Si al subdesarrollo lo hubiesen inventado, no lo habrían podido haber diseñado y fabricado más absurdo, ridículo y complicado, a la hora del intercambio de información.
En el supuesto de que Alvin Toffler y su esposa Heidi viniesen al país, tendrían ineludiblemente que realizar una sub-clasificación dentro de lo que ellos llaman los conglomerados “lentos”: los “lentísimos”. La tesis enunciada por estos autores en su libro “Powershift”, traducido por “Cambio de Mandos”, pone en evidencia el futuro que nos espera como país, en la carrera hipotética ya perdida de antemano, – y por culpa de nosotros mismos – , en nuestro intento de desarrollarnos cultural y económicamente. No es cuestión de pesimismo, sino, que aquí sencillamente violamos constantemente la llamada Ley del Progreso Humano, por lo mucho que se entorpece el flujo de información. Por ese motivo ustedes pueden comprobar a diario, que aquí se avanza y se retrocede simultáneamente, en casi todos lo órdenes, y a eso precisamente no se le llama adelanto.
Al ser la información algo “vivo”, y que se renueva constantemente, compartible con los demás si se desea, transportable a la velocidad de la luz, difusa porque tiende a filtrarse como el agua en las manos, condensable y archivable de diferentes maneras; – aparte del poder que puede otorgar si se la sabe emplear, y por ese motivo mientras más se tiene más se quiere – , etcétera, es posible tratarla como un recurso o un tipo de bien económico-cultural, y nosotros nos empeñamos en poner trabas a su difusión e intentar monopolizarla, de forma enfermiza. En economía se enseña a administrar recursos escasos, y entre nosotros, el despilfarro de todos los bienes es tan grande que apena y espanta.
En algunos casos resulta comprensible, aunque no justificable, ya que se trata de tentativas de mantener una hegemonía social, en base a tener acaparada y si es posible monopolizada la información; o bien, es alguien que desea obtener mayores beneficios pecuniarios, sin importarle quién se fastidie o perjudique. Llegados a este punto, es preciso destacar los dividendos socio-político-económicos obtenibles en una nación insular y pequeña como ésta, como consecuencia de esa práctica, empero, ya la cuestión reviste matices patológicos.
Se puede comprobar fácilmente cómo hay aquí “expertos” en algunos temas, sencillamente porque cuentan con el único ejemplar de un libro extranjero acerca de un tópico determinado; y encima, alardean de ello.
A propósito de libros, para cierta gente conocida, los “amigos” parecería que son desechables, porque, prefieren enemistarse antes que devolver un texto que les interese.
En la práctica diaria del préstamo de libros, existen otros “amigos”, que si se les permite, hacen auténticas “redadas” en las bibliotecas ajenas. Hay que reconocer que la mayoría reintegra el texto a su legítimo dueño, pero después de haberle dado largas al asunto, con un sinnúmero de excusas piadosas; de todas formas, quienes devuelven las obras tomadas en préstamo, son considerados como tontos por aquellos amantes de lo ajeno.
En algunos casos la codicia alcanza tal nivel, que hay “amigos” que dejan de visitar a uno, si no pueden “recuperar” un “librito” cada vez que vienen. La ira y la impotencia los hace reaccionar de esa manera.
Yo mismo he atrapado, in fraganti, a más de uno, con un libro o una revista escondida, aquí en mi casa, listo para llevárselo, y lo que hacen descaradamente es que se ríen, cuando son pillados.
Para lo que sí hay que tener paciencia, es cuando uno le solicita información a alguien, ya que la espera puede ser de meses, inclusive de años, y no exagero. Hace ya un tiempo largo, yo le pedí a un “experto” en el área unos datos sencillos, y lo que hizo fue entretenerme, y darme excusas peregrinas, y finalmente, no me dijo nada. Suerte que otro experto, pero esta vez extranjero, me informó rápidamente de lo que yo quería.
La mala fe llega hasta tal extremo, en determinados casos, que le comunican al interesado que ya tienen el dato, y que pueden contar con él; pero en la práctica, no tienen la menor idea de la respuesta. Todo con la finalidad de hacerle perder el tiempo a la competencia, o por presunción, o bien, para darse importancia, y tampoco debe de descartarse la burla solapada.
