Marshall McLuhan, el comunicólogo más controversial, el profesor de literatura, el gurú de los mass media, hace ya tiempo apareció desnudo, nada más y nada menos que en las páginas de la revista Playboy, pero no físicamente, sino intelectualmente. Lo curioso es que en ninguno de sus libros o en sus publicaciones de otro tipo, se había podido captar su mensaje con tanta claridad, como en esa publicación frívola; a pesar de la penetración e impacto que tuvo su polémica frase: “el medio es el mensaje”, y que él parodió en su conocida obra: “El medio es el masaje”.
El estilo de McLuhan fue imitado hasta la saciedad, al igual que sus respuestas chocantes y provocativas, con gran sentido de la autopromoción.
Aunque McLuhan aparentemente está pasado de moda entre los intelectuales, su influencia nos afecta mucho a nosotros todavía, – quizá más que en su época -, de una manera inimaginable.
Evidentemente, que su manera poco ortodoxa de manipular los medios de comunicación, resultó ser su “arma” más poderosa para llegar a la celebridad. Además, él se encontraba en la plataforma mediática ideal en el momento preciso. Con esto logró, quizá sin proponérselo, el eclipsar de paso a su mentor Harold A. Innis, canadiense también como él, tal como lo demuestra Daniel J. Czintrom en su libro: De Morse a McLuhan.
Con relación a la otra frase tan citada de McLuhan: “La aldea global”, según nos cuenta J. Herbert Altschull, en su obra: From Milton to McLuhan; hacía más de un siglo que Samuel Morse, el padre del telégrafo, había pronosticado que la humanidad se comunicaría a la “velocidad del pensamiento”, convirtiendo a “todo el país en un vecindario”.
Todo lo anterior evidencia a las claras, que McLuhan era más original en la forma que en el contenido, es decir, que le puso una “envoltura” distinta a las ideas que ya circulaban, en el mundo académico.
Empero, ese detalle no le quita méritos, ya que él reelaboró, y en gran medida popularizó y recicló, los aportes de sus predecesores; y tal como señala Umberto Eco, los medios son “genealógicos”, es decir, que cada nuevo avance, se basa a su vez, en los avances de otros; y al pensamiento también le sucede lo mismo, como está demostrado.
El conjunto de experiencias y de conocimientos asimilado por McLuhan, le llevaron a dividir los medios en dos grandes tipos; tomando el vocablo “medio”, de la forma más amplia posible, y definiéndolo como: “cualquier tecnología que crea extensiones del cuerpo humano y de los sentidos, desde la ropa hasta el ordenador”.
Por una parte está el medio “cool”, que significa “fresco” o “relajado” o “suave”, en inglés, y que ha sido traducido por medio “frío”, o de “perfil blando”; y es aquél que tiene “poca definición”, y por lo tanto, deja mucho a la imaginación, provocando una “alta participación”. Por otro lado, está el medio “hot”, que quiere decir “caliente” en inglés, y que ha sido traducido por medio “caliente”, o de “perfil duro”; y es aquél que presenta “mucha definición”, y por consiguiente deja poco a la imaginación, provocando una baja participación.
Es preciso aclarar que estas definiciones de cool y hot, no se refieren al aspecto sexual, como cierta gente piensa.
Por ejemplo, una chica con gafas oscuras de sol, no exhibe sus ojos; entonces, quien la ve, no sabe lo que ella está mirando; igualmente, desconoce de qué color o qué forma tienen sus ojos, incluso, si es bizca o tuerta, en el caso extremo. Esas gafas serían un medio “cool”, porque provocan una alta participación en los demás, según McLuhan, y así por el estilo.
Sin embargo, si nos fijamos bien en las definiciones que el que el mismo McLuhan propuso, – y que han sido repetidas durante mucho tiempo hasta la saturación – , tomadas de la famosa entrevista que le hicieron en la revista Playboy, en el año 1969, comprobaremos que él no se refería exclusivamente a los medios de comunicación, como lo han interpretado erróneamente algunos, a través de los años.
