Debido a que este es un país tropical con lluvias torrenciales, principalmente durante el cambio de estaciones, el conductor dominicano tiene una colección de “cuerdas” conductuales disponibles para tomarles el pelo a los peatones que se están mojando bajo la lluvia. Una de ellas consiste en saludar con mucha simpatía desde el vehículo al amigo bajo el chaparrón, con una sonrisa sádica. Esto significa que aquel que está protegido de la lluvia, le llama la atención con insistencia al que no lo está, simplemente para decirle hola, no para que suba al vehículo; y otra, más perversa aún, se practica a base de salpicar deliberadamente al caminante, o maniobrar el auto para que el que anda a pie tenga que meterse en un charco, y así sucesivamente. Hay quienes son aún más maliciosos, y aceleran, con lluvia o sin ella, cuando el peatón está cruzando para que tenga que correr.
Ya que en la “cuerda” el fin justifica los medios, como los casos de los choferes antes mencionados, todo lo negativo de la familia de la “víctima” es material “cuerdero”, porque el otro “heredó” esos problemas, claro está, por razones de conveniencia para el “cuerdero”; cuando en realidad cada cual es responsable de sus propias acciones, aparte de las circunstancias atenuantes de los hechos.
Por ejemplo, si una madre tuvo que prostituirse para poder mantener a sus hijos, entonces, se le dice a la hija con voz sarcástica: “igualita que su mamá”; o si el padre consiguió un empleo público y “quedó bien” a base de las malas artes, al hijo se le increpa diciéndole: “dame un ‘chin’ (un poco) de los millones del pueblo”, o mejor aún: “tu te crees que todo el mundo lo consigue tan fácil como tú”. Si el progenitor era militar y estuvo involucrado en alguna represión sangrienta, es una buena excusa para espetarle: “tu papá mató muchísima gente en la huelga de obreros”. Así las lacras de todos los familiares son utilizadas como “munición”.
No obstante, también existe la “cuerda” de los resentidos, despechados y humillados. Supongamos que un joven tiene una cita con una amiga, y ésta no acude a la convocatoria, es decir, que le da un plantón al enamorado; entonces, él la llama por teléfono y la felicita por su puntualidad. Esto significa que se utiliza la ironía para intentar vengarse y equilibrar la relación. Hace unos años un concubino despechado y abandonado por su mujer con sus seis hijos, llenó la ciudad de Santo Domingo con graffitis acusándola de infidelidad. Todavía la gente recuerda a Crucita Yin, “la cuernera”, por mediación de su amante despechado.
En el caso hipotético de que existiera alguien que no tenga nada de qué humillarse o avergonzarse, y de que procurase hacer las cosas bien hechas, ese sería el candidato ideal para decirle: “tú eres un ‘loco viejo’ que no sabe lo que está haciendo”, o mejor todavía, “tú estás como una cabra”, o bien, “tremendo ignorante eres tú”; y de esa manera se le ataca precisamente por sus cualidades positivas y por sus virtudes, echando por el suelo todo su afán de perfección. Es una manera de “pisarle la cola”. Otra variante consiste en inventarse algo negativo del sujeto, que alguien se lo creerá.
La “cuerda” también pone en boca de otro frases peyorativas, como una forma de humillar sin dar la cara directamente, y así tenemos: “fulanito me preguntó que si yo te conocía, y me dijo que tú eras un negrito ‘saltapatrá’”, o, “…me preguntó que si yo todavía era amigo tuyo, y me dijo que tú eras muy mala compañía”, o “fulano me dijo que tú no eras más que un adulón presumido”. Las mujeres emplean este ardid cuando le restriegan en la cara a la otra: “dice tu amiga que tú eres más chata por detrás que una puerta”, o bien, “dice tu vecina que tú vives de los amigos”, y así por el estilo.