Los comunicadores Nuria Piera y Huchi Lora se quejaban con relación a la Ley de Acceso a la Información Pública, en el sentido de que “…los funcionarios no asimilan que tienen que rendir cuentas a la población…”; esto prueba que el tratamiento que se le da a la información es idéntico a todos los niveles. Es preciso recalcar, que esa práctica de esconder los datos que deberían de ser del dominio público, está, también, íntimamente vinculada a la corrupción administrativa.
Otro ardid más sofisticado para privar al rival de información, consiste en enviarle a uno a un “depredador” de libros; desconocido para la “víctima”, con la excusa de que viene de parte de “fulanito”, y que necesita el material urgentemente para cualquier finalidad. Si se accede a la petición, para hacer el favor y colaborar con el “amigo del amigo”, uno se puede despedir del libro para siempre. A mí me llegó uno quien alegaba que estaba preparando una ponencia importante, y necesitaba con premura un texto que yo tenía, pero lo curioso es que no quería fotocopias, sino, el original. Como no le presté nada, se enemistó conmigo, lo cual implica que él se consideraba con derechos sobre algo que no era de su propiedad. ¡Es el colmo!
Otra persona me llamó por teléfono con la misma excusa, porque “un amigo mío le dio mi número”, y claro, fracasó en el intento. Luego me enteré de la mala fama que tenía por no devolver los libros que le prestaban.
La gran mayoría de nuestros textos de historia y de geografía, son ejemplos elocuentes del afán de tergiversar, acomodar y de ocultar información, aunque hay que advertir, que en determinadas oportunidades, no se hace para hacer daño ni tampoco para desinformar, sino, por negligencia, apatía, falta de preparación, e ignorancia.
Ustedes pueden hacer la prueba, intentando averiguar referentes elementales, en diferentes fuentes, tales como cuántos presidentes de la república hemos tenido, o cuántos kilómetros cuadrados tiene el país; o bien, en qué año se fundó la ciudad de Santo Domingo. Si el dato está politizado como la vida de Duarte, el principal héroe nacional, la curiosidad adquiere otros ribetes; y si se desea saber específicamente qué hizo el mismo Duarte en Venezuela en sus últimos años, puede resultar algo casi “metafísico”. Esto también es válido, para muchas otras anécdotas narradas como verdades históricas, que no están claras, como el famoso “trabucazo” de Mella, que aún no se sabe a ciencia cierta a qué obedeció…
En el Archivo General de la Nación reposan miles de fotos de la época de Trujillo, que no se quieren identificar, sencillamente porque no conviene, ya que hay gente que son lobos, pero se disfrazan con piel de corderos.
Y no digamos nada de los restos de Colón, ya que si uno pregunta, el tema puede hacer titubear a más de un “erudito”.
Cuando el investigador Fernando Luna Calderón, ya fallecido, y experto en Antropología Física, encontró las osamentas en la década de los años 90, de un esclavo que fue enterrado con sus grilletes puestos, en la ruinas del monasterio de San Francisco, ese dato todavía no ha sido ponderado debidamente; es más, se ha ocultado todo lo posible.
Se comprende que en algunos temas es lógico que no exista mucha información, como es el caso del secuestro de Jesús de Galíndez, raptado por agentes al servicio de Trujillo en New York, en el año 1956. Ni la CIA y el FBI juntos saben lo que realmente ocurrió, sencillamente porque fueron eliminados sistemáticamente figuras claves del hecho, y los muertos no hablan; a pesar de ello, algunos mitómanos han especulado demasiado, e incluso han narrado, cómo mataron al profesor-agente secreto Galíndez, con lujo de detalles.
Y no nos preguntemos acerca de cuántos historiadores dominicanos han visitado el África negra para investigar nuestras raíces, para poder comprender mejor, también, a nuestra hermana siamesa en el lado occidental de la isla. Si uno desea saber el por qué los negros haitianos tienen los pómulos más sobresalientes que los negros dominicanos, la respuesta que dan los historiadores, es que se trata de etnias diferentes, pero de ahí no pasan.
La información no sólo está en los Archivos de Indias de Sevilla, en España, donde sí han ido, a recabar datos.
