero de este año, casi 30 por ciento más que en el mismo periodo de 2006. La mitad de ellos estuvieron en el estado occidental de Mato Grosso do Sul, que limita con Bolivia y Paraguay.
La variante hemorrágica afectó a 55 personas, seis de las cuales murieron. "En Brasil la población no está movilizada para eliminar los focos", los recipientes con agua estancada donde se reproducen los mosquitos, explicó Guimaraes.
En Paraguay, epicentro del brote sudamericano, las autoridades registran unos 20.000 casos y 12 muertos. Sin embargo, médicos de ese país sospechan que el sub-registro es enorme. Sólo en el occidental departamento Central, versiones de prensa no desmentidas por el gobierno hablan de 300.000 contagiados.
Debido a que los síntomas pueden ser similares a los de una gripe, muchos pacientes se automedican y sus casos no son registrados, sostienen médicos en Paraguay. Cada paciente infectado que no está bajo cuidados estrictos puede continuar contagiando si es picado nuevamente por el mosquito.
Además, están apareciendo casos hemorrágicos, más virulentos aunque no necesariamente letales.
Existen cuatro tipos de virus del dengue. Cuando una persona contrae la enfermedad, desarrolla inmunidad hacia la variedad con la que fue inoculada, pero se vuelve más vulnerable a los otros serotipos. Si es contagiada con alguno de ellos puede padecer la fiebre hemorrágica.
"La epidemia de dengue de 1999-2000 fue grande en la región, pero era todo dengue clásico, ahora además se están viendo casos hemorrágicos" señaló a IPS el médico Alfredo Seijo, encargado de la unidad de dengue del Hospital Muñiz de Buenos Aires, especializado en enfermedades infecciosas.
Desde 1998 se registran en Argentina casos de dengue clásico, con algunos picos, como en 1999 y en 2004, cuando hubo más infectados que los conocidos este año. Ahora "vimos 90 pacientes en el Hospital Muñiz y ninguno se había contagiado en Argentina", remarcó.
Antes de presentar los síntomas, esas personas estuvieron en Paraguay, Bolivia o Brasil, donde la cantidad de infectados es mucho mayor. El Aedes aegypti vive en casi todas las provincias del norte y centro de Argentina, pero sólo en tres enfermos de un total de 172 la infección provino de un mosquito autóctono, según las autoridades.
Esos tres casos corresponden a la nororiental provincia de Formosa, próxima a Paraguay. "El pasaje permanente de personas desde un país que tiene una epidemia importante puede desencadenar un brote aquí o en otras ciudades adonde llegan los inmigrantes", dijo Seijo, si bien minimizó el riesgo de contagios por picaduras en Buenos Aires.
Una situación algo mejor se observa en Uruguay, donde a pesar de haberse hallado el mosquito en seis de los 19 departamentos, hubo apenas cuatro enfermos desde comienzos de año, todos contagiados fuera del país, según informó a IPS el director general de Salud del Ministerio de Salud Pública, Jorge Basso.
"Los números están dentro de lo esperable", sostuvo el funcionario, quien no descartó que el cambio climático juegue un papel en la propagación de la enfermedad.
Uruguay y Canadá son los únicos países de América libres de dengue autóctono.
Los mosquitos transmisores de enfermedades son "extremadamente sensibles al cambio climático", dijo a inicios de mes el ministro argentino de salud, Ginés González García. "Los vientos, la temperatura y el régimen pluvial son factores decisivos en su distribución y abundancia", advirtió en un viaje a la frontera con Paraguay.
Seijo subrayó que los brotes de dengue coinciden con el momento de mayor intensidad de El Niño, un fenómeno climático periódico asociado a fluctuaciones de la presión atmosférica y de la temperatura de la superficie del océano Pacífico, que este año golpeó especialmente a Bolivia.
Desde los años 70, a medida que aumentaba la temperatura global como consecuencia del cambio climático, las tormentas, lluvias y otros fenómenos extremos asociados a El Niño se volvieron más frecuentes, intensos y persistentes, afirman expertos.
Existe riesgo de que las alteraciones climáticas amplíen la distribución geográfica de enfermedades como el dengue, la malaria, la leishmaniasis o el mal de Chagas, y que se prolongue la estación en la que se reproducen sus agentes transmisores.
* Con aportes de Franz Chávez (La Paz), Mario Osava (Río de Janeiro) y Raúl Pierri (Montevideo).(FIN/2007)