La expresión se escuchaba frecuentemente a los actos públicos donde acudía el entonces presidente Hipólito Mejía.
"¡Llegó Papá!" "¡Llegó Papá!
Al salir de la Presidencia los gritos no se volvieron a escuchar. Era lógico, ya no era Presidente y su imagen estaba muy lesionada, no tanto por la manera en que terminó su mandato, con el país al borde del colapso, sino por la campaña desatada en su contra por la oposición, dirigentes de su propio partido, y hasta funcionarios de su propio gobierno.
Es cierto que la prima del dólar se disparó, que la canasta familiar se elevó. Pero las razones nadie las explicó debidamente en el momento oportuno. Nadie resaltó la voluntad política, el valor del presidente Mejía para enfrentar las crisis que se presentaron, como la quiebra fraudulenta de tres bancos privados que amenazaron el sistema financiero.
Además de la situación interna, le cayó como un rayo el 11 de septiembre con sus dos torres gemelas rodando con todas sus consecuencias. Entre las torres gemelas y la quiebra de los bancos el país perdió mas de 200 mil millones de pesos.
Pese a todas las adversidades, el presidente Mejía se mantuvo firme y dispuesto a impedir que el país colapsara como apostaron muchos dentro y fuera del Gobierno.
A todo eso se agrega que el manejo de la imagen del Presidente no fue adecuado. El propio Mejía, inexplicablemente, vendió una imagen de sí mismo que no se corresponde con su don de gente, de buen ser humano, buen padre, amigo de los amigos, dotado de sensibilidad y amor por la gente, prendas no siempre exhibidas. El país no conoció al verdadero Hipólito Mejía.
Pese a resabios que no pasaban de una palabrota o un chiste de mal gusto, Hipólito no puso en peligro la libertad de expresión. Se comportó, aún en las peores condiciones, como un verdadero demócrata. La noche del 16 de mayo cuando admitió su derrota antes que hablara la Junta Central Electoral, llevando paz y tranquilidad al país, es la mejor demostración.
El presidente Mejía salió mal del gobierno. Con su imagen por el suelo. Hablar de Hipólito Mejía era hablar del pájaro malo. Y era injusto. Pero sus enemigos de la oposición y sus "amigos" del gobierno, con la colaboración entusiasta de los medios de comunicación, se encargaron de presentarle al pueblo una imagen distorsionada de Hipólito, a lo que él, tal vez sin darse cuenta, también contribuyó.
Han pasado casi tres anos desde que salió del Gobierno. La gente ha comenzado a ver más claramente las cosas. Pese a las promesas, discursos bonitos y constantes viajes al extranjero del presidente Leonel Fernández, el país no avanza. Ahora estamos peor. No hay un chele en la calle y la inseguridad ciudadana causa horror. Sin crisis bancaria, sin guerras ni terrorismo afectando el turismo y las remesas, la gente siente que el país marcha hacia el abismo, que la corrupción no se detiene en la puerta de ningún despacho, que en tres años no se ha hecho prácticamente nada.
Ahora se comienza a notar la diferencia entre este gobierno y el anterior. Y hasta los empresarios que apostaron a la derrota del presidente Mejía hoy se dan cuenta de que cometieron un error. Y se dan golpes en el pecho.
Es ante el desastre de este gobierno, ante la ausencia de un liderazgo serio y responsable que la imagen de Mejía ha vuelto a levantarse. Como Lázaro, Hipólito resucita de su tumba política para levantarse y volver a caminar entre los vivos con un canto de esperanza. Al verlo caminar, la gente sale y grita, "Llegó papá", "Volvió papá". "Vuelve papá".
Entre el pueblo y el presidente Mejía se está produciendo un reencuentro. Hipólito Mejía es una realidad, y no puede ser ignorado como pretenden algunos dentro y fuera del PRD.
Cuando el presidente Fernández se reúne con él, se está reuniendo con el jefe de la oposición, con el líder de la oposición. Cuando el ex presidente Mejía acude a cualquier acto dentro del PRD y resulta el más aplaudido y reconocido, es porque las bases lo reconocen como su legítimo líder.