Un año antes de las elecciones del año 2004, el doctor Leonel Fernández parecía encaminarse sin ninguna oposición a su retorno triunfal al poder. Desde los empresarios hasta los chiriperos cerraban filas de manera espontánea con el proyecto presidencial del nuevo líder del Partido de la Liberación Dominicana. Pero ahora, cuando el presidente ha definido su intención de seguir en el poder por cuatro años más, el panorama luce muy diferente. Después de las elecciones de medio término Leonel ha comenzado a generar una suma de factores negativos que amenazan conducirlo a un gran despeñadero electoral.
Contrario al escenario preelectoral del año 2004, cuando los principales sectores de la sociedad lo asumían como un candidato invencible, en este momento no ha logrado ni siquiera el apoyo total de su partido y cada día que pasa aumenta el número de sectores económicos, sociales y laborales enfrentados a su gobierno.
Aunque el presidente cuenta con el gigantesco aparato del poder, con muchos miles de hombres y mujeres dispuestos a defender “lo suyo”, no es menos cierto que ningún gobernante dominicano ha logrado reelegirse sin crear una base importante de apoyo en la sociedad y en sectores vinculados a los poderes fácticos del país.
Se podría, inclusive, pasar revista a los sectores que desde ya forman parte de la suma negativa que se ha ido generando alrededor del gobierno y de sus principales políticas públicas.
El primer segmento está constituido por el grueso sector de la población brutalmente castigado por los apagones y decepcionado por la incapacidad del Gobierno para mejorar una situación que prometió resolver de manera rápida y eficiente. Algunas comunidades del país, como los municipios de Sánchez y Samaná, en agosto del año 2004 estaban recibiendo energía durante 18 horas al día y ahora reciben precisamente 18 horas de apagones.
Le podrían seguir en este orden los padres de familia, las mujeres, los estudiantes y los pequeños y medianos comerciantes que viven permanentemente asediados por el ambiente de inseguridad que afecta a toda la población, sin que el gobierno tome medidas estratégicas, efectivas e inteligentes para enfrentar este gravísimo flagelo. Cerrar los negocios más temprano y perseguir a los que se toman un par de tragos probablemente no ha sacado ni un solo delincuente de la calle.
Los comerciantes detallistas que se alinearon casi unánimemente con Leonel en el 2004, ahora están profundamente disgustados con un gobierno que no le ha quitado el látigo de encima, con más apagones, más impuestos y restricciones de horario que reducen sus ingresos.
Los empresarios a todos los niveles, que endosaron generosamente su apoyo político y económico a Leonel en el 2004, han enfrentado abiertamente la voracidad fiscal y la irracionalidad del gasto público, quejándose constantemente de la incapacidad del Gobierno para crear las condiciones de competitividad que necesita el sector productivo para insertarse en el tratado de libre comercio.
Otro gran frente lo constituyen los operadores del transporte público, encabezando por sus organizaciones más representativas, ahora perseguidos y desacreditados por el Gobierno después que el propio presidente se comprometió formalmente a buscar una solución que no implicara un aumento de tarifa para los usuarios. Esta confrontación le garantiza a Leonel el rechazo casi unánime de un sector estratégico para hacer proselitismo y sumar votos.
Si bien es cierto que el presidente Fernández todavía mantiene buena química con el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, hay que decir también que cada día aumenta el número de obispos y sacerdotes de la base que encabezan las protestas sociales. Monseñor Antonio Camilo, arzobispo de La Vega, formuló una fuerte crítica al Gobierno y a los aprestos reeleccionistas, a la que se sumaron el secretario general de la Conferencia del Episcopado, Monseñor Juan Antonio Flores; el obispo de San Francisco de Macorís monseñor Jesús María Moya, el obispo de Santiago monseñor Ramón de La Rosa y Carpio, y el obispo de la diócesis de San Pedro de Macorís, monseñor Francisco Ozoria Zapata. Los prelados han coincidido en que la reelección ha sido y es negativa para la República Dominicana. En esta posición se alinearon los sacerdotes Rogelio Cruz y Regino Martínez.
Monseñor Flores advirtió que si algún "amiguito” del Gobierno no quiere reconocer la crisis económica, debe saber que la Iglesia sí lo reconoce, y está dispuesta a defender al pueblo.
Los propietarios de restaurantes y centros de diversión, condenados a la quiebra -si no logran rebasar los 15 meses que le quedan al gobierno- como resultado de una absurda política de control de las actividades nocturnas que en nada ha contribuido a reducir la criminalidad y la delincuencia. De hecho, todos los parámetros indican que estas prácticas se han acrecentado, probablemente coincidiendo con el aumento del desempleo que crean las medidas. Súmele a este sector los artistas, técnicos y trabajadores del espectáculo, afectados proporcionalmente por la recesión que afecta la industria del ocio y la diversión.
Otros sectores que han ofrecido señales claras de inconformidad con el gobierno son los trabajadores de la salud, los productores agrícolas, los obreros, empleados, chiriperos y desempleados que no terminan de recibir los beneficios del Seguro Familiar de Salud de la Seguridad Social, y todas las comunidades afectadas por la paralización de mil 200 obras públicas, tal como denunció el diputado peledeísta Alejandro Montás.
Por primera vez en su carrera política, el presidente Fernández tiene por delante la dura tarea de navegar con el viento en contra, al mando de una nave que ha comenzado a hacer agua y con una tripulación que parece haber olvidado el grito de guerra de su capitán: “e palante que vamos”, para acogerse a una consigna que resulta más práctica desde el punto de vista individual: “sálvese quien pueda”.
20 de marzo, 2007