LA HABANA, may (IPS) – Una pelota y un madero alargado llamado bate, un terreno donde situar las cuatro bases y, cuando se puede, unos guantes de cuero, bastan para iniciar el ritual que tiene más fieles en Cuba. Se trata del béisbol. El deporte más popular en este país caribeño, al que llaman directamente pelota, ha atravesado su historia desde el mismo origen del sentimiento nacional en el siglo XIX y constituye hoy una parte inseparable de la idiosincrasia de la población, que llega a apasionarse con cada juego como si fuese una cuestión de vida o muerte.
"Con el béisbol no hay medias tintas en Cuba", señaló a IPS Enrique Valladares, periodista y estudioso del deporte de las bolas y los strikes. "Le gusta a todo el mundo, desde el intelectual hasta el carnicero", señaló.
De hecho, el habla corriente del idioma español en la isla ha adoptado frases de signo beisbolero, como "estar en tres y dos", cuando se presenta una situación difícil, "partir el bate", si algo sale muy bien, o "ser cogido fuera de base", en caso de revelarse un error o una imprudencia.
Para el escritor Leonardo Padura, "la relación del cubano con el béisbol es casi tan vieja como la conciencia de nacionalidad insular y, por cierto, forma parte decisiva de su identidad."
En un artículo publicado en la revista Cultura y Sociedad, de la oficina de IPS en La Habana, el novelista recuerda que "el béisbol empezó a practicarse en la isla más o menos en las fechas en que se iniciaba la primera guerra independentista, en la década del 60 del siglo XIX", aunque el primer partido oficial data del 27 de diciembre de 1874.
Padura es coautor de un libro sobre las estrellas de este deporte en las primeras tres décadas del proceso revolucionario iniciado en 1959. Además, su criterio es solicitado con frecuencia para documentales sobre este tema, en particular cuando se refieren al equipo Industriales, representante de la capital cubana.
El temprano arribo del béisbol desde Estados Unidos y su relación con los movimientos independentistas provocaron la prohibición por parte de las autoridades coloniales españolas en 1868, pues la consideraban "un juego de tendencias insurreccionales, contrario al idioma y que propicia el desamor a España".
Al aumentar la influencia estadounidense en la isla a partir de la década del 40 del siglo XX, el béisbol ganó popularidad en detrimento del fútbol, hasta ese momento el pasatiempo preferido. El fanatismo alcanzó niveles tan extraordinarios que en las calles se decía: "a la gente le importa más un ‘out’ cantado que la destitución de un ministro".
Tras el triunfo de la Revolución fue abolida la liga profesional y comenzaron las Series Nacionales, en 1962, que ha sido el principal campeonato de la isla hasta el presente. En este periodo ha adquirido una fuerte dimensión política, como otro escenario de enfrentamiento con Estados Unidos.
A juicio del ensayista Rufo Caballero, el béisbol despierta en la afición cubana cierto "ánimo discutidor", que sería también parte de la idiosincrasia nacional.
En uno de los debates mensuales convocados por la revista cubana Temas, Caballero señaló que "la condición de pueblo joven" hace que "que nos estemos definiendo continuamente; tratando de encontrar la identidad de esa dimensión escurridiza, por lo menos tan plural, que comporta lo cubano."
"Todo eso supone un afán de contradicción, de polémica, muy fuerte", acotó el también crítico de artes visuales.
El juego de pelota expresa también el arraigo del machismo, en una sociedad que exige a los participantes virilidad, hombría y hasta rudeza, y que suele emplear calificativos femeninos para denostar de un deportista o un equipo contrario.
La inclinación por la controversia resulta más notable cuando se trata de los equipos Industriales y Santiago de Cuba, este último representante de esa urbe del oriente del país.
Ambos se disputaron el cetro en la pasada Serie Nacional, en lo que comentaristas deportivos califican como "el clásico de clásicos de la pelota cubana", ganado por los de Santiago de Cuba.
En opinión de la comunicadora Susana Menéndez, la famosa rivalidad entre los llamados "leones habaneros" y las "avispas santiagueras" podría trascender lo meramente deportivo y tener su origen en el sentido de superioridad y el regionalismo que confronta a ambas regiones, separadas por alrededor de 900 kilómetros.
Oriental de nacimiento, pero residente en un barrio habanero, Menéndez estima que "hasta cierto punto hay resentimiento porque el desarrollo del país se centró demasiado en La Habana y se descuidó el resto de Cuba".
A pesar de los esfuerzos del gobierno por equilibrar las condiciones socioeconómicas de todas las provincias cubanas, el flujo migratorio hacia la capital del país no ha cesado en las últimas cinco décadas, sea mediante desplazamientos programados por el propio Estado o por decisión individual de buscar una mejor la calidad de vida.
"De alguna manera para los habaneros, nosotros somos los extranjeros, los que venimos a ocupar los puestos de trabajo, el reconocimiento social, el espacio físico y habitacional que supuestamente les correspondía", agregó Menéndez, quien al concluir sus estudios decidió permanecer en la ciudad, aunque emplee la mitad de su sueldo en pagar un alquiler privado.
Según esta joven profesional, la discriminación aparece desde el arribo a La Habana, cuando se trata de imitar la forma de hablar citadina "para que no te reconozcan" y evitar el calificativo de "palestino", que reciben habitualmente los inmigrantes orientales.
Como ella, Valladares renunció a vivir en su natal Sancti Spíritus, unos 360 kilómetros al este de la capital, pues en esta urbe encontró ofertas de trabajo y perspectivas profesionales más atractivas. Sin embargo, ha mantenido la fidelidad al equipo de su provincia, conocido como "los gallos espirituanos".
"Cuando llegan los juegos finales de la Serie Nacional a la gente se le olvida hasta si tiene comida o no, porque hay un sentimiento de euforia generalizada", afirma este joven periodista, que también debe invertir buena parte de sus ingresos en la renta de un diminuto apartamento.
"Puedes tener la peor situación del mundo, personal, familiar, en el trabajo, que si tu equipo gana, entonces te sientes aliviado", asevera Valladares. "¿Qué hacen los peloteros por mí? Me dan felicidad", sostuvo. (FIN/2007)