El secretario general del Partido de la Liberación Dominicana y presidente del Senado de la República se molestó porque un juez de la Junta Central Electoral reveló los informes de un estudio de monitoreo de una empresa privada sobre el monto gastado por el partido de gobierno en el proceso de convención para escoger al candidato presidencial.
Dijo que busca perjudicar al gobierno y al partido, lo cual sabía que no era cierto, porque ese magistrado, nombrado por el propio Senado que le costó al país 5 mil millones de pesos, fue escogido por ellos buscando una complicidad que no han encontrado todavía…
Ese juez, como los otros, no pretende hacer daño a nadie, y menos al partido que lo seleccionó. Lo que ocurre es que esos magistrados tienen el deber de medir a todos los partidos con la misma vara. A no ser, claro está, que el secretario general y presidente del Senado quiera que la ley sólo sea aplicada a los partidos de oposición.
El secretario general sabe que no hay manera de cuantificar lo que gasta el gobierno en la campaña interna del PLD. Lo que dijo el juez de la JCE está años luz de lo que en realidad se está gastando. Y de lo que falta por gastar.
Pero a nadie le interesa publicar lo que hay detrás de cada valla, detrás de cada spot, de cada afiche. Hay un dinero oculto, dinero de la nación. Nadie puede calcular lo que reciben los tránsfugas, ni el dinero del Plan Social de la Presidencia que se utiliza en la campaña.
Nadie puede calcular lo que están gastando los ministros en sus viajes. Nadie puede decir lo que ha gastado Obras Públicas, Educación y otras entidades promoviendo al Presidente. Ni sumar el dinero del grado a grado, ni las jugosas comisiones que como aporte a la campaña tienen que dar los contratistas que superan el 30 por ciento. Ni el costo de que Presidente y gabinete dejen de trabajar en los asuntos del Estado para dedicarse a la campaña electoral durante meses. ¿Lo ha calculado alguien?
¿Puede alguien creer que los apoyos de grupos y de candidatos que renuncian a sus aspiraciones para darle la estocada final a Danilo Medina se obtienen por amor a la patria, y no por dinero, por mucho dinero?
¿Cómo cuantificar todo ese dinero? Es imposible. El Estado dominicano está concebido para la corrupción y para la impunidad. Todos sabemos lo que ocurre, pero que nadie quiere decir. Es un secreto a voces. Todos saben que el dinero de la campaña no es bueno. El silencio se impone porque la sociedad tiene un cáncer moral que ha hecho metástasis.
La JCE no tiene facultad ni calidad para impedir que el presidente de la República use los recursos del Estado. El Congreso, que es el principal poder del Estado, en papeles, es un sello gomigrafo del presidente; la Justicia es tuerta. A veces ciega. El Gobierno gasta millones en publicidad y dice la gente del pueblo que nadie muerde la mano que lo alimenta. Escuchar al presidente de la República hablar ante periodistas, directores de medios y los dueños sobre comunicación y prensa, trazarles pautas sobre cómo deben actuar, es una burla, porque todos sabemos el poder mediático que ha creado el mandatario con el control casi absoluto de la prensa a través de la publicidad y de otros mecanismos.
De todos modos, señor secretario general y presidente del Senado, atribuirle mala fe o intención de hacer daño al juez Aquino Taveras, puede considerarse como un intento de chantaje para que la JCE no realice el trabajo que debe realizar.
Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que el Presidente de la República ha gastado más de mil millones de pesos en la campaña interna de su partido para ganarle a Danilo, con lo cual ha probado su debilidad. Por eso el león está chivo.
Para ganarle a Danilo, como sin dudas le ganará, mucho a poco, según las últimas encuestas, ha estructurado una Comisión Electoral que responde a sus intereses, ha tenido que utilizar cientos de millones de pesos del presupuesto nacional, comprarle dirigentes, amigos y simpatizantes. Ahora le están comprando los delegados y el fantasma del fraude acecha.
Y sobre todas esas cosas, malas y feas, inmoralidades e indelicadezas, el secretario general del partido y presidente del Senado, que por más de una razón ha debido tener niveles de solidaridad y de lealtad hacia Danilo Medina, no ha dicho esta boca es mía.