Quien dirige los medios de comunicación dirige también la sociedad.
La comunicación es un instrumento de poder.
Como diría Marx, en una sociedad dividida en clases sociales, las ideas dominantes son siempre las ideas de las clases dominantes, es decir, de quienes tienen en sus manos la producción de riquezas, los poderosos que controlan la economía y la política, que no es más que un instrumento a su favor.
¿Quiénes son los dueños de los medios de comunicación? ¿Los trabajadores, las amas de casa, los campesinos o los desempleados? ¿Ha visto usted a un pobre dueño de una emisora de radio, de un canal de televisión o de un periódico? ¿Los periodistas que hablan o escriben en los medios de comunicación son los propietarios?
Los medios están en manos de los dueños de los medios de producción. Les sirven para protegerse y para garantizar el control económico, político y social. Sin el papel de los medios y sin las fuerzas represivas que constituyen los militares y policías sería imposible mantener a millones de hombres, mujeres y niños en la miseria, alejados de la educación y la salud.
Los medios no son neutrales, como tampoco lo son los periodistas.
Pepín Corripio, tal vez el más lúcido de todos los dueños de medios de comunicación del país, dijo que el único periódico independiente es aquel que tiene sus páginas en blanco. Es decir, que no existe tal independencia, como tampoco existen periodistas políticamente ajenos a los intereses económicos y políticos de la sociedad donde se desenvuelve.
Los independientes, en materia de comunicación no son más que sinvergüenzas con ropa ajena, predicadores de moral en calzoncillos. Los macarras de la moral, como dice Joan Manuel Serrat refiriéndose a los curas.
La libertad de prensa es un sofisma. Está determinada por los intereses de los dueños. Es así en los países capitalistas y en los socialistas. Los dueños de los medios son los que determinan su uso. No es de otra forma. Un periodista no puede decir todo lo que piensa, ni todo lo que cree. La censura va acompañada de la autocensura. La libertad de prensa, como decía el antiguo dueño de El Caribe, está en la punta de su lapicero. Y esto lo digo yo, uno de los periodistas que ha gozado de mayor libertad en su carrera de casi 30 años. Radhamés Gómez Pepín, director de este periódico, ha permitido esa libertad.
El presidente de la República sabe perfectamente el papel que juegan los medios en las sociedades modernas. Más que abogado es comunicador. Fue profesor de sociología de la comunicación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Vagamente ejerció el derecho. Pero si trabajó comunicación en el Partido de la Liberación Dominicana y en el periódico Vanguardia del Pueblo. Su tesis de grado en la universidad fue precisamente sobre el delito de prensa, si mal no recuerdo. Ha sido, como puede verse, un hombre vinculado a los medios de comunicación. Sabe, por lo tanto, el poder mediático de la comunicación de masas.
El presidente es un hombre de los medios, un producto del marketing, el Luis Miguel o el Ricky Martin de la política dominicana. Como la imagen lo es todo, no permite que su rostro, su pelo o su vestuario luzcan mal. Un equipo de profesionales de la moda en cada faceta cuida esos detalles. Los saludos, la sonrisa, y hasta la manera de caminar y de mirar frente a las cámaras están cuidadosamente diseñados y estudiados. Nada se deja al azar. El presidente de la República siempre está en campaña electoral.
Cuando los empresarios, la sociedad civil, los partidos de oposición y hasta la iglesia le reclaman un plan de austeridad para reducir el gasto público, no acepta bajarle un peso a la inversión publicitaria, donde se gastan más de seis mil millones de pesos al año, cifra verdaderamente escandalosa para un país tan pobre.
Pero gracias a esa inversión super millonaria en la prensa y en los periodistas, es que el presidente ha podido mantenerse a flote a pesar del pésimo gobierno que ha realizado. Gracias al poder mediático, a ese control casi absoluto de los medios de comunicación es que el presidente mantiene determinado nivel de aceptación en la población, una población, que, como sabemos, carece de capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo por su escasa formación educacional y cultural.
Todas las encuestas dicen que hoy hay más corrupción que antes, el 98% de los dominicanos así lo testifica. Sin embargo nada pasa. Nadie se ruboriza, nadie, ni siquiera el cardenal se rasga la vestidura ante tantas denuncias de corrupción.
Me he preguntado muchas veces: ¿Qué habría pasado si todos esos escándalos de corrupción se hubieran producido durante el gobierno de Hipólito Mejía? ¿Qué hubiera pasado si el proyecto de la isla artificial hubiera salido del despacho del consultor jurídico Guido Gómez Mazara y no del despacho del doctor Pina Toribio, al que sigo considerando un hombre serio? Ahora hay mas drogas en las calles que antes. Las avionetas lanzan drogas en las vías públicas. Lo dice el embajador norteamericano. Nada más y nada menos. La seguridad pública no existe. El gobierno ha fracasado en garantizar la paz ciudadana. Nadie está seguro en ningún lugar, ni en los hogares. Pero no parece ser así.
La percepción, que en política lo es todo, es distinta. Todo gracias a los medios de comunicación, al control que tiene el gobierno sobre los medios, al poder mediático. El PRD no lo sabe, pero es así.