Con esta reflexión, escuché el sermón de la misa de resurrección de esta finalizada semana mayor, una semana que a muchos de los de nuestra clase nos dejó un sabor amargo, del cual estoy segura nos repondremos.
Cuando escuchaba a ese sacerdote de la zona norte, pensaba en cuanta razón tenía por que muchas veces maldecimos en vez de buscar una solución al problema que nos acarrea en un momento determinado, maldecimos y no pensamos con la cabeza fría en la búsqueda de una solución para el problema.
Esta frase me llevó por diferentes caminos, pero la escencia de ella se resumía en lo mismo, ser un ente canalizador de soluciones para esos pequeños problemas que la mayoría de las veces afectan a nuestra comunidad.
Dicho de esta manera, la frase particularmente se puede aplicar en un sentido más general y práctico con relación a la situación del país, donde como seres humanos en vez de coadyubar a las autoridades, maldecimos a las mismas.
Esta reflexión nos mueve a cada uno de nosotros a olvidarnos del unipersonalismo y a ser más plurales, a pensar más en el amigo, en el vecino en la persona que nos queda al lado que en el egoismo en el que nosotros como seres humanos vivimos metidos.
Esta reflexión me ayuda a pensar en que si nos entregamos y somos más proactivos tanto en el trabajo como en la comunidad donde habitamos y/o hacemos vida ya sea religiosa o secular encedemos luces de esperanza en vez de maldecir la oscuridad en la que a veces nos encontramos.
El positivismo es buen compañero, pero este debe ir acompañado de la obra que hace falta para construir el camino de la paz y la armonía que hace falta, para hacer de nuestra República Dominicana una nación más prospera y fuctifera.