“Las leyes, después de publicadas, son obligatorias para todos los habitantes de la República, si ha transcurrido el tiempo legal para que se reputen conocidas”. Artículo 42 de la Constitución de la República.
“El síndico Roberto Salcedo defendió este lunes la construcción de un helipuerto en la Plaza Omar Torrijos, del Malecón, porque ese lugar había sido arrabalizado y utilizado para actos inmorales por personas desaprensivas, al punto de que autoridades diplomáticas panameñas aquí le manifestaron su indignación por el descuido en que pusieron el lugar negocios autorizados por anteriores autoridades municipales”.
Esta fue la explicación que ofreció el síndico en un programa de televisión para tratar de justificar el desmantelamiento de la plaza Omar Torrijos y de paso mutilar la más importante área verde del litoral Sur de Santo Domingo, reconocido como parque nacional mediante la ley 202.
El síndico, que al tomar posesión de su cargo juró solemnemente cumplir y hacer cumplir las leyes y la Constitución de la República, pretende justificar lo injustificable, incluyendo la violación de la ley 64-00, sobre Medio Ambiente; la ley 202, sobre áreas protegidas; y la ley 305, sobre la franja marina de los 60 metros; así como el artículo 42 de nuestra carta magna, sobre el efecto obligatorio de las leyes.
Con su reconocida capacidad histriónica, recurre al increíble argumento de que la plaza Omar Torrijos estaba arrabalizada y era utilizada por personas desaprensivas para actos inmorales, y no conforme con eso le hecha la culpa a los que acondicionaron el lugar para el disfrute ciudadano y a los que le entregaron a él la responsabilidad de cuidar y regular el uso de ese espacio público.
Es decir, culpable es Peña Gómez porque construyó la plaza, o Rafael Subervi porque la remodeló y la mejoró, o Johnny Ventura porque rehabilitó su iluminación y permitió la instalación de algunos quioscos que ofrecían servicio a los ciudadanos que talvez que no tenían capacidad para comprar un sandwiche o una cerveza en el hotel Santo Domingo.
Roberto Salcedo, que durante cinco años al frente del Ayuntamiento no invirtió un centavo para mejorar la plaza o para organizar a su mejor criterio a los vendedores que allí operaban, ahora se lava la mano y le hecha la culpa a sus antecesores. Y paro colmo dice que ha rescatado la plaza para convertirla en una propiedad de uso particular. Cuanto descaro
Una visión excluyente y elitista
Roberto Salcedo tiene una idea muy equivocada de lo que es una ciudad. El piensa que una ciudad funciona mejor al margen de la gente. Su estrategia ha sido precisamente "rescatar" los espacios públicos impidiendo que la gente pueda utilizarlos. El entiende que rescató la plaza Juan Barón porque ya nadie va ese lugar. Y dice que rescató la plaza Omar Torrijos porque eliminó los quioscos que daban servicio a los visitantes, lo mismo que hizo con la plaza de Guibía, que en lugar de rehabilitarla, destruyó todas las instalaciones construidas por el doctor Peña Gómez en el año 1986.
Roberto Salcedo, oriundo de un barrio pobre de la capital le niega a los pobres que no tienen propiedades de lujo en Juan Dolio ni pertenecen a los clubes de la alta sociedad, no solo el derecho de disfrutar de la vida asociativa en los espacios públicos, sino también la oportunidad de desarrollar actividades económicas de supervivencia, como pasa por ejemplo, en el Centro Histórico de Cartagena, donde funciona una plaza con vendedores de arepa colombiana, o en Bay Side, Miami, donde abundan los quioscos operados por microempresarios, o en los alrededores del Rio Sena, en París, donde buhoneros se ganan la vida con la autorización y el control del propio ayuntamiento.
El "rescate de Roberto Salcedo" significa sacar primero a los vendedores que dan servicio y luego a la gente, como lo ha hecho en las plazas Juan Barón y Omar Torrijos. Este último lugar Roberto logró convertirlo en un sitio yermo y tenebroso, a donde nadie acudía. De ese modo creó las condiciones para justificar el desmantelamiento de la plaza y la destrucción del área verde. Mientras los síndicos anteriores cuidaron la plaza y la pusieron al servicio de los ciudadanos, Roberto trata de eliminarla y convertirla en un patrimonio al servicio de dos o tres personas que tienen helicópteros, en una ciudad donde hay pocas plazas habilitadas para el uso público y donde ya existen 14 helipuertos para dos o tres usuarios.
Mientras tanto, el drenaje pluvial de la ciudad no puede ser peor, los mercados están totalmente abandonados, no hay iluminación en los parques, ni siquiera en el Mirador Sur, que Roberto dice haber rescatado. Las obras iniciadas por el Ayuntamiento del Distrito también están abandonadas, incluyendo la remodelación de la Avenida Duarte y la construcción del Barrio Chino, donde el ayuntamiento no ha invertido nada en reciprocidad con la inversión hecha por la comunidad china.
23 de abril 2007
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