El problema haitiano debe ser resuelto, pero no será logrado con el odio y la doble moral con que pretenden algunos dominicanos. Presa del odio, no es posible a una persona orientar de manera racional cómo se debe encarar de manera patriótica el asunto haitiano, que tenemos que reconocer es un problema para los dominicanos.
Lo que ha pasado en la Junta Central Electoral (JCE) con el caso de Sonia Pierre es el mejor ejemplo de lo poco útil a los fines patrióticos que es la xenofobia o el odio racial. Se trata del uso abusivo de un estamento del estado para consagrar a través del mismo el odio, sin prever el daño que se podía producir a la patria y nacionalidad que dicen defender.
Quienes odian a los haitianos siempre lo necesitarán en trulla en el país. El que odia necesita del odiado para poder recrear su desahogo. “El odio es un sentimiento negativo, de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, situación o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir aquello que se odia.
Quienes odian a los haitianos lo necesitan como cortadores de caña, recogedores de café y en otras labores agrícolas, en la construcción, en los servicios de seguridad y domésticos, recogiendo limosna en las calles. Habrá quienes Y lo necesitan ilegales, indocumentados, sin ningún derecho aquí.
Un inmigrante ilegal y denigrado es una presa fácil en el mercado de trabajo. Por eso, no es casual que los más propensos a contratar al haitiano son precisamente aquellos que simulan desprecio por su presencia en territorio dominicano.
La doble moral consiste en reclamar en otros países el derecho a nacionalidad de los inmigrantes dominicanos, y al mismo tiempo negárselo a los haitianos en Republica Dominicana.
Es doble moral ser hijo de extranjero, o descendiente directo de un inmigrante de otros países que no sea Haití, gozar el privilegio de la nacionalidad dominicana, y despacharse negando el mismo derecho a un haitiano.
Es doble moral haber inmigrado ilegalmente a Estados Unidos, haber procreado hijos bajo esa condición, y andar proclamando desde allí que similares derechos no se les deben reconocer a los haitianos en República Dominicana.
Es doble moral condenar la presencia haitiana en Republica Dominicana, y desde que requiere de alguien para algún servicio buscar a los haitianos, porque cobran menos que los dominicanos.
El presidente Leonel Fernández, cuando era candidato a la Presidencia, en una entrevista concedida a El Nuevo Día de Puerto Rico dijo que de ganar los comicios solicitaría la legalización de los dominicanos indocumentados en Estados Unidos. Cuando el periodista le preguntó si esta dispuesto a impulsar similar medida a favor de los haitianos ilegales en Republica Dominicana trago en seco y dijo que ese era un problema nacional.
De modo que el odio y la doble moral contradicen la vocación patriótica enarbolada y se constituye en un ruido en el empeño necesario de que se establezcan políticas migratorias claras.
El Estado Dominicano esta en la obligación de establecer reglas migratorias claras, con prioridad hacia la migración haitiana que es la mayoritaria, pero debe precisarlas en torno a otras nacionalidades que vienen y van como chivos sin ley.
Y esas decisiones tienen que ser ya, deben ser adecuadas a las necesidades nacionales, estableciendo cuántos inmigrantes requerimos y en que sectores de la economía.
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