Se asocia, por lo regular, a la palabra “poder”, conceptos diferentes a los que planteo aquí. La palabra en sí, provoca inquietud, porque se refiere, por lo regular a desigualdad, opresión, lucha, desequilibrio y una ambición desmedida que hablan del miedo a perder, de la necesidad de conservar lo que se tiene. Desear este poder y buscarlo, casi siempre crea insatisfacción y tensión, porque nunca se tiene suficiente. Las personas que necesitan esa clase de poder para vivir, generan una lucha constante con los demás y consigo mismos y terminan siempre llevándose por delante cosas y seres muy queridos.
El poder que sí debemos tener y jamás perder es el de manejar nuestras propias vidas, el de no permitir sentirnos víctimas de las circunstancias o de las personas y pensar que la vida “cobra” por todo lo bueno que nos sucede, que tendremos que pagar un precio muy alto por conseguir cualquier cosa.
Si bien es cierto que se necesita perseverancia y decisión para alcanzar metas y vivir como queremos, también es cierto que contamos con un poder inherente a nosotros, que nos motiva, nos impulsa y crea las condiciones necesarias para nuestro bienestar. Ese poder lo tenemos todos, por ser hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. No es privilegio de unos pocos, como se suele creer. Esos pocos, tienen “poder” para mandar, para decir a otros lo que deben hacer o no, para construir cosas y tomar dinero de donde sea para satisfacer sus más caros sueños… pero les dura poco, no viven realmente, porque la ansiedad los consume, la profunda inseguridad que sienten los lleva a mantenerse “a la defensiva” tratando de no perder lo que han conseguido.
Es importante saber la diferencia entre “el poder real” y el poder que sólo sirve para pisotear. Cuando se hace alarde del poder y se usa indiscriminadamente, simplemente estamos hablando de miedo y ansiedad, de perturbación. El verdadero poder, el que viene de tu interior, siempre te trae paz, hace que te sientas dueño de ti, te sitúa en posición de ganador y te conecta íntegramente con el poder creador, el que sólo puede dar Dios!
La responsabilidad es tuya. Utiliza tu poder para crear tu propia realidad: aquella que te permita tomar las mejores decisiones para tu vida, llenándola de bendiciones y prosperidad!