Empero, de la misma manera existe una “cuerda” social la cual pretende que la otra persona cometa un desliz o equivocación que le perjudique, disfrazando la estrategia, para que parezca todo lo contrario. Como ejemplos tenemos a la vecina que acaba de dar a luz unos gemelos, entonces se le pregunta sonriendo: “¿y cuándo vienen las parejitas?”; o a una madre soltera se le aconseja con mucha parsimonia: “exígele a tu hombre que se case contigo”, sabiendo de antemano que eso sería un fracaso mayúsculo. Yo fui testigo de un caso en que el novio tenía graves problemas psiquiátricos, y todo el mundo lo sabía menos la novia, que estaba muy enamorada y no estaba al tanto de las perturbaciones del ser querido; entonces, las amigas, que sí sabían de la situación, le aconsejaron a la novia que se casara con él, que ese era un hombre muy serio, responsable, y con un futuro brillante.
Socialmente hablando, hay sujetos que emplean el arma halago-“cuerda” como un premio-castigo, y de esa forma lograr ventajas de todo tipo, sobre todo de las “víctimas” susceptibles. Incluso, ciertos jefes que se consideran intocables, o no, por la “cuerda” de sus subalternos, demuestran su poder y su inmunidad aparente, practicándola como un mecanismo de dominio y de control, a base de humillar al empleado de rango inferior, quien sólo tiene cuatro alternativas posibles: aceptar con una “sonrisa amarga” la “cuerda”, renunciar, no hacerle caso, o bien, devolvérsela de forma encubierta de mil formas posibles. Cuando el empleado es capaz de ripostar al superior sin que le suceda nada, eso significa que se tienen mucha confianza entre ellos, o que el de rango inferior es imprescindible para la empresa, o quizá, que el jefe no posee mucho carácter, entre otras razones.
Uno de los tipos de “cuerderos” más perniciosos es el chantajista, quien practica la “cuerda” para obtener ventajas de todo tipo. En esta categoría se encuentran los hombres que presionan a mujeres inseguras a base de darles “cuerda”. Claro está que si la víctima cede una vez, el atacante va a emplear la “cuerda” cada vez que le convenga.
Como era de esperarse el Internet también se emplea en el país para dar “cuerda”. Periódicamente circulan vídeos y/o fotos comprometedoras, que ya han acarreado problemas judiciales a algunos iniciadores de la cadena internética. De la misma manera se utiliza para hacer chantaje y para difundir chismes, y así sucesivamente. Los celulares y los teléfonos fijos también se prestan para la “cuerda” de múltiples maneras: desde llamadas anónimas hasta bromas de toda índole.
Muchos vendedores callejeros son expertos en dan “cuerda” con guasa, cuando le dicen el cliente que se queja de los precios: “…bueno, si usted no puede…” Esta es una manera sutil de provocar el amor propio del comprador, y de coacción psicológica para que compre al precio que el detallista que vende quiere imponer.
A otro nivel, hoy en día en la diplomacia y las relaciones internacionales se practica un mecanismo de presión entre las naciones, o bien, entre agencias oficiales u organismos y los países que van a ser “bombardeados” con la propaganda y la desinformación, parecido a lo que hace el chantajista “cuerdero”, sin la intención aparente de mofarse, pero sí con la pretensión de humillar y de avergonzar públicamente, como mecanismo de coacción. Esto es lo que hacen precisamente los de Amnistía Internacional, el grupo Greenpeace, las innumerables ONGes pagadas, las numerosas comisiones y federaciones a sueldo, los frentes políticos aparentes, las asociaciones y fundaciones que son recipientes de “ayudas” y “donaciones” misteriosas, los programas de radio y televisión que reciben jugosos dividendos de los “anunciantes”, los medios de prensa y periodistas hipócritamente imparciales…Todos ellos, aparte de intentar la humillación pública, sirven para crear la impresión de que son muchos, o lo que es lo mismo, de que todo el mundo está en contra de algo que se desea cambiar. Este ardid, aunque es muy viejo, todavía da resultados.
Si nos remontamos hacia el pasado y le añadimos un poco de imaginación al tema, hay algo todavía más antiguo, y de esa manera uno podría imaginarse quién fue el iniciador de la “cuerda” como actitud nacional ante la vida y sus circunstancias. ¿Fue quizá el aborigen que se reía cada vez que el viento le apagaba el tabaco al primo de al lado?, o, a lo mejor se trató de aquel avispado marinero español que se burlaba de su compañero de travesía que no se atrevía a marcharle a las indias con poca ropa; o quién sabe si todo empezó cuando un esclavo se mofaba de su acompañante de infortunio, cuando se quejaba de que los grilletes le hacían mucho daño.
