El 28 del mes en curso se cumple 42 años de la gloriosa gesta heroica desarrollada por dominicanos y las dominicanas dignas que con las armas en las manos defendieron el honor de la patria mancillada por la segunda intervención militar norteamericana sobre el suelo dominicano en el Siglo XX.
42 AÑOS DE LA SEGUNDA INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA
POR: Mateo Aquino Febrillet
El autor es profesor universitario.
Se recuerda que en 1916, el gobierno norteamericano invadió el suelo dominicano y se mantuvo en él por 8 años, durante los cuales estableció el tinglado político para el surgimiento de la extensa dictadura encarnada en Rafael Leonidas Trujillo Molina que durara 31 años.
Uno de los efectos de ese acontecimiento fue el retraso que experimentó la sociedad dominicana debido al modelo político autoritario y excluyente, en el orden económico, político, social, cultural y educativo.
Como consecuencia de ese hecho, importantes reformas educativas iniciadas en 1914 con la aprobación de Código Orgánico de Educación Común, un avanzando diseño de la educación dominicana, fueron anuladas y sustituidas por un nuevo paradigma educativo implantado por la autoridad interventora.
Por otro lado, el ambiente reformador de la educación superior iniciado en Argentina con El Grito de Córdoba, el que se extendió rápidamente por los países latinoamericanos, llegó tardíamente a la República Dominicana. Hubo que esperar la muerte del dictador Rafael L. Trujillo en el 1961.
La intervención del 28 de Abril de 1965, mancilló nuevamente el suelo patrio y otra vez se constituyó en la génesis de un nuevo período de retraso para la sociedad dominicana. La historia de nuestro país y el nivel de desarrollo que hoy exhibimos pudieron ser distintos, si no se hubiera truncado el proceso democrático iniciado con la elección del presidente Juan Bosch en 1962, un gobierno verdaderamente democrático, inspirado en un modelo de constitución cargado de amplias reformas jurídicas, políticas, sociales y económicas, todas favorables al pueblo dominicano, carente de las reivindicaciones conculcadas por la férrea dictadura.
El gobierno del profesor Bosch, con sus acciones de tipo ético orientadas a reivindicar los sectores sociales menos favorecidos, no agradó a los segmentos poderosos herederos de la tiranía, quienes, apoyados por la jerarquía eclesiástica de entonces y por los altos mandos militares, acudieron a la conspiración que terminó en el golpe de estado perpetrado el 25 de septiembre de 1965.
El espíritu indomable de los buenos dominicanos como Erniquillo, Duarte, Sánchez, Mella, Luperón y muchos otros, encarnó en el pueblo dominicano, liderado por figuras militares entre los que destacan Rafael Tomás Fernández Domínguez y el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, para reclamar la institucionalidad perdida y retomar el camino del desarrollo democrático del pueblo dominicano, que sufría de nuevo la corrupción y el desorden impuesto por los golpistas. Con las armas en las manos el pueblo dominicano luchó y derrotó a los impostores el 27 de abril de 1965.
Ante la derrota de los golpistas, se produjo la grosera intervención militar norteamericana que sojuzgó nuevamente los aires de libertad e impuso una negociación que frustró los avances políticos a los que aspirábamos los dominicanos.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo es heredera legítima de aquella gesta histórica, porque en ella se fraguó el Movimiento Renovador Universitario, que, como afirmó el destacado historiador dominicano, Roberto Cassá, “modificó los perfiles de nuestra institución educativa y fue el principal resultado institucional de la Revolución de abril, al gestar un espacio democrático, plural y abierto a la sociedad”.
Hoy, a 42 años del infausto acontecimiento que representa la grosera intervención, la sociedad dominicana sigue reclamando las reivindicaciones sociales y económicas que originaron la gesta heroica del 1965 y los cambios políticos que aseguren a la nación dominicana una mayor justicia social en la distribución de las riquezas que ella genera.
Del mismo modo, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en este 42 aniversario, tiene el compromiso de impedir que se pierda la memoria histórica a fin de que las nuevas generaciones asimilen los conceptos que desarrollen su sentido de identidad sobre los orígenes de los acontecimientos citados.
En el plano de la educación superior, hemos alcanzado algunas de las reivindicaciones planteadas por el Movimiento Renovador Universitario como es el libre acceso, la libertad de cátedra, la autonomía, el co-gobierno, para citar sólo algunas. Sin embargo, otras han sido mediatizadas y algunas han sido agotadas.
El libre acceso y la gratuidad de la enseñanza universitaria, si bien han permitido que un segmento importante de las capas medias y bajas de la población acceda a la universidad, la realidad es que los pobres todavía no pueden ingresar a ella.
La autonomía, entendida como la capacidad de la universidad para elegir sus autoridades y gobernarse internamente en los aspectos administrativos, académicos y financieros, es una realidad, sin embargo, el incumplimiento reiterado por parte de todos los gobiernos de la ley que le da sustento económico, mediatiza su quehacer en los campos de la docencia, la investigación, la extensión y el bienestar de los actores que participan en el proceso de construcción y socialización del conocimiento.
La UASD de hoy tiene el ineludible deber de retomar su rol de lideresa del sistema de educación superior en la República Dominicana; de ser la voz orientadora de la conciencia nacional, desde la perspectiva de la ciencia, para aportar solución a los múltiples problemas que la agobian y de ser modelo de conducta en el plano de la gestión eficiente, eficaz y transparente.
Los universitarios no podemos asimilar como hecho normal que la sociedad nos imponga desde afuera prácticas negativas como el clientelismo, la intolerancia, el autoritarismo, la improvisación y la anarquía organizada que se evidencia hoy en nuestra academia.
Tenemos la elevada responsabilidad de superar los males señalados para que nos ganemos el derecho de seguir exhibiendo con orgullo la calidad de hijos legítimos de la gesta de abril, de que somos depositarios.