Ese mundo de hipocresía en que habita "un culto y refinado" sector de la sociedad dominicana ha vuelto a aflorar con la ruborización provocada por unas declaraciones del licenciado Danilo Medina que, a propósito, tan acertadamente describen a mercenarios inescrupulosos de la política criolla. Aunque se quiera permanecer al margen, términos como "cementerio de muertos vivos", "tránsfugas", "cometas", "basura", "faltos de voluntad", "sin principios", "sin dignidad" y "sin prestigio" forman parte de esa cruda realidad conformada por logreros, oportunistas y negociantes que manchan el quehacer político.
Se alega que el precandidato presidencial peledeísta no debió referirse con términos tan hirientes de antiguos seguidores suyos que, de buenas a primeras, hoy respaldan la reelección del presidente Leonel Fernández. Lo malo, sin embargo, sería incurrir en infamia o encubrir una práctica perniciosa porque se trate de compañeros de partido. El problema no es el lenguaje, sino el oprobio de utilizar los recursos del poder para atraer simpatías.
Desalienta que antes de ser desterrado como profilaxis para adecentar el juego político, el transfuguismo, una lacra de que han sido víctimas hasta intelectuales prominentes, ha sido fomentado.
Con la ruborización, el perfumado sector denota su juego a la fantasía y el engaño, como la fachada que levantó el rey belga Leopoldo II para proteger el imperio de crímenes y corrupción que erigió en el antiguo Congo africano bajo la bandera del humanismo y la civilización. Lo del monarca viene a colación por sus elegantes modales, las conferencias y seminarios internacionales que auspició y la estructura que creó, porque además de siniestro era astuto, para apuntalar su figura y salvaguardar sus genocidios. Nadie fue más condecorado, reverenciado y bañado en incienso que el infame soberano, quien para engañar a media humanidad invirtió sumas millonarias en sobornar políticos, periodistas, intelectuales y religiosos de todos los continentes hasta que unos religiosos estadounidenses y británicos descubrieron y denunciaron la trama.
No todos eran tan ajenos a las sangrientas atrocidades y explotación en el Congo, pero se prestaron al juego para gozar de los obsequios y atenciones del "generoso" y bien educado monarca belga.
Es probable que esa élite perfumada que ahora se ha alarmado sea la misma que ni se inmutó cuando el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez calificó de "chusma" a los grupos populares por el "pecado" de exigir reivindicaciones sociales. Pero sabemos que la simulación es el disfraz que cubre el rostro de la hipocresía. Y por lo tanto sólo denunciando a los tránsfugas, para que familiares, amigos y relacionados los conozcan, se puede contener una práctica denigrante, inmoral. Aqui hay hasta profesionales. ¿Qué se puede esperar de un político que hipoteca principios o conciencia por prebendas o puestos para él y los suyos? Pese a la hipocresía de un "culto y refinado" sector social, la filípica de Danilo representa un valioso aporte al ejercicio político.