Uno de los graves problemas de los políticos dominicanos es que no son capaces en el ejercicio del poder de mantener los principios y la coherencia que le dieron sentido a la existencia de sus partidos en el devenir de los tiempos.
Cuando Hipólito Mejia, después de adjurar miles de veces de la relección, sucumbió a sus deseos continuistas, dentro de un ejercicio nada claro de fondo y de forma de la política, quiso llevarse con él y su manido proyecto el pensamiento y la figura del más grande lider de masas del pasado siglo, ahora es la figura y el pensamiento del político más serio, en todos los sentidos, que tuvo el país en el pasado siglo, y que seguirá, por lo menos para quienes no han renunciado a sus predi-cas siendo el marco de referencia del político coherente y viril hasta el dia de su muerte.
EL dilema hoy es que ya uno no sabe a quien creerle, ni como hacerle entender a ciertos dirigen-tes que hay cosas que aunque se hagan desde el poder, con el poder del dinero, nadie las cree ni las respalda, que la renuncias a los principios no son trasladables, ni siquiera pueden ser impuestas a base de los mecanismos pocos serios que brinda el poder.
Y lo que es más cuando vengan a darse cuenta, una inmensa mayoria de sus compañeros, y hasta de quienes le acompañan en el ejercicio de un derecho, que es incopatible con las obligaciones y con el respeto al lider y al partido, van a dejar el dilema, y serán entonces, como le pasó a Hipólito el pueblo en las urnas que dará la respuesta a la osadia.