TORONTO, mar (Tierramérica) – Cuatro años después de la invasión estadounidense a Iraq, y pese a los 22.000 millones de dólares gastados en la reconstrucción, el país está sumido en una desastrosa situación ambiental.
"Los ríos Tigris y Éufrates son alcantarillas abiertas", dijo a Tierramérica el activista Azzam Alwash, presidente de la no gubernamental Nature Iraq, con sede en Bagdad.
Desechos industriales, hospitalarios y agrícolas y derrames de petróleo se vierten en esos dos enormes ríos que definen la región de la Mesopotamia y suministran buena parte del agua de riego y que bebe la población.
"Heredamos una terrible situación ambiental", se justificó la ministra del Ambiente de Iraq, Narmin Othman, en entrevista con Tierramérica desde la capital de su país.
El entorno natural iraquí fue devastado por las tres guerras que libró el país desde 1980 y por el abandono y la mala administración del régimen de Saddam Hussein (1979-2003). Entonces, "las leyes ambientales daban risa. Las industrias estatales contaminaban a voluntad", dijo Alwash.
Muchas de esas industrias producían material militar y fueron bombardeadas y saqueadas, dejando el país lleno de zonas industriales muy tóxicas. Otras áreas contaminadas corresponden a las industrias petrolera y metalúrgica.
El actual conflicto –desatado a partir de la invasión militar liderada por Estados Unidos el 20 de marzo de 2003 y que ha derivado en acciones contra la ocupación y en violencia sectaria– también deja montañas de escombros de edificios, vehículos y equipamiento bélico destruidos que hay que limpiar y depositar en algún sitio.
En 2005, un estudio del Ministerio de Ambiente de Iraq y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente identificó 50 puntos críticos en el país y urgió a actuar inmediatamente para limpiar los cinco peores.
Dos de los ellos han sido saneados, aseguró la ministra Othman. Se trata de la planta metalúrgica de Al Quadissiya, atestada de residuos tóxicos, bombardeada y saqueada, y de la abandonada fábrica de pesticidas de Al Suwaira, cercana a Bagdad.
Se requieren por lo menos 40 millones de dólares para cumplir plenamente con las recomendaciones de aquel informe.
"Hay que limpiar más de 500 plantas industriales estatales, cada una de las cuales equivale a uno de los 1.240 sitios de desechos peligrosos que tiene Estados Unidos en su territorio, llamados Superfunds (por el programa federal homónimo para eliminarlos), en los que se gastan miles de millones de dólares en limpieza", explicó Alwash.
Su cartera carece de fondos, equipamiento y personal entrenado, dijo. Existe desde hace apenas tres años y tiene muy poca capacidad, coincidió Alwash. La información ambiental es poco confiable y hay una enorme necesidad de controles y mediciones elementales y de estudios e investigaciones, dijo.
Pero hasta tomar muestras de agua o aire es peligroso por la inseguridad reinante. Lo mismo se aplica al respeto de normas ambientales, pues en buena parte del país no rige la ley.
"Yo paso conduciendo por fábricas de ladrillos que desprenden un denso humo negro, porque usan 'petróleo negro' ilegal como combustible barato", señaló Alwash.
En el pasado otoño boreal se informó que millones de barriles de petróleo negro –un derivado del proceso de refinación– fueron bombeados hacia valles abiertos y depósitos con pérdidas cerca del río Tigres e incendiados.
La contaminación aérea ya era seria y empeoró en los últimos tres años, reconoció Othman. Aunque el servicio de electricidad mejoró, la proliferación de generadores a gasolina y gasóleo agrava la situación.
El tratamiento de las aguas servidas registra mejoras.
La Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (Usaid) asegura haber rehabilitado plantas de tratamiento de agua, expandiendo el acceso al saneamiento a unos 5,1 millones de residentes urbanos, en un país de 26 millones de habitantes. Esto significa que "alrededor de 2,3 millones de iraquíes que en 2002 no tenían agua limpia para beber ahora la tienen", indicó Usaid.
Pero los esfuerzos estadounidenses para la reconstrucción se reducirán en el próximo año o año y medio, señaló en una declaración escrita Michael J. Walsh, comandante del Cuerpo de Ingenieros del ejército de la División de la Región del Golfo (Pérsico o Arábigo).
Los 3.500 millones de dólares que quedan de los fondos de reconstrucción tendrán que gastarse en agua, saneamiento y producción de petróleo. Pero el tiempo de los grandes proyectos de infraestructura terminó, aseguraron oficiales del Cuerpo de Ingenieros.
Los cálculos del costo total de la reconstrucción de Iraq oscilan entre 80.000 millones y 100.000 millones de dólares.
Pese a las malas noticias, se aprobaron leyes ambientales más estrictas y otros ministerios tomaron conciencia sobre estos temas, aseguró Othman.
La principal buena noticia es que volvieron a inundarse los pantanos mesopotámicos, drenados por el régimen de Saddam Hussein en los años 80, lo que destruyó hasta 90 por ciento de los 9.000 kilómetros cuadrados de ese ecosistema.
En 2003, un programa de reinundación patrocinado por Canadá, Italia y organizaciones conservacionistas internacionales comenzó a regenerar entre 25 y 35 por ciento de los pantanos, junto con mucha de su fauna y flora.
La ministra Othman admitió la necesidad de mejora de la seguridad y de la economía. Sin embargo, "el ambiente debe ser una prioridad para los iraquíes, pero no lo es".
Desde luego que la contaminación perjudica la salud de la población, afirmó Alwash. "Pero ese no es un asunto importante cuando una bala puede perforarte la cabeza al salir de casa", agregó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 17 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/2007)