Para el entrevistado, nuestras capacidades para prolongar o extender nuestras identidades o personas, convertían en parte nuestra a los objetos inanimados que nos sirven, de tal suerte que unos bártulos de madera o de metal, podían ser utilizados para ayudarnos a caminar(muletas); otros objetos metálicos también, se convertían en extensiones de nuestras manos (cubiertos); un aparato de plástico con sus circuitos, en nuestros oídos (teléfono), una rueda podía ser una prolongación de los pies (vehículo), y un libro sería, más bien, una prolongación de los ojos.
Observen que absolutamente todos los medios que McLuhan ponía como ejemplos, eran bienes de consumo.
De igual manera, y como se habrá podido comprobar, McLuhan tampoco se refería a los cinco sentidos clásicos, (vista, olfato, tacto, audición y el gusto) sino, a un concepto mucho más amplio, aparte de las otras sensaciones que recibe el cuerpo nuestro.
Por ejemplo, en el conocido sentido del tacto, en realidad se incluyen, al menos, seis aptitudes distintas, ya que posee sus terminaciones nerviosas diferenciadas, para el frío, el calor, para la presión, el dolor, el tacto propiamente dicho, y el sentido proprioceptor, que sirve para relacionar cada parte del cuerpo con las demás…Otro caso sería el sentido de la audición, ya que no solamente escuchamos, sino que dentro del oído se encuentra el sentido del equilibrio, y así sucesivamente. Todos estos sentidos estaban listos y disponibles para ser “prolongados”, según sus criterios y supuestos.
Cuando Thorstein Veblen publicó en el 1899, la primera versión de su famoso libro: Teoría de la clase ociosa, evidentemente que no estaba pensando en McLuhan, quien nació en el 1911, en Alberta, Canadá; no obstante, estableció en el ámbito académico el criterio de que las relaciones humanas se basaban en la imitación y en la envidia, llevándole escandalosamente la contraria a los economistas de la época. De esa manera surgió el conocido concepto del “consumo conspicuo”, el cual, según Veblen, se realiza básicamente para impresionar a los demás. Es decir, que se trata de un gasto no imprescindible, evidentemente típico de las clases pudientes. Tampoco Veblen estaba pensando en la “yipetocracia” dominicana, cuyos partidarios intentan impactar a toda costa a los demás con sus vehículos todoterreno, en un afán desmedido; aunque muchas veces no puedan o deban costearlos. El comprar vehículos de lujo sin poder permitírselo, pone en evidencia los complejos seculares de unas clases sociales nuestras.
Veblen tuvo un sucesor en la persona de James Duesenberry, nacido en el 1918, en cuanto a teorías se refiere, porque planteaba con su “efecto demostración”, lo que le sucedía al consumidor cuando entraba en contacto con bienes superiores, o sea, de mayor calidad y mejor aspecto que aquellos que ya poseía. Esto demuestra que él enfocó el fenómeno desde el extremo opuesto.
A todo lo anterior hay que sumarle una ley universal en economía, aceptada por la generalidad, que afirma que el conjunto de necesidades, deseos y caprichos humanos, nunca está satisfecho. A esto es preciso añadirle, otro principio económico llamado la “Ley del mínimo esfuerzo”, que sostiene que las personas, para satisfacer sus apetencias inextinguibles, tienden a emplear el menor esfuerzo posible. Naturalmente, que esto hay que matizarlo, porque existen numerosos factores que condicionan, propician o entorpecen, esa pretensión y propensión humanas.
Si recordamos ahora lo que decía McLuhan de que “el medio es el mensaje”, y dicho medio precisamente era “una prolongación de los sentidos”, y las prolongaciones a su vez eran bienes de consumo, él en realidad lo que estaba insinuando y postulando, era que los artículos que consumimos, tienen o proyectan un “mensaje”, que los demás captan, – y hasta pueden causar la envidia que mencionaba Veblen -.
