En la República Dominicana no solamente se les da cuerda a ciertos relojes y a algunos juguetes, sino, que también la dan y la reciben las personas; en el entendido de que la frase “dar cuerda”, o la de “darle cuerda (a uno)”, implican todo un “arte” donde se mezclan el zaherimiento, la sorna, la burla, el humor, el sarcasmo, la chanza, la ironía, ¿y por qué no?, el sadismo.
En las acepciones que nos interesan, el Diccionario Enciclopédico Salvat, define las frases arriba mencionadas como: “ir dando largas a un negocio”, y “animar a alguien a hablar de lo que le interesa, halagar sus inclinaciones”, respectivamente. Evidentemente que estas definiciones se quedan cortas para explicar el fenómeno dominicano, el cual tiene menos que ver con el arte de ganar amigos, que con el de conseguir enemigos.
Que quede claro que la “cuerda” no es un patrimonio cultural exclusivamente nuestro, empero, aquí toma matices y ribetes muy interesantes y particulares, desde el punto de vista de la comunicación, y de las relaciones humanas cara a cara; debido, entre otros motivos, a que el recipiente de la “cuerda”, puede contraatacar, lo cual llamaremos: la “contracuerda”.
En principio, el origen de la “cuerda” habría que achacárselo a una o más de las motivaciones básicas de todos los animales, incluyendo, por supuesto, al hombre. Según el legendario investigador marino francés Jacques-Yves Cousteau, son cuatro, a saber: la defensa del territorio, la necesidad de buscar alimento, el impulso para reproducirse, y la competencia entre las especies. Sin embargo, ni siquiera esta última motivación puede justificar y explicar a cabalidad, que se le dé “cuerda” a un retrasado mental, a un anciano, a un pedigüeño, o a un niño, a un demente, o a uno que padezca del síndrome de Down, por poner algunos ejemplos, de las cuales hemos sido testigos.
Probablemente, la gran “madre” de todas las “cuerdas” sea la vagancia, es decir, el ocio, el cual si no se sabe emplear genera mucho aburrimiento y tedio. Esto significa, que la “cuerda” es uno de los pasatiempos favoritos de los dominicanos para ocupar el tiempo libre, aunque sea en el “trabajo”. A esto hay que sumarle, los vagos que “producen” las divisas recibidas de aquellos que trabajan en el extranjero, quienes “ayudan” a sus familiares de aquí, enviándoles dinero. Esto no significa que el “cuerdero” sea exclusiva o medularmente un vago, sino, que si no tiene nada en qué entretenerse, tanto si labora, o si es un desocupado, acude a dar “cuerda”. No se les ocurre leer en libro, o iniciar un debate de interés cultural, ir a un museo, ir a pasear a un jardín…sino en “dar cuerda”. Es algo arraigado culturalmente.
Es más, hasta se podría afirmar que existen “cuerderos” por tradición familiar, quienes perfeccionan y mejoran su “arsenal” a diario, ya que desde que se levantan, es “dando cuerda”, empezando por su propia familia.
Inclusive, existen “cuerderos” por profesiones, en especial aquellos que trabajan en talleres donde hay varios trabajadores sentados uno cerca del otro, como los zapateros, entonces, se entretienen para no aburrirse de la rutina, dando “cuerda”.
El colmo de los colmos es la gente que se da “cuerda” a sí misma, lo que significa una “autocuerda”, como una manera de auto-estímulo, o bien, para no cometer un mismo error, etc. Por ejemplo: “¡yo si soy bruto, yo debí de haberme…!”, o, “¡está bien que me pase, por lento!”, y así por el estilo.
De los tres países que más han incidido o que influyen actualmente en nosotros, por diversos motivos históricos y culturales: España, Haití y los EEUU; en ninguno de ellos la “cuerda” alcanza la relevancia social, y los matices psicológicos nuestros, ya que en los Estados Unidos y en España, los “cuerderos” son escasos, comparativamente hablando, y los haitianos son muy susceptibles, y la “cuerda” degenera rápidamente en una ofensa personal.
Si alguien le llama a un haitiano “masisí”, en su país, que significa “gay” en créole, corre el riesgo de que por lo menos lo insulten.
En otras naciones como en el Perú, por ejemplo, la “cuerda” es también una afición nacional, no obstante, influye muy poco en la República Dominicana. Una vez, cuando realicé un viaje a esa nación, un amigo mío dominicano que tenía problemas con la próstata, me encargó que le comprara en Lima la famosa “uña de gato”, ya que él alegaba que la que vendían en Santo Domingo no era la original, y no tenía las propiedades curativas. Una vez allá, cada vez que preguntaba en la capital peruana por el medicamento casero, empezaban a “darme cuerda”, pero no me decían dónde la vendían. Al final regresé sin la “uña de gato”, porque nadie me informaba, y lo que hacía era perder el tiempo, y para colmo casi todos se reían, por un producto que no era para mí.
