El país ya tiene que ponerle freno a la creciente ola de delincuencia que azota a todos los estratos de la sociedad.
Ya nadie está a salvo.
Ni en el hogar.
Ni en la calle.
Ni en el transporte público ni privado.
Ni en los espacios de recreación pública.
Ni en los barrios seguros
Ni en ninguna parte.
El país tiene que reaccionar con determinación y firmeza para reclamar al Estado el cumplimiento de sus responsabilidades frente a los ciudadanos.
Más allá de las promesas demagógicas y politiqueras.
Más allá de las medidas efectistas que no atacan la raíz del problema.
Más allá de las estadísticas embadurnadas en las que nadie cree.
Más allá de la salida fácil de coartar los derechos y castigar doblemente a los ciudadanos.
Más allá de las cumbres, las consultas, los forums y los seminarios que no resuelven nada.
Más allá del mundo idílico y el bienestar intangible que se nos vende a través de la propaganda oficial.
El país no puede permanecer con los brazos cruzados mientras delincuentes reconocidos e identificados asaltan impunemente a nuestras familias y a nuestros hijos.
El país no puede seguir aplaudiendo en silencio la incapacidad del Estado para trazar y aplicar un plan de seguridad que castigue directamente a los delincuentes y no a los ciudadanos.
La sociedad en pleno debe exigir al Estado que invierta en más y mejores policías.
Que garantice la iluminación y una vigilancia razonable y permanente en las áreas estratégicas de nuestras comunidades.
En las avenidas y calles de mayor tránsito.
En los parques, las plazas y los principales espacios públicos.
Algún reducto debemos garantizar para que nuestras familias se sientan razonablemente tranquilas y seguras.
No se trata de inventar el hilo en bollito.
Sencillamente no podemos seguir tolerando de manera impasible tanta desidia y tanta negligencia en el ejercicio de una responsabilidad del Estado Dominicano.
No hay otra manera de decirlo:
¡Basta ya!