He aquí la gran coartada de McLuhan, ya que muchos de sus críticos de la época se perdían en sus razonamientos, creyendo que McLuhan se refería a los medios de comunicación con su frase “el medio es el mensaje”, y era en la práctica un auténtico promotor del consumismo.
Simultáneamente, para reafirmar el aspecto teórico de McLuhan se promocionó en el arte al artista pop Andy Warhol. Como bien se sabe, el pop es un estilo típico estadounidense que emplea elementos de la sociedad de consumo, que es el punto fuerte, precisamente, de la llamada “civilización americana”. Warhol tuvo la habilidad de invertir el proceso habitual, ya que se sabe que el arte es, – entre otros – , un inmenso laboratorio donde se ensayan los signos y los símbolos aprovechables por la publicidad. Warhol tomó las ideas de la publicidad y las convirtió en arte exportable. Así sus obras de las latas de sopa Campbell’s y el limpiador Brillo, se convirtieron en emblemas en el mundo entero. Aunque él no es el único artista pop, sí ha sido, y es aún, el más influyente. Toda su obra remite al consumo.
De paso, Warhol mitificó a ciertos personajes que se convirtieron en leyendas, como es el caso de Marilyn o de Elvis, dos de los iconos más importantes de la sociedad capitalista, rentables, famosos, imitables, e influyentes, aún después de muertos. Astutamente, Warhol entremezclaba imágenes de personalidades millonarias, famosas o polémicas entre sus trabajos de serigrafía, y de esa manera pudo ganar mucho dinero, porque los ricos se sentían halagados al estar en las mismas paredes de la sala de exposiciones, al lado de celebridades, y por supuesto, le compraban al artista.
Y precisamente el consumismo fue la verdadera arma estratégica que los estadounidenses le opusieron al expansionismo soviético, durante la llamada Guerra Fría. Es decir, le contrapusieron el afán de consumo, con el consiguiente “efecto demostración” que eso provoca, al concepto ideal del sistema comunista, que resultó ser ineficiente para producir bienes de consumo para provocar “envidia”, y para enviar “mensajes” a los demás.
McLuhan era el teórico de toda esa estrategia, el que le “restregaba en la cara” a los comunistas lo que ellos no tenían, materialmente hablando, y tampoco podían producir con su régimen anquilosado, y Warhol era el de la iconografía. Otra “cuña” para agrietar aún más el sistema comunista, la introdujo el papa de origen polaco Juan Pablo II, con sus viajes a su Polonia natal y con su actitud de resistencia.
El talón de Aquiles de la desaparecida Unión Soviética, fue su fracaso estrepitoso como un sistema capaz de proporcionar a sus ciudadanos aquellos bienes y servicios que tanto envidiaban a los occidentales; a pesar de los grandes logros en los campos espacial, nuclear, militar, educativo y cultural, etc. La Unión Soviética era una potencia gigantesca, pero con los pies de barro, incapaz de producir alimentos básicos para su población, y mucho menos, bienes de consumo sofisticados pertenecientes a las llamadas nuevas tecnologías.
Al final de la década de los 80, se demostró a las claras, que la praxis capitalista con su gran capacidad de adaptación, era mucho más funcional, económicamente hablando, que la rígida ortodoxia teórica marxista; representada por Mijail Gorbachov, quien intentó corregir el sistema soviético con su “glasnot” (apertura), y su “perestroika” (reestructuración), no obstante, ninguna de esas medidas pudo evitar la caída del imperio comunista, en el 1991. Ese régimen económico que empezó en le 1922, no duró ni 70 años.
Como era de esperarse, el “efecto demostración” también exacerbó a los nacionalistas de la antigua Unión Soviética, porque en definitiva, cada etnia quería resolver sus carencias económicas a su manera, y en la mayor libertad posible. Estos acontecimientos también le dan la razón a Veblen, ya que la envidia, el egoísmo, y la capacidad de imitación se imponían, al levantarse la presión militar y política.
