Lejos de ser un motivo de orgullo luce, paradójicamente, que las 41 medallas obtenidas por República Dominicana en Panam 2003 fue una afrenta para la Nación. Cada vez que en cualquier escenario se menciona la excelsa labor de los atletas dominicanos en los XIV Juegos Panamericanos realizados aquí, se percibe un llamado al silencio en procura de que no se propague la idea de que el país está en condiciones de reeditar esa jornada que incluyó diez medallas de oro.
Justamente, son las medallas doradas las que se deben evaluar si se toma en cuenta que son las que aplican para determinar el ranking que ocupan los países en el medallero general.
Las medallas de plata y bronce son preseas de consolación, principalmente para los países pequeños que van a coger cajeta de los Estados Unidos, Cuba, Brasil, Canadá, México, etc.
Es cierto que en las ocho versiones que el país había participado, hasta Panam 2003, sólo se había logrado una sumatoria de cuatro medallas de oro: béisbol (1953), tenis de mesa (1983), boxeo (Joan Guzmán, 1995) y pesas (Wanda Rijo, 1999).
Ello quiere decir que nunca antes habíamos obtenido más de una medalla de oro en unos Juegos Panamericanos y tanto en 1979 (Puerto Rico) como en 1983 (Venezuela) el país obtuvo 14 medallas, siendo el mayor total en ambas ocasiones y quedando evidenciada una notable inferioridad con respecto a las 41 del 2003.
También es cierto que cuando una nación es sede de una justa internacional sus posibilidades de éxito aumentan, primero, porque participa en todas las modalidades deportivas y, segundo, porque los visitantes no vienen cubiertos en todas esas modalidades. Además, el escenario y el ambiente localista muchas veces ejercen influencia física y emocional.
Aún así, la actuación de nuestros atletas debe estar muy por encima de Winnipeg 1999 cuando el país obtuvo una medalla de oro (Wanda Rijo), cuatro de plata (Miosotis Heredia, Luis Benítez, Juan Jacinto y Katy Acevedo) y cinco de bronce (Guillermina Calendario, Sensión Quezada, Plaiter Reyes, Luis Vizcaíno y Eleucadia Vargas).
En caso contrario, si nuestros muchachos no son capaces de estar por encima de Winnipeg, aunque queden un poco por debajo de Santo Domingo 2003, el avance deportivo que se proclama quedaría muy cuestionado, y la inversión que se hace en el deporte, aunque debe ser optimizada, quedará en entredicho.
Quien dijo que Félix Sánchez, Juana Arrendel, Juan Ubaldo Cabrera, Wanda Rijo, Heidi Rodríguez, Rubel Salomón, Luis Benítez, Gina María Ruiz y Ju Lin, o sus reemplazantes, no son capaces de reeditar el oro del 2003.
Y en el caso del voleibol femenino, único deporte de conjunto que conquisto medalla de oro, el mito de la casa rodó por el suelo cuando en Cartagena, una plaza neutral, las dominicanas le dieron una pela 3-0 a las cubanas, ambas escuadras con sus planteles completos.
¡Adelante!, atletas dominicanos, los diez oro del 2003 no deben ser una afrenta para el país, todo lo contrario, debe constituirse en un motivo de orgullo, aunque no en un exceso de confianza ante los rivales de Río de Janeiro 2007.
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