SANTIAGO.- Un tramo de la carretera que conduce a la comunidad Colorado, del municipio de Puñal, cedió en la tarde de ayer ante las lluvias registradas en los últimos días en la zona, provocando inconvenientes en el tránsito normal de vehículos y peatones. Así lo informó esta mañana Francisco Arias, director regional de la Defensa Civil, quien dijo que, desde que comenzaron a registrarse los aguaceros en la zona, la referida vía empezó a sufrir desprendimientos, hasta que ayer una apreciable parte de su longitud se deslizó.
“Este evento ha provocado que se dificulte de manera considerable el acceso vehicular a la comunidad de Colorado, aunque ya están trabajando en el lugar brigadas de Obras Públicas y el Ayuntamiento de Puñal, provistas de los equipos mecánicos necesarios”, indicó Arias.
En otro sentido, el funcionario de la Defensa Civil declaró que, producto de la continuidad de las lluvias en esta provincia, en la tarde de ayer volvió a desbordarse la Cañada del Diablo, sin provocar daños a personas, aunque muchas viviendas de las ubicadas en sus riberas sufrieron inundaciones.
Significó que no hubo que lamentar nada en lo que a vida humana se refiere, porque se tomaron previamente las medidas de lugar, pero que decenas de casas sufrieron los embates de las aguas.
Dijo que la Oficina de Meteorología ha pronosticado el registro de más lluvias en la zona, por lo que la Defensa Civil reitera el mantenimiento de la alerta verde, especialmente para las familias que residen en las llamadas “zonas vulnerables”, propensas al deslizamiento de tierra e inundaciones.
De manera fundamental, la alerta verde va dirigida a las personas que residen en las orillas de arroyos y cañadas, así como lugares previamente identificados como de peligro.
El pasado sábado, todo el perímetro urbano de esta ciudad sufrió inundaciones, como consecuencia de un prolongado y torrencial aguacero que provocó daños económicos cuantiosos, pero sin pérdida de vidas humanas.
Además de la Cañada del Diablo, el pasado fin de semana sufrieron crecidas los arroyos de Gurabo y Nibaje, anegando decenas de viviendas, sin que haya existido la necesidad de refugiar a ningún afectado.