El desmoronamiento de la ex Unión Soviética, como era de esperarse, ha tenido repercusiones mundiales, pero para el caso específico del continente americano, donde el único régimen comunista que ha perdurado en el poder, es el caso cubano, como secuela de los acuerdos entre Kennedy y Kruschev del 1962; ya que para que los soviéticos desmantelaran sus bases de proyectiles de Cuba, el presidente estadounidense se comprometió a no invadir la isla caribeña, entre otros acuerdos secretos.
En esos momentos, se vivieron en el mundo los días más tensos y peligrosos de la llamada “Guerra Fría”, pero eso no impidió que la URSS, y su aliada Cuba, persistieran en sus empeños de financiar y alentar guerras de guerrillas, en todos los sitios posibles, tal como lo habían hecho desde que Castro tomó el poder en el 1959.
Hoy esos movimientos guerrilleros han degenerado o se han adaptado a las nuevas realidades políticas y económicas, como es el caso de los zapatistas en México, quienes defienden los derechos de las etnias autóctonas víctimas de la discriminación, pero que han caído en un punto muerto, y que ellos relanzan periódicamente; o el caso de Colombia, que se han convertido en traficantes, o en protectores de ellos, – principalmente de cocaína y de esmeraldas – , después de haber dejado la ideología, y el romanticismo revolucionario atrás hace tiempo.
Sin embargo, el nuevo socialismo, producto de las urnas, que propugna el presidente Chávez en Venezuela, con el apoyo incondicional de Fidel Castro, beneficia a ambas naciones, ya que Cuba recibe petróleo, y otros recursos frescos, y Venezuela acoge a miles de técnicos y profesionales cubanos. La gran interrogante es si Chávez será capaz de usar los cuantiosos capitales con que cuenta, para proporcionarles a los venezolanos pobres una mejor calidad de vida, o si los utilizará para lograr apoyos de otras naciones para su causa, y con fines propagandísticos…
Debido principalmente a su ubicación geográfica, es decir, dentro de la zona de influencia más directa del impero estadounidense, y concomitantemente con los movimientos guerrilleros, nuestros pueblos continentales han sido sometidos a una propaganda política y a una publicidad incesantes; y tal como se ha demostrado hasta la saciedad, los medios de comunicación son “reality constructors”; y precisamente en este continente, han sido los grandes forjadores del llamado “sueño americano”, que tan bien tipifica en una de sus composiciones nuestro genial artista Juan Luis Guerra. Todo ello facilitado por la globalización en las comunicaciones, como, por ejemplo, el telecable; y también por los Tratados de Libre Comercio, que provocarán más envidia al disponerse de más bienes de consumo.
Lo anterior implica que el consumismo que McLuhan promocionaba, y que fue convertido en arma política; el “consumo conspicuo” de Veblen, y el “efecto demostración” de Duesenberry, llevan años provocando desasosiego e intranquilidad en las masas desposeídas de Latinoamérica, ya que sus exiguos ingresos les impiden tener acceso a los bienes de consumo que los medios les muestran, y de los que sus familiares que viven en los EEUU les cuentan, y los que viajan comentan.
Esto también es válido en el caso de los africanos, con relación a Europa, o de los países más pobres de Asia, con respecto al Japón y otras economías asiáticas. La publicidad es tan perniciosa que muchos turistas japoneses que acuden a París encandilados por la publicidad francesa, – siendo ellos un país más adelantado tecnológicamente que Francia – , sufren desilusiones.
Si hacemos un brevísimo recuento histórico, con respecto a nuestro continente, es preciso recordar el hecho de que los conquistadores españoles, lo primero que establecieron en las tierras americanas, fueron los privilegios para la monarquía y para la nobleza, conjuntamente con los de la iglesia católica, los cuales fueron impuestos a sangre y fuego, diezmando las poblaciones autóctonas en el caso dominicano y subyugándolas, en otros países continentales. Basta con verificar cómo son marginadas todavía las razas aborígenes en Perú, México, Guatemala, Brasil, o Bolivia, por poner cinco ejemplos. Todos esos privilegios se han mantenido intactos, con la variante de que ahora los tienen ciertas clases sociales de privilegiados, incluyendo los descendientes de aquellos conquistadores…
De la misma manera sufren discriminación los que descienden de los esclavos africanos en muchos lugares.
