Miami. Más que jugar al baloncesto, Derek Fischer ofreció en la noche del miércoles un “concierto” de amor por la familia y la profesión.
Fischer fue todo un profesional del baloncesto, aún cuando un pedazo de su alma estaba en un hospital neoyorquino luchando junto a su pequeña Tatum, de sólo 10 meses, que fue operada la víspera de un extraño cáncer, que mantiene atormentado al núcleo familiar.
Como por obra del destino, Fischer fue el héroe indiscutible del segundo triunfo de Jazz de Utah, éste por 127-117, sobre Warriors de Golden State, en el Energy Solutions Arena, por las semifinales de la Conferencia Oeste de la NBA.
Faltaban 3:18 minutos del tiempo reglamentario, cuando Fischer entró por Andrei Kirilenko. El desbordante público se sumó a su dolor, premiándolo con un fuerte aplauso que estremeció en lo más profundo al veterano de 32 años.
Pero su verdadero protagonismo estaba reservado para el inesperado tiempo extra, en el que ayudó en forma decisiva a la victoria de los Jazz frente a los Warriors, equipo con el cual mostró su valía en contiendas pasadas.
A poco más de un minuto para el fin de la prórroga, Fischer disparó desde la lejanía para marcar tres puntos que colocaron el marcador 123-117, que dejaba casi sin posibilidades a los visitantes.
Momentos después, nuevamente Fischer marcó dos tiros libres y sentenció el definitivo revés del Golden State, estupefacto ante el desempeño de sus rivales en los últimos cinco minutos del duelo.
“Ha sido una jornada inolvidable y muy emotiva”, admitió Fischer al término del trascendental partido, después de un día en el que tuvo que hacer causa común con la tristeza y la alegría.
Reconoció que en su vida nunca había tenido una jornada tan intensa y de emocionantes tan diversas.
“Mi niña ha tenido una reacción muy buena tras la operación. De ahí que mi esposa me pidió que viniera a cumplir con mi deber como jugador. Y me siento orgulloso de estar aquí con mis compañeros. Todo lo sucedido me ha dejado sin habla”, explicó el defensa organizador que ostenta los anillos de campeón de la NBA, ganados en 2000, 2001 y 2002 con los Ángeles Lakers.
Colocado en lista de jugadores en activo a pesar de que no pudo jugar en el choque anterior, Fischer agradeció el gesto de la dirección del plantel, encabezado por Jerry Sloan, el entrenador principal.
“Fue la expresión de estar a mi lado y de tenerme en cuenta en este momento tan difícil para mí y mi familia. No tenían por qué haberlo hecho al concederme el permiso. En realidad agradezco esa actitud”, expresó.
Pero Sloan, que elogió el desenvolvimiento de Fischer en el encuentro, entiende el dolor y el sufrimiento de su discípulo, porque él también lo sufrió en carne propia.
“Conozco lo que se sufre cuando enfrentas la enfermedad de un ser querido y tienes que responder como profesional”, dijo Sloan, quien perdió a su esposa víctima de un cáncer y no abandonó la dirección del equipo.