Freddy Beras Goico, a quien conozco sólo a través de la televisión, está convencido de que en este país una gran parte de los ciudadanos andan como chivos sin ley, haciendo cuanto esté a su alcance, irrespetando las leyes en presencia de los encargados de imponer el orden y otras bellaquerías.
Comentaba él, en su programa de televisión, que muchos conductores utilizan los túneles para transitar con vehículos cuya circulación por esas vías está prohibida. Puso como ejemplo una foto publicada por el periódico El Nacional en la cual una grúa transportaba una jipeta dañada a través del túnel de la avenida 27 de Febrero.
También se quejaba de que algunos conductores acostumbran a “comerse” la luz roja y transitar por vía contraria, como si nada, citando entre éstos a ciudadanos cuyas edades pasan los cincuenta años.
Lo que este esforzado y sensible comunicador de la televisión ha expuesto es una situación lamentable que se observa a diario. Son numerosos los vehículos que circulan por esas vías, a pesar que les está prohibido hacerlo.
Los chóferes de las voladoras que viajan desde la capital hacia el interior del país, especialmente hacia el Sur, y los que trabajan en la zona urbana, utilizan los túneles con frecuencia. Lo mismo ocurre con los motoristas.
En los primeros días que fue inaugurada esa importante vía, los agentes de Amet sorprendieron a muchos conductores en esas acciones ilegales, pero perdieron muy pronto la costumbre y se cansaron. Ahora, los conductores están por su cuenta.
Ciertamente, estamos en presencia de un comportamiento incivilizado. Son seres humanos con cerebros muy limitados que lamentablemente viven en un mundo moderno y globalizado.
El problema es que cuando los policías apresan a esos infractores (en eso coincido con Freddy) siempre aparece un padrino irresponsable que intercede por ellos. Esos padrinos (entre los que se cuentan militares, policías y funcionarios) son tan sinvergüenzas como los que cometen esas indelicadezas; son enemigos del orden y la civilización.
Peor aún. Por los túneles circulan chatarras que en ocasiones se dañan y originan entaponamientos. En los países donde se respetan las leyes esas cosas no ocurren.
Detrás del volante de cada vehículo involucrado en estas infracciones va sentado un conductor de mentalidad anormal. He visto conductores cruzar desde la vía marginal derecha de la avenida 27 de febrero, en dirección Oeste-Este, hacia la vía preferencial del Puente Juan Bosch, en la misma dirección. ¡Eso es una locura!
Y como muy bien afirma Freddy, existen conductores que se estacionan y transitan sobre las aceras, al extremo que los transeúntes tienen que recostarse de las verjas para evitar ser atropellados por esas bestias humanas.
Aquí se está desarrollando la costumbre del desorden. Y nadie actúa. No se respeta nada. Los conductores se estacionan en sitios prohibidos por la ley, detienen los vehículos para conversar en medio de la calle, hablan por los celulares mientras manejan, y otras diabluras sólo vistas en un mundo de imbéciles.
Podríamos decir que es un problema de aplicar la ley. No, el problema es de naturaleza humana y tecnológica. Se necesitan más policías, más equipos de comunicación, más vehículos rápidos y manos duras, para corregir esa conducta.
El país no puede continuar así, en ese desorden; se abusa de la decencia, de la democracia y de la tolerancia de nuestros gobernantes. También se requiere de un programa intensivo de educación a la ciudadanía a través de los medios de comunicación sobre el manejo de la conducta pública y el respeto a las leyes de tránsito.
Esa es una responsabilidad que debe ser compartida por todos los que nos preocupamos porque este país se adecente y mantenga el ritmo constante hacia el desarrollo sostenible. Todavía estamos a tiempo.