Con los libros tan caros para nuestros sueldos promedios, y con una oferta tan limitada de títulos, lo raro es que todavía haya gente en el país con la afición de leer. De igual manera, si se acude al Internet, aparte de ser aquí más caro que en los EEUU, cada día tiene más publicidad, y no digamos nada de la pornografía. En lugar de hablar de la Era de la Información, sería más realista llamarla la Era de la Pornografía, ya que la porno es lo que más va a trascender de ese medio de medios, simplemente, porque esas son las imágenes que más se archivan y se graban, con mucha diferencia. El nivel está tan alto y las imágenes pornográficas influyen tanto, que los desfiles de modas en algunos países parecen shows pornográficos; y no digamos nada de la promoción artística, ya que algunas cantantes no se conforman con lucir alguna prenda sexy, ahora tienen que dejarse fotografiar sin ropa interior para llamar la atención, o hacer escenas lésbicas en público. Con los artistas de sexo masculino, sucede algo parecido, aunque se han quedado rezagados, con respecto a las mujeres.
Debido a que la gran mayoría de la gente navega en el Internet para entretenerse, y no para buscar algún tipo de información de tipo cultural, – y claro, como los jóvenes dominicanos no lo demandan, – la oferta de datos acerca del país es comparativamente escasa.
No es de extrañar pues, que la inmensa mayoría de la juventud universitaria, no sepa algo tan elemental como es el origen de los dos obeliscos del Malecón, y lo bueno es que tampoco le interesa; o que desconozca lo que es un diámetro, o ignore cómo escribir la palabra “despilfarro”, o el adjetivo “sofisticado”…
El resultado prototípico de toda nuestra cultura, la cual pone el énfasis en el goce y disfrute de la ida, en la holgazanería, y en ganar mucho dinero rápidamente, es lo que yo llamo el “colmadón-pitekus”. Este espécimen suele pasarse horas en el “colmadón” de la esquina. Esta clase de negocio ha ido adaptándose a los nuevos tiempos, y si bien antes en el “colmado”, – que todavía existen – , se detallaban productos alimenticios y se vendía ron y algo más de alcohol; ahora, en el “colmadón” se expenden más bebidas alcohólicas que comida, se escucha música a todo volumen, en especial, salsas, bachatas, reguetones, merengues, etcétera, y se puede ver en la pantalla del televisor, el juego más demandado de béisbol, simultáneamente, o cualquier otro programa de interés. Muchos “colmadones” tienen en qué sentarse, y se especializan también en “picaderas”, es decir, en aperitivos para complacer la clientela. En algunos hasta se baila un poco.
El “colmadón-pitekus” disfruta en sus muchas horas de ocio tomándose una “fría” (cerveza), y se entera de todos los chismes y se cree a pie juntillas todo lo que le cuentan oralmente, por medio a lo que se conoce popularmente como “radio-bemba”; y en cambio, pone en entredicho todo lo que se derive de la letra de molde, y si intenta leer algo en contadas ocasiones, lo hace mal y comprende muy poco. Él vive y disfruta en un espacio acústico de la “tribu del dios oído”, como yo publiqué hace un tiempo.
Por el contrario, pregúntenle algo de los jonrones que conectó el día anterior el pelotero de moda, y de sus promedios de bateo, de los mejores “colmadones” para tomarse una “fría”, de los últimos modelos de vehículos llegados al país, de la “jeva” (la joven) más atractiva del barrio, de quién trafica con droga y quién lava dinero, del último rumor político, de las letras de las canciones que más se escuchan, de las discotecas que están “in”, de las “picaderas” más baratas, de los moteles y playas…y notará la diferencia.
Su compañera no se queda atrás, y además de todo lo anterior, ella conoce los últimos detalles de las telenovelas, los chismes de la peluquería y del colmado, o con quién salen las presentadoras de TV, las modelos y las cantantes conocidas. Eso es lo que les divierte.
Todas esas actitudes las llevan a las universidades donde “estudian”, sin saber y sin pensar siquiera que el cerebro humano tiene sus limitaciones, en cuanto al acopio de información se refiere; esto implica que el porcentaje de la masa encefálica que le dejan libre a los estudios es insignificante, porque tienen el “disco duro” lleno de “chatarra”, o “trivia”, como dicen los estadounidenses, y así estamos.
No es de extrañar, entonces, que uno llame al “colmadón-pitekus” al mediodía, a su “colmadón” preferido, y le contesten: “Taco no takí, Taco tá kotao”.
(Traducción: “Taco no está aquí, Taco está acostado”)