JOHANNESBURGO, abr (IPS) – Sudáfrica planea aumentar su producción de biocombustibles, pero expertos alertan que la iniciativa puede perjudicar a los agricultores de subsistencia y causar más hambrunas en zonas ya empobrecidas del país. Sus defensores en Brasil y Estados Unidos alegan que los biocombustibles, como el etanol, son una alternativa de energía más limpia que proviene de fuentes renovables.
Pero su producción en sí misma gasta mucha energía y utiliza combustibles de origen fósil para procesarlo y transportarlo.
En los últimos años, el creciente apetito por esa fuente alternativa, sumado a los precios en alza del crudo en los mercados internacionales, elevó por ejemplo la demanda de maíz, uno de los vegetales utilizados para producir etanol, y aumentó los precios de las mercaderías.
Por puro interés recaudatorio, Sudáfrica espera poner pronto en marcha una política de biocombustibles que, según el gobierno, revitalizará el sector agrícola y allanará el camino para el desarrollo de la industria local.
Las autoridades indican que esa industria ayudará a que el país alcance su objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el marco del Protocolo de Kyoto, se crearán 55.000 puestos de trabajo y contribuirá al crecimiento económico.
La mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento del planeta a los gases invernadero como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso.
Bajo el Protocolo de Kyoto, acordado en 1997 en esa ciudad japonesa, 35 países industrializados, excluyendo a Estados Unidos y Australia, se comprometieron a reducir sus emisiones de gases invernadero en al menos 5,2 por ciento para 2012, respecto de las cifras de 1990.
Algunos agricultores sudafricanos se mostraron confiados de que los cultivos capaces de generar "combustible verde" se conviertan en una importante fuente de ingresos.
Restan aún tres años para esté construida la primera planta procesadora de bioetanol en Sudáfrica. La idea es producir una relativamente baja cantidad, cinco por ciento del suministro total de combustible en comparación con 85 por ciento en Brasil y Estados Unidos.
"Los biocombustibles serán un gran negocio dentro de unos años. Ese es el futuro si queremos sobrevivir y ser competitivos", señaló Theunis Pretorius, quien posee 1.800 hectáreas en la central provincia Estado Libre.
Pero no todos piensan igual. A algunas personas les preocupa que un paso en ese sentido sea una distracción para los cultivos destinados a la producción de alimentos, mientras aumenta la presión de los precios, en especial para los más pobres.
Un plato rico en calorías, una papilla consistente a base de harina maíz cocinada en avena, que acompaña guisos o carne asada, sigue siendo una comida popular y bastante barata en Sudáfrica.
Según, Michelle Pressend, investigadora del Instituto para el Diálogo Global, con sede en Johannesburgo, los biocombustibles suponen un riesgo para la sustentabilidad ambiental. La agricultura intensiva suele requerir grandes cantidades de combustibles fósiles para hacer funcionar la maquinaria, utiliza insumos peligrosos y degrada el suelo.
Pressend también se mostró preocupada por la posibilidad de que Sudáfrica pierda la capacidad de autosustentarse o de exportar el excedente de maíz a los países vecinos, pues las principales tierras de cultivo cada vez más se destinan para la producción de combustible y no para alimentos.
"No sólo tenemos que pensar en el argumento ambiental. También tenemos que considerar la seguridad alimentaria", sostuvo Pressend.
·Si las fuentes de alimentación se convierten en biocombustibles puede haber escasez y aumento de precios", arguyó.
El reemplazo de productos comestibles por cultivos redituables destinados a la generación de energía puede erosionar los esfuerzos tendentes a combatir el hambre en África subsahariana, una región con escasez de alimentos y donde viven unas 200 millones de personas con desnutrición, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Este año, grandes franjas de campo de África austral se verán afectadas por inundaciones o sequías. A causa de esa situación, deberán importarse miles de toneladas de maíz para combatir el déficit, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Lo que es peor, ahora Sudáfrica, neto exportador de maíz blanco, deberá importar ese producto porque la producción estuvo por debajo de las expectativas.
Este año, los precios del maíz en Sudáfrica alcanzaron su punto más alto en décadas. Algunos especialistas esperan que esta tendencia al alza continúe debido a la fiebre mundial por el bioetanol.
Otro asunto que preocupa es que las actividades agrícolas de gran escala utilizan las tierras más productivas para cultivos destinados a la industria de biocombustibles, desplazando a los campesinos de subsistencia que utilizan antiguas técnicas y carecen de capacidad para competir en el mercado mundial, indicó Pressend.
"La gran interrogante es cómo los biocombustibles van a favorecer al gran sector agrícola y a los agricultores comerciales con grandes extensiones de tierra a expensas de los pequeños que no puedan seguir el ritmo", señaló Pressend.
Tras 12 años de terminado el apartheid, el régimen de segregación racial en perjuicio de la mayoría negra por parte de la minoría blanca, los agricultores de origen europeo siguen poseyendo la mayor cantidad de tierras cultivables, pese a la política gubernamental de devolver un tercio de ellas a la población autóctona antes de 2014.
"El camino descendiente del gobierno está en conflicto directo con el imperativo de seguridad alimentaria. Los más pobres y vulnerables ya sienten el ajuste. Los precios van a seguir aumentando en algún momento", puntualizó Jeremy Wakeford, economista experimentado de la Universidad de la meridional Ciudad del Cabo.
"El gobierno tendrá que decidir si promocionar los productos alimenticios o los combustibles", concluyó.
Según Wakeford, los agricultores de subsistencia deben ser los primeros en participar en la industria local de bioetanol.
"Necesitamos acelerar la implementación de un programa de capacitación para que los pequeños agricultores produzcan suficiente alimento para cubrir sus necesidades y saquen un poco más de los biocombustibles", apuntó.
"Esta cuestión debe manejarse con cuidado o pueden aparecer hambrunas. También puede haber más muertes causadas por el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) en personas mal alimentadas", alertó.
"Eso puede provocar descontento social, pues Sudáfrica tiene una sociedad civil muy dinámica que no dudará en reclamar la intervención del gobierno si los precios se vuelven insostenibles", advirtió.
Algunos de estos temores se volvieron realidad en otras partes del mundo en desarrollo. La demanda mundial de etanol de este año es en parte responsable del aumento de los precios del maíz en México, donde la tortilla, elaborada con ese cereal y base de la dieta de la población más pobre, de muy gasto costo, acusó el golpe.
Los consumidores reaccionaron indignados por el incremento del precio del maíz y el gobierno mexicano debió intervenir para controlarlo.
Por su parte, Craig Steward, del Instituto de Investigación Internacional de Johannesburgo, minimizó las posibles consecuencias, tanto positivas como negativas, de que Sudáfrica vaya tras los combustibles renovables, alegando que el país está limitado por su pequeña industria agrícola.
Steward arguyó que los beneficios de la industria del etanol en Sudáfrica tienden a la reducción de su dependencia en las importaciones del petróleo.
"Alimentación versus combustible es uno de los grandes debates", admitió.
"Pero no me atrevería a decir que esto pueda afectar el suministro de alimentos en forma negativa, porque estamos hablando de pequeñas cantidades de cultivos para biocombustibles en comparación con los destinados a la alimentación", concluyó Steward.