El reportaje de Kaelis Bautista publicado en Clave Digital el 20 de marzo del 2007 pone al descubierto un fenómeno en que se encuentra inmersa la sociedad dominicana: el juego de azar.
Según los datos presentados por Bautista, los juegos de azar regulados por el Estado mueven más de 20 mil millones de pesos al año, lo que constituye más dinero que el que se destina a la educación pública (Bautista sólo toma en cuenta las banca de lotería y deportivas, obviando tragamonedas, casinos, galleras, hipismo, fracatanes, bingos… y un largo etcétera que, como reseña, hace honor al dicho de que en el país se juega “hasta la picada de ojo”).
El número de establecimiento que brindan este “servicio” se ha duplicado en cinco años al pasar de 12,466 a 24,816.
Prácticamente no pagan impuestos, pese a la petición reiterada hecha por diversos sectores productivos de la sociedad dominicana y pese a que a otras actividades, como el de las bebidas alcohólicas, se las grava mucho bajo el alegato de que son “vicios”, en una muestra de inequidad fiscal.
Un estudioso del tema señala que, si se toman en cuenta todas las modalidades de juegos de azar, en el país esta actividad mueve más de 76 mil millones de pesos al año: el equivalente a 8,400 pesos per cápita al año.
¿Qué nos dice la Biblia de los juegos de azar? La pregunta es pertinente porque los cristianos el texto bíblico es la máxima autoridad en nuestras vidas… pero además porque los seres humanos necesitamos de argumentos que nos motiven y nos empujen para el cambio de conducta.
Una reflexión previa
¿Por qué jugamos? Podemos expresar numerosas explicaciones, pero creo que todas se reducen a una sola: queremos cambiar la realidad. Una realidad que vemos como limitación personal o social, que nos gustaría que fuera “distinta”… soñamos y creemos que el juego es una puerta para dar vida a nuestros sueños.
Los sueños del jugador se expresan en el deseo de prosperidad económica, en el deseo de cambiar el hoy en un futuro más placentero.
Sin embargo, detrás de ese querer “tener más” se está buscando la felicidad que muchas veces se expresa en sueños como la armonía familiar, pasarla bien junto a los suyos, darse algunos gustos, ser solidarios, vivir “sin problemas…”. Es decir, la felicidad tiene una base material, porque si no tengo la casa, el desahogo económico, el ayudar a la familia, no podré ser feliz… revelando en el juego un cuidado por los demás.
Además, el juego tira por tierra ese “voluntarismo” que enarbolan muchas doctrinas positivistas de que “querer es poder”, puesto que en muchas circunstancias la “felicidad” no viene como un logro, sino como un regalo cuyo origen es externo a la persona.
Estos párrafos previos sólo tienen una pretensión: ayudar a entender la lógica humana que hay en el juego y, por lo tanto, las ventanas que se nos abren para presentar a Jesús, el Cristo, como el Salvador. Algunas ventanas:
a)Jesús es nuestra plena realización y gozo. Los seres humanos tenemos un hueco, un inmenso “estómago espiritual” que requiere ser llenado, pero que el juego no puede llenar. Buscamos el gozo, la alegría, la felicidad. Nos embarcamos en callejones sin salida para encontrarlos, en respuestas cómodas pero falsas, sólo Jesús puede llenar esta inmensa necesidad de gozo y realización. El juego de azar conduce a una puerta falsa y perecedera.
b)Jesús nos ofrece la salvación como un don gratuito, pero no superfluo. Satisface nuestra necesidad de saber que grandes cosas no dependen de nosotros.
c)Jesús afecta toda nuestra vida y todas nuestras relaciones, por lo tanto responde a nuestra necesidad de ser solidarios con otros, pero desde una raíz profunda, confiable de modo absoluto, con lealtad completa, que no nos falla.
d)La salvación ofrecida por Jesús requiere una respuesta activa del hombre, un “Señor, heme aquí…”.
Desde la Biblia
Quiero concluir este comentario asumiendo unas reflexiones del Dr. John Bechtle de Christian Answers, que podríamos calificar como “la crítica al juego de azar”. Nos dice Bechtle que no hay ningún lugar específico en la Biblia que prohíba los juegos de azar, sin embargo, si contiene muchos principios que deben hacernos dudar de que la práctica de estos juegos sea la que Dios aprueba para un cristiano:
1. En su Palabra, Dios muestra al trabajo como la manera normal de ganar el dinero que se precisa para vivir (Ef. 4:28; II Tes. 3:12; Prov. 31). Cuando una persona no puede trabajar, la segunda opción es la oración (Fil. 4:6, 19).
2. Todas mis entradas le pertenecen a Dios, no a mí (Sal. 24:1), y yo no debería utilizarla como a mí me parece. Yo soy un mayordomo de Dios y debo utilizar el dinero de acuerdo a los propósitos de Dios. Los cristianos somos llamados a suplir las necesidades de nuestras familias (I Tim. 5:8), y también compartir con otros, particularmente con otros cristianos que tienen necesidad (2 Cor 8-9; Gal. 6:6-10; 3 Juan). Pregunta: ¿Desea Dios que yo utilice mi dinero para comprar un billete de lotería? ¿Comparto las bendiciones materiales que Dios me regala con otros hermanos?
3.Dios utiliza el dinero para lograr importantes propósitos para mi vida:
a.Suplir necesidades básicas (Mat. 6:11; I Tim. 6:8).
b.Construir mi carácter (Fil 4:10-13)
c.Darme dirección al proveer o retener recursos económicos en mi vida.
d.Ayudar a otros por intermedio mío.
e.Mostrar su poder al proveer milagrosamente.
¿Los juegos de azar proveen estos resultados? ¿Estoy esperando en Dios o en la lotería para la provisión de mis necesidades?
4.La codicia y la avaricia constituyen pecado (Ex. 20:18; I Tim. 6:9; Heb 13:5), y estos son los motivos en la mayoría de los juegos de azar.
5.La riqueza obtenida de forma incorrecta destruye las familias (Prov. 15:27).
6.El juego de azar puede ocasionar una adicción, y aunque no caigamos presa de él, no obstante nuestro ejemplo puede ocasionar que otros caigan esclavos del mismo (I Cor. 8:9, 13).
En definitiva, hay respuestas que constituyen callejones sin salida, falsas puertas. El juego de azar es una de ellas. Hay una sola respuesta verdadera para nuestra hambre inmensa de infinito: Jesús, el Señor…
Milton Tejada C.