Por otro lado, los ingleses en el Viejo Continente, tienen su humor irónico, sarcástico y elegante, pero están todavía más alejados geográfica y culturalmente de aquí, y así sucesivamente.
Empero, el “cuerdero” en cualquier latitud, lo que pretende es desestabilizar y desmoralizar al otro, para lograr su dominio y hegemonía psicológicos; aunque, de hecho, también existen “cuerdas” como “entrenamiento” a los más jóvenes; o bien, para motivar o presionar a alguien con la intención de que se comporte de una determinada manera. Además, la “cuerda” puede tener un aspecto jocoso, lo que se conoce como la “cuerda sana”, o inofensiva, pero, en definitiva, si se analiza en profundidad, la actitud “cuerdera”, o un comportamiento de ese tipo, siempre remite a lo mismo.
Precisamente, el “asalto a la identidad”, según R. J. Lifton, de la Universidad de Yale, en su libro llamado Thought Reform and the Psychology of Totalism, es el primer paso, o primera fase, de la técnica del “lavado de cerebro”, también conocida como “adoctrinamiemto”. Y es que la “cuerda”, como mecanismo popular al alcance de todos, practicada para eliminar la competencia, y como un instrumento de mantener a raya el adversario; real o en potencia, emplea ese mismísimo recurso también, lo cual no es ninguna coincidencia.
De todas formas, la auténtica “cuerda” suele tener una cierta dosis, más o menos elevada, de envidia, resentimiento, venganza, y sobre todo, de mucha confianza en el trato personal. Por consiguiente, cuando no existe ese trato confiado, se la conoce y considera como un “atrevimiento”, y falta de respeto hacia el otro; y para colmo, como una “frescura”. Normalmente, la “contracuerda” no se hace esperar.
Habitualmente, y por razones de confianza mutua, la “cuerda no implica un contacto físico entre las partes envueltas; no obstante, todo buen “cuerdero” sabe muy bien, que la “cuerda con same”, (derivado del dominicanismo “samar”, que significa: pasar la mano), es decir, aquella que implique el humillar a la otra persona, o dejarla en ridículo, en cuanto a su integridad corporal se refiere, combinada con la acción de “darle cuerda”, puede tener un efecto devastador. Por ejemplo, despeinando a la “víctima”, o apretándole los cachetes, dándole un coscorrón, o pellizcándole el trasero, entre otras lindezas. Ya que además de zaherir, se le rompe la “burbuja de la personalidad”, o sea, de ese espacio imaginario de protección personal que “rodea” a toda persona, el cual varía de tamaño dependiendo principalmente del grado de agresividad del sujeto.
Si ambos contendientes están más o menos igualados, físicamente hablando, o si el más débil aparentemente no tiene miedo, la “cuerda con same” puede degenerar fácilmente en una pelea a puñetazos y patadas; se sabe, incluso, de “cuerdas” que han terminado en homicidios.
Otra variante, motivada principalmente por el afán de venganza, es decir, de buscar una revancha, debido a una alta dosis de odio, resentimiento y agresividad contenidos, suele conducir a la práctica de la llamada “cuerdaza”, o “súpercuerda”, también conocido como “un cuerdón”. Consiste en el empleo de “artillería pesada”, lo que equivale a utilizar todo el “armamento” posible que esté disponible. Lo típico es que quien inicie la “cuerdaza”, sea el resentido y/o el acomplejado, o sea, el que tiene la carga emotiva. En ciertas ocasiones uno ni se imagina la gran cuota de odio contenido y de envidia corrosiva que acumulan ciertos individuos, pero con la “súpercuerda” salen a la superficie los traumas que padecen, como una sentina abierta.
El “cuerdón” también está emparentado con la llamada “pelelengua”, o insulto verbal, con la diferencia de que esta última, precisa de unas dotes histriónicas muy acentuadas, para poder escenificar el escarnio e intentar amedrentar al otro. Por esas razones la “pelelengua” es más habitual en las mujeres.
A pesar de que existe un código de ética informal entre los “cuerderos”, que consiste en respetar los temas-tabúes, como la mención de los progenitores, los problemas de salud, y los defectos físicos que puedan padecerse; ni en el “cuerdón”, ni tampoco en la “pelelengua” se respeta dicho acuerdo no escrito.