Todo esto ha provocado que con el transcurrir de los siglos los pobres sean aún más pobres, y los ricos más ricos; y que la corrupción y la represión política se perpetúen, a favor de los privilegiados, y que las poblaciones de nuestras repúblicas hayan crecido si control, debido a la ignorancia, con lo cual se eterniza el círculo vicioso de la miseria y de la pobreza, y que los niños que nacen entre ellos, no tengan muchas garantías de supervivencia mínimas.
A todo lo anterior hay que sumarle el egoísmo miope de las naciones desarrolladas, que en su afán permanente de lucro y de explotación, se olvidan de que los menesterosos de sus respectivas zonas de influencia, incluyendo a los que tienen una aspiración desmedida en esas naciones explotadas, no se resignan a no ser consumidores algún día, y por ese motivo básico siempre anhelan llegar a las “tierras prometidas” más cercanas a como dé lugar, aunque luego resulten ser espejismos y fracasen en el intento.
Como prueba de nuestras afirmaciones tenemos a los mexicanos y de otros grupos latinoamericanos que pretenden cruzar ilegalmente la frontera de los EEUU; y los estadounidenses responden levantando muros y aumentando los controles, pero no se percatan de que la fiebre no está en la sábana, ya que el problema lo crean ellos mismos; o los dominicanos que pretenden llegar en “yola” (embarcación típica dominicana) a Puerto Rico; o bien, los africanos que tratan de arribar a la Comunidad Europea en “pateras” cruzando el Mediterráneo, a pesar de que en Europa los necesitan para que trabajen en las labores que los de la comunidad no quieren hacer, y para que coticen los impuestos, con el fin de poder mantener las pensiones de los jubilados, por las bajas tasas de natalidad que tienen; o los balseros cubanos en su ruta hacia la Florida; o los chinos que pretenden llegar a los diferentes “paraísos soñados” de cualquier continente…los bolivianos que son deportados de Europa, en especial de España, son testigos y víctimas de esos dramas humanos.
El efecto de relumbrón es tan fuerte, que hasta los haitianos quieren venir a la República Dominicana, otro país subdesarrollado; y en Brasil viven centenares de miles de sudamericanos ilegales.
Mientras en el mundo exista un Consejo de Seguridad en la ONU, instrumentalizado para mantener privilegios y ventajas, y mientras nuestras materias primas no sean valoradas por nosotros y no por los mercados financieros extranjeros, entre otras razones; los pobres seguirán presionando e intentando mejorar sus vidas.
Cada día que pasa se nota la ausencia de un verdadero organismo mundial que defienda los intereses de la especie humana, y no de unos pocos países. Por esas razones no se han podido tomar medidas suficientes para evitar el calentamiento global, o para defender las especies en vías de extinción, para proteger la naturaleza y con el fin de prevenir muchas guerras, pillajes, expolios y saqueos.
Los organismos de crédito internacionales cometen una falta de ética grosera, negociando y concediendo comisiones a funcionarios locales corruptos, cuando solicitan préstamos; que endeudan aún más a los países empobrecidos, acrecientan la dependencia y enriquecen a los políticos deshonestos, quienes sólo saben anteponer sus intereses personales, por encima de todo. Esa práctica debería de ser sancionada por la ONU.
Marshall McLuhan, el futurólogo de los mass media, quien falleció en el 1980, se olvidó que la dinámica del consumo también es cool para los subdesarrollados, y que aquello que los países ricos provocan en nuestros pueblos, al final se vuelve contra los que crearon el fenómeno.