La reforestación puede llevarse a cabo para mejorar y asegurar las fuentes hidrográficas o para tratar de mantener el nivel óptimo de salinización de los suelos, pero si no se estudia el terreno podría efectos desastrosos sobre los ecosistemas. Los procesos de reforestación, mal planteados, pueden perturbar los ciclos hidrológicos y la composición de los suelos al punto de su degradación según un estudio realizado por científicos en Argentina.
El estudio alerta sobre los peligros de la reforestación, una práctica del ámbito de la selvicultura destinada a repoblar áreas en las que antes había vegetación de tipo variado que ya no existe como consecuencia de cualquier tipo de actividad humana.
Los científicos Esteban Jobbagy (de la Universidad Nacional de San Luis, en Argentina) y Robert Jackson (de la Universidad de Duke, en Estados Unidos) estudiaron desde 2002, han estudiado un lugar en Argentina en el que se habían realizados plantaciones de eucaliptos de raíces profundas cercanas a áreas pobladas por hierbas autóctonas de la Pampa.
Los análisis de la composición química de los suelos y del agua subterránea de tres zonas concretas en las que convivían de cerca ambas especies, fueron complementados con análisis más detallados de cortes transversales de 400 metros de largo en el terreno, explican en dicho estudio los investigadores.
Los científicos señalan en la presentación de su trabajo que las diferencias químicas entre los bordes de dicha plantación y su núcleo eran evidentes en todo el tramo estudiado.
Las aguas subterráneas no salinas, ligeramente ácidas y con alta concentración de bicarbonato de las áreas en que predominaban las plantas autóctonas, cambiaban radicalmente dentro de las plantaciones de eucalipto, donde predominaban el cloruro disuelto, los sulfatos, el calcio, el magnesio, el sodio disuelto, el carbonato y el bicarbonato.
Para todos estos análisis se utilizó un modelo de investigación denominado FLOWNET, que consiste en una representación gráfica de dos dimensiones del flujo de las aguas subterráneas.
Con dicho modelo se definieron, entre otros elementos, los flujos hidrológicos entre el suelo y las capas freáticas, revelando que la plantación de eucaliptos absorbía una gran cantidad de agua de dichas capas freáticas (casi el 50% de las precipitaciones anuales), y producía un exceso de salinización en los suelos (en comparación con el área de las plantas autóctonas, una salinización 20 veces mayor).
Los eucaliptos fueron seleccionados para la repoblación por su rápido crecimiento, sin tener en consideración la enorme cantidad de agua que requieren para subsistir y que supera con creces la de la vegetación que inicialmente poblaba esa zona.
Los ingenieros señalan en su informe que este aumento del consumo de agua ha dado lugar a nuevas reacciones químicas en el ecosistema y a complejas reacciones entre la vegetación, los suelos y el nivel freático.
Por lo tanto, aunque hay zonas en que la reforestación puede ser positiva, como en las zonas desérticas, porque permite que se retenga el agua, los grandes cultivos forestales en cambio también pueden ocasionar el efecto inverso, desecando y empobreciendo los suelos por exceso de concentración salina.
El fenómeno se debe a que las raíces de los árboles se hunden más profundamente que las hierbas, entrando hasta un nivel más profundo en la capa freática. Los investigadores señalan la necesidad de que toda plantación de importancia venga precedida por un estudio medioambiental con el fin de determinar si el balance será positivo o negativo.
Por otro lado, otro de los argumentos a favor de la reforestación, el que afirma que reduce los niveles de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, también ha sido rebatido por estos ingenieros, que aseguran que 44 millones de hectáreas de bosque de los Estados Unidos no reducirían la tasa de emisiones más que en un 10% y que, por tanto, una mejor solución sería la de controlar las emisiones del parque automovilístico.
Este trabajo de la autoría de Olga Castro-Perea, fue publicado en www.tendencia21.net