Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616) es la primera voz en lengua española. De una vida llena de insatisfacciones y pródiga pluma, casi no fue reconocido su talento. En su muerte, ocurrida un 23 de abril, se le recuerda en todos los países de Hispanoamérica celebrando en su nombre el día del libro, de las bibliotecas y bibliotecarios y de la lengua española. Ahora es su gloria es universal. La formación del idioma español tiene una singular historia y ésta tiene que ver con la cultura que enriquecieron la vida de España en el proceso histórico que le tocó vivir. Esto amerita un estudio más profundo, al menos para especialistas. Nuestro propósito es el de recrear algunas literaturas clásicas que se unen al encanto del idioma de Cervantes, y de otros más que nos han legado la literatura del mundo latino, que es la descendencia del idioma español. Se atribuye a Carlos Quinto el que dijera una vez: “el italiano es la lengua para hablar con las mujeres, el francés para hablar con los hombres, pero el español es para hablar con Dios”.
El primer libro que nos merece el mayor de los reconocimientos, por crear una tierra de fantasía es la historiad de Alí Babá y los cuarentas ladrones, en la historia de Las Mil y Una Noches (anónimo). A esta extraordinaria publicación le siguen otras de bellos recuerdos como La Cenicienta (anónimo), El gato con botas, La bella durmiente del bosque, Caperucita roja de Charles Perrault, Los viajes de Gulliver, de Jónatan Swift, Pinocho de Carlos Collodi y, por supuesto, Blanca Nieves y los sietes enanitos, que es una historia de los hermanos Grimm.
En el reino de la fábula, recordamos las de animales que hablan como los hombres: las de Esopo, Iriarte y Samaniego. Algunas de ellas: “La rana y su rey”, El oso, la mona y el cerdo, El ganso que ponía huevos de oro, El molinero y su asno, Poniéndole el cascabel al gato, La cigarra y la hormiga, El día de mudanza para las alondras, El zorro y la cigüeña, El león y el ratón, El león y el elefante, La rana que quiso superar al buey, La liebre y la tortuga, entre otras y muchísimas más.
En el mundo de los héroes, quizá el mayor aprecio nos merece es el Cantar del Mio Cid (anónimo), los Relatos de la Mesa de Redonda (anónimo), El Amadís de Gaula (anónimo), La Araucana, de Alonzo de Ercilla y el relato Por la pérdida del rey don Sebastián, de Fernando de Herrera.
Cautivaron nuestra imaginación los personajes de leyenda como Robin Hood (anónimo), el Martín Fierro, de José Hernández, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, hecho por el genio de don Miguel de Cervantes y Saavedra, para acabar con los libros de caballería. Se escribió luego una obra titulada, Los capítulos que se le olvidaron Cervantes, de Juan Montalvo y no nos olvidamos a Don Juan Tenorio, de José Zorrilla.
De los libros que se inspiraron en América, de autores de ambas latitudes, contamos con: Canto a la Argentina y los Motivos del lobo, de Rubén Darío. Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, dedicada al maestre de Santiago don Rodrigo Manrique. De los nombres de Cristo, de Fray Luis de León. Anoche, cuando dormía, de Antonio Machado. Los poemas, “En paz”, “Pastor” y “El milagro”, de Amado Nervo y Copla del alma que pena por ver a Dios, de San Juan de la Cruz.
Los libros que enarbolaron el amor la Patria, a la familia. Tal es El ismaelillo, de José Martí. Los motivos de Proteo y el Ariel, de José Enrique Rodó. A España después de la revolución de marzo de 1808, de Manuel José Quintana, Los maderos de San Juan, de José Asunción Silva.
Las obras dedicada al amor, a las virtudes, las que advierten de los vicios y otras que se inspiraron en la vida y en la muerte. Recordemos a Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, Alivio de caminantes, de Juan de Timoneda, el poema “Amor y vanidad” y “Un lobo hace cientos”, de Ramón de Campoamor. “Contra la injusticia de los hombres”, de Sor Juana Inés de la Cruz. El poema “A una barquilla”, de Lope de Vega, o “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca. “Los sueños”, de Quevedo. Los extraordinarios poemarios, “De blanco”, de Manuel Gutiérrez Nájera, y “Nocturno”, de José Asunción Silva.
No faltan los temas de humorismo en la literatura, y en ese sentido, hacemos mención a la obra “La cena” de, Baltasar del Alcázar, “Ande yo caliente”, de Luis de Góngora, los poemas alegres de “Letrilla sátira”, y “A una nariz”, de Francisco de Quevedo.
De los romanceros, me parecen de gran gusto los poemas “Romance a la guardia civil española”, y “Romance sonámbulo”, de Federico García Lorca. Pero sé que al conocedor del tema le agradará que se incluyan otros romances, como por ejemplo: “El feudo de las cien doncellas”, de Lorenzo de Sepúlveda. “A buen juez, buen testigo”, de José Zorrilla.
Ningunos de estos grandes temas se hubiese logrado de no haber existido antes los grandes poemas de la literatura universal, como fueron La Odisea y La Ilíada, de Homero, La Eneida, de Virgilio, y La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Si los libros hablan, aquí han hablado.