Ya no tendremos tu ímpetu con nosotros, pero el Señor sabrá ser justo y poner en el lugar adecuado ese ánimo persistente, esa solidaridad infinita que volcaste sin tregua sobre tus familias y quienes te conocimos en el camino. Adiós Martha, ya no estarás en las redacciones ni en los encuentros de jamonas consuetudinarias. Ya no te tendremos con las jocosidades y las cuerdas.
Yo no había visto, Martha, una periodista que haya concitado tantas expresiones de tristeza y solidaridad por tu condición de salud: los que te enviaban notas, los que te queríamos de verdad, los que cruzaban llamadas en el día para saber de ti, tus amigos y compañeros del Caribe.
Es increíble Martha, los seis días de tu coma profundo fueron una reverencia a la amistad, un quitarse el sombrero ante tu silencio en el lecho, aspirando todos a que te levantaras de allí y regresaras con tu alegría.
Martha, ahora estamos sin ti; nos quedamos en esta tierra que amabas y de la cual no te fuiste nunca.
Con tu viaje al Cielo tengo una aspiración sencilla: que el Señor le reserve un lugar a tu sonrisa.
Adiós Martha, adiós.