Es la primera vez que se condena a un país por supuesta violación a los derechos humanos, que en realidad esta dando albergue a millones de nacionales de su vecino país; es la primera vez que vemos una campaña malsana y amparada en la declaración universal de los derechos de la humanidad que tiene la intención de dar una estocada mortal a la reputación y por consiguiente a la principal industria (la turística) de sustento de un país que dedica parte importante de su presupuesto a mantener a un un tercio de la población de ese país en cuestión.
¿Cual es el chantaje de los grupos pro haitianos?, ¿es que nuestras estadísticas no explican claramente que en nuestros hospitales los nacionales del vecino país se mezclan con los enfermos del nuestro sin ningún tipo de discrimen?, las parturientas de llegan a las maternidades sin hablar español y salen con sus crios sanos y salvos en sus brazos y sus hombres trabajan de sol a sol, pero tienen trabajo.
Miles de nuestros vecinos, oigan bien, miles de haitianos inconfundibles por su color y lenguaje, por su olor y comida, por sus canciones y pintura se esparcen por toda la geografía nacional dominicana. En playas y montañas, en valles y campañas realizan sus necesidades y crían a sus hijos. ¿Quién los corretea, los acosa, los mata, los apalea, los saca de las instituciones públicas, los impide comprar, vender?
Los organismos internacionales, sobre todo Amnistía Internacional, me merece mucho respeto; pero no debe dejarse manipular por hechos aislados que no son mas que una mancha en el lienzo blanco que le hemos tendido los dominicanos a nuestros hermanos haitianos. El pueblo dominicano es tan tolerante con el vecino país, que teniendo tantas diferencias culturales nos hemos acostumbrado, como dije, a aceptarlos como lo que son seres humanos en busca de mejor vida, así como andamos nosotros dispersos por la geografía mundial.
Pero yo le tengo un caso a Amnistía Internacional, son esos 12 millones de ilegales que viven en los Estados Unidos de Norteamérica, a los cuales deportan en cualquier momento y día separándolos de sus hijos nacidos en territorio norteamericanos; cuantos casos de familias separadas, de madres refugiadas en iglesias para que no les deporten con sus hijos norteamericanos. A esos trabajadores sin papeles se les paga por debajo del sueldo mínimo, en los campos del sur y suroeste de la Unión Americana, sin seguros médicos, sin casas apropiadas y viven acosados por la “migra”.