Estados Unidos, con dos intervenciones armadas y una injerencia permanente para encubrir sus intereses ha hecho más daño a República Dominicana que ninguna otra nación. Ahora mismo acaban de imponer un tratado comercial que, conforme a economistas como el doctor Miguel Ceara Hatton, no guarda parelelo en materia de castración de la soberanía económica. Sin embargo, para la élite ni la Intelligentsia que se cobija bajo las sombras del poder, Estados Unidos representa problema alguno para la independencia, la soberanía y el futuro del pueblo dominicano. No importa que el DR-Cafta, como observó Ceara Hatton, le otorgue capacidad legal para intervenir en los asuntos internos durante las próximas décadas. Tampoco que sus empresas gocen de igual o mejor trato que las nacionales.
Con todo y que el convenio tenga, como es obvio, sus puntos luminosos, máxime en lo que se relaciona con reglas de juego claras y definidas, demasiado dependiente se ha sido históricamente de Washington para reclamar respeto frente a humillaciones flagrantes. No se puede olvidar que fruto de la primera intervención norteamericana no solo son cosas buenas y útiles como carreteras, la organización del Estado e importantes obras, sino especímenes como Trujillo, que fomentaron el servilismo que todavía impregna la sociedad dominicana.
Pese al nefasto legado, más problema para este país lo representa la nacionalidad de Sonia Pierre. Y todo, porque esta mujer ha incurrido en el delito de denunciar práctias atentatorias contra la dignidad humana que, por razones no estrictamente raciales, se cometen aqui contra haitianos y domínico-haitianos. Al sector que encabeza la embestida no hay dudas de lo mucho que le ha dolido que la prestigiosa Fundación Kennedy reconociera la valiosa defensa que esa digna compatriota realiza a favor de los descendientes pobres de haitianos.
Estoy con Ceara Hatton en cuanto a que si existiera una amenaza a la dominicanidad, la bandera enarbolada por los inquisidores de nuevo cuño, muchos de los cuales como paradoja simpatizaron o respaldaron la humillación de 1965, esa amenaza no viene de Haití. Porque, como muy bien observa, con la vecina República no hay ninguna legislación que nos obligue ir más allá del respeto y la cordialidad que debe existir entre naciones que comparten fronteras. El fraude bancario, que ha sido más devastador para la vida y la conciencia, no ha tenido la repulsa que esos inmigrantes que, forzados por las circunstancias, se establecen en suelo patrio.
Aunque el DR-Cafta tenga muchos elementos fundamentales para el orden y la nueva cultura que ha requerido República Dominicana para avanzar en su desarrollo, ha de tomarse en cuenta que nadie en su sano juicio negocia para perder. En el acuerdo comercial Estados Unidos lleva todas las de ganar a niveles incluso que lesionan principios tan fundamentales como la soberanía.
Pero como vivimos en un país en que conforme a los intereses del momento la ficción y la historia suelen cambiar de identidades, suplatándose una a la otra como en las fiestas de disfraces, actuamos en la forma en que lo hacemos.