Así les dicen ahora a los funcionarios del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana: los quitagusto.
Durante el primer gobierno del PLD el pueblo los bautizó con otro nombre de lo más simpático y realista: los comesolos. Muchos no tuvieron que trabajar en la oposición. La acumulación de capitales en cuatro años desde el gobierno, los convirtió en prósperos empresarios.
Los comesolos volvieron al gobierno, ya no en chancletas, sino en vehículos de lujo y en helicópteros. Perdieron la compostura. Ya no exhiben humildad ni sensibilidad social. Ahora se les ve arrogantes, atropellantes, a toda velocidad por las calles con sus policías en motocicletas que detienen el tránsito para que ellos puedan continuar sin detenerse un segundo. Miles de agentes policiales y militares están asignados para proteger a los funcionarios gubernamentales.
No volvieron al Gobierno los pobres muchachos de los barrios y de los campos, aquellos que hacían rifas todas las semanas y que salían puerta por puerta a vender religiosamente, como Testigos de Jehová, el periodiquito Vanguardia del Pueblo. Ahora volvieron convertidos en "tutumpotes", como diría el gran ignorado profesor Juan Bosch.
Los comesolos han vuelto, con una voracidad que espanta. Han propiciado, en tres años, tres reformas fiscales. Lo han gravado todo.
Los impuestos tienen a los comerciantes y empresarios con el grito al cielo. Los productores de cerveza y de ron se quejan amargamente. Los productores agrícolas por igual. Muchas empresas han quebrado. Las empresas de zona franca muchas han cerrado y las que aún se mantienen han debido cancelar a miles de trabajadores y trabajadoras. Pese a la cháchara oficialista de que vamos bien, vamos de mal en peor.
Y la gente se pregunta, ¿dónde está el dinero de los impuestos? ¿Dónde están los nuevos hospitales, las nuevas escuelas, las viviendas para los pobres, las escuelas, las canchas deportivas, el desarrollo agrícola?
El dinero de la gente se va en la construcción del Metro, en campañas electorales, en viajes…
Y mientras los funcionarios y sus gentes gozan de seguridad máxima, a la población nadie la protege. La inseguridad ciudadana no es preocupación seria del gobierno. Es otro negocio.
Y encima de que nos roban, nos violan y nos matan, sin que las autoridades hagan nada, encima de que no hay un chele en la calle, de que nos está llevando el mismo Diablo, encima de que tenemos que pagar impuestos hasta por respirar y caminar, ahora los comesolos nos quieren quitar el derecho a coger gusto, aunque sea poco.
Para ocultar su incompetencia, el gobierno de los comesolos quiere quitarnos el gusto. Por eso ahora los llaman "los quita gusto". Resulta difícil beberse unas cervezas o un pote de ron. Primero las bebidas están muy caras. Pero cuando la gente quiere tomarse unos traguitos demás, vienen y cierran el bar o la discoteca antes de las doce de la noche, como si los borrachos fueran atracadores.
Usted ya no puede ir a un restaurante a cenar y tomarse en la sobremesa otra botella de vino o de lo que le de la gana porque llega la Policía a joder el parto y cierra el negocio.
Ya no se puede ir a un motel porque en cualquier momento llega la autoridad con fusiles y metrallas alborotándolo todo, dizque buscando atracadores y asesinos. Si no abres el portón son capaces de producir una tragedia.
En Santiago se han producido cientos de allanamientos en moteles en dos o tres meses. Como si las parejas que hacen el amor fueran asesinos, como si tuvieran derecho a incursionar en la intimidad de la gente, como si fuera delito tener sexo.
Quiere decir que los "moralistas" de pacotilla, más papitas que el Papa, pero que arrastran una cola mayor que la de un cometa, les quieren quitar la diversión a los dominicanos. Ya no se puede ir a una discoteca a bailar un buen merengue, una salsa o una bachata, ni beber si no es hasta la hora que arbitrariamente ha dispuesto el gobierno.
Cuando la fiesta se pone buena, cuando uno empieza a entonar, cuando uno se pone en salsa, llegan los quitagusto. Y ahí mismo se acaba todo. Se rompió la taza, cada uno para su casa. Como si no fuéramos ciudadanos libres de un país democrático.
Y lo que es peor, el colmo de los colmos, es que los quitagusto se quieren reelegir.