Nunca se sabrá, pero el hecho es que la “cuerda” está ahí, convertida en un auténtico pasatiempo nacional. Los profesores les dan “cuerda” a sus alumnos y viceversa; los taxistas a los pasajeros, y lo contrario; los padres a los hijos, y los herederos a sus progenitores, los de arriba a los de abajo, y los de abajo a los de arriba…por donde quiera que uno se mueve se encuentra con la “cuerda” y más “cuerda”, aunque muchas veces uno no esté consciente de ello, por ser algo tan arraigado culturalmente. Lo que es más, yo sé de cirujanos que durante los preparativos antes de operar, le dan “cuerda” al paciente, lo cual también sirve de relajante para todo el equipo de la intervención quirúrgica.
En la exposición de José Mercader de caricaturas picantes y mordaces de personalidades dominicanas, que se celebró en el Museo de Arte Moderno, una esposa le dijo cariñosamente al marido: “a ti te trató con mucha benevolencia”.
Aquí hay amigos que se dan la misma “cuerda”, durante toda la vida, esto significa que son décadas con la misma “letanía” cada vez que se saludan. Es algo increíble, en un país donde la gente se aburre tan fácilmente y sobre todo, es tan inconstante. Parecida a la anterior en cuanto al tipo de “cuerda”, pero diferente desde la vertiente de la aplicación, se encuentran aquella “cuerda” a largo plazo, llamada “cuchillito de palo”, porque lo van clavando poco a poco, durante años si fuese necesario, es decir, que hieren milímetro a milímetro, cada vez más, con cara de inocentes.
En los pueblos la “cuerda” tiene sus peculiaridades, y normalmente quien más la recibe es el visitante. El forastero está en franca desventaja, porque los grupos de amigos pueblerinos se conocen bien entre ellos, tienen sus lugares de reunión donde se sienten a gusto, y saben orquestar el ataque; y además, quien llega de fuera normalmente tiene poca información sobre los atacantes del lugar, y desconoce la jerigonza del grupo. Por otro lado, los principales “cuerderos” del lugar se ven precisados que revalidar su reputación, y por eso atacan sin piedad, en su propio “territorio”. En las poblaciones del interior son también frecuentes las “cuerdas” a coro, es decir, que le vocean algo al unísono a la “víctima”. Por ejemplo, si pasa alguien cerca del corrillo a quien la esposa le fue infiel, le dicen todos juntos: “el venao”. De igual manera se estila emitir sonidos de animales de forma jocosa, como podría ser un rebuzno o un aullido, cuando pasa alguien desconocido para ellos, como una manera de provocar y de entretenerse.
Otra modalidad de las ciudades pequeñas en las que casi todos se conocen, es la “cuerda” colectiva, en la que participa prácticamente toda la comunidad. Se narra la historia de un sujeto que fue atrapado in fraganti en un acto de bestialismo, y a partir de ahí, a donde quiera que iba alguien le decía socarronamente: “la vaca”, en alusión al animal. Al final el hombre se desesperó y terminó ahorcándose.
En las provincias, la gente se aburre más, porque cuentan con menos actividades y lugares de diversión, y por eso muchas personas se distraen y se divierten cruelmente dándole “cuerda” a los dementes, a los subnormales, a los alcohólicos, a los mongólicos, a los pedigüeños…y a todos los que deambulen por las calles. A veces se pasan horas en ese pasatiempo, ya que la idea es divertirse y matar el tiempo.
La “cuerda es, sin lugar a dudas, una realidad dominicana cotidiana y evidente; y lo que es más, no se puede comprender ni concebir a este país sin la “cuerda”; por eso cuando algún “cuerdero” me diga que yo escribo sobre este tema porque a mí me han dado mucha, yo les contestaría: “sí, sí, como a todo el mundo”.