Los chivos comenzaron a desaparecer como por arte de magia.
Los chivos de la zona se alimentan en pastoreo libre, sin que nadie los detenga, no importa si están en terrenos de Lucas o de Juan Miguel. Al final del día todos vuelven, como por instinto, al hogar. El campesino los cuenta para ver que no le falte ninguno.
Así ha sido durante años, desde cuando los perros se amarraban con longaniza… Cada quien sabe los chivos que tiene, el tamaño y hasta los colores de sus animales.
Un buen día, los campesinos comienzan a notar la falta de sus chivos. Nadie dudaba del vecino. No había motivos.
A todos les parecía muy extraño que, de repente, a todos les faltaran tres o cuatro chivos.
– ¡Qué raro! -dijo Carmelo Moncion, uno de los pequeños propietarios de chivos.
– A mí también me parece muy extraño, porque nunca se me había perdido un chivo en mucho tiempo- reflexionó Natividad Román.
A José le inquietaba una camioneta Hilux, 4X4, doble cabina, color rojo que había visto en más de una ocasión merodeando la zona. El vehículo no era de nadie del pueblo. Jamás había visto esa camioneta de lujo ni a sus ocupantes.
De momento, no relacionaba al vehículo con la desaparición de los animales.
Unos pensaban que talvez se trataba de un ratero insignificante, pero otros decían que no, que se pueden desaparecer dos o tres chivos, pero no 30 o 50, que se trataba de una operación en grande, de un grupo de ladrones de ganado de los que andan por todo el país cambiando de provincia frecuentemente para no ser atrapados.
La camioneta roja coincidía con la desaparición de los chivos. Era un hecho.
Cada vez que la Hilux doble cabina, 4×4, color rojo pasaba por La Antona, una sección de Guayubín, Villa Vásquez, faltaban entre ocho y diez chivos. -¡Qué vaina!- dijo uno.
Las cosas habían tomado un matiz muy serio y preocupante.
Los campesinos se inquietaban. Decidieron hacer guardia día y noche. Un grupo vigilaba durante el día y otro en la noche.
Los resultados no se hicieron esperar. Atraparon, in fraganti, a los ladrones, que no eran sólo ladrones de chivos, sino asesinos de chivos.
En efecto, la camioneta roja Hilux 4×4, doble cabina, con placa oficial unas veces y placa privada L207460, otras, era la responsable.
En la "cama" de la camioneta Hilux 4×4, doble cabina, color rojo, estaban los chivos muertos a balazos. Es decir, los chivos asesinados.
¡Vaya sorpresa!, la banda de ladrones asesinos de chivos la encabezaba un funcionario del Ministerio Público, un fiscal adjunto de La Vega.
Y lo que es peor, el hombre portaba un fusil serie TVE00196 con mira telescópica y silenciador. ¡Diablos, una mira telescópica y un silenciador, como en las películas!
No eran, como dicen los campesinos de la zona, cazadores, eran ladrones asesinos de chivos, y quizás capaces de matar a cualquier persona que se interpusiera en su camino. Ellos sabían perfectamente que estaban cometiendo un delito, que estaban robando, que estaban matando.
Los campesinos no salieron de su asombro cuando el jefe de la banda se identificó como todo un señor fiscal de una provincia tan importante como La Vega, donde el fiscal titular tiene fama de hombre serio y responsable.
El fiscal adjunto Miguel Alejandro Chals, a quien ahora llaman "matachivos", fue entregado a la Policía Nacional para que metiera preso al hombre y sus cómplices.
Era Jueves Santo y llovía. No importó. El poder es para usarlo. No en balde el fiscal es prominente miembro del partido. El matachivos estaba cobijado por el manto del poder.
Era Jueves Santo y llovía. Pero no importó.
Para poner en libertad al matachivos aparecieron, como resucitados por la providencia, un juez, un fiscal, un procurador, más de un general y más de un amigo con influencia para un "arreglo amigable".
Al cabo de un par de horas, el matachivos estaba en su casa, al igual que sus cómplices.
Se comprometió a pagar 35 mil pesos.
A los campesinos no les quedó opción. Aceptaban el "trato" o se quedaban sin nada. Y pensaron que, para todo perdido, algo ganado. Todavía esperan el dinero del fiscal matachivos.
La historia del matachivos pone de manifiesto el avance de la Justicia. La retrata de cuerpo entero. Es un caso aparentemente insignificante. Pero no importa, los robabancos desde adentro de los bancos tampoco van a la cárcel aunque hayan quebrado el país. Es la misma porquería arriba que abajo. El poder es el poder.