Analizando los últimos acontecimientos políticos en el país, tenemos la certeza de que ha llegado el momento de abocarnos a sincerizar nuestra democracia. Hacerla más participativa. Que no se limite solo a que cada cuatro años lleguen flautistas, emulando al de hameling, y nos encanten, primero como niños y después como ratones.
Con más de cuarenta años de democracia ininterrumpida, lo único que hemos hecho es involucionar social y políticamente. Grandes sectores de nuestra población viven en las mismas o peores condiciones de las que vivían cuando se fundó la república. El anhelo generalizado de nuestros jóvenes, profesionales o no, es el de desgaritarse del país. A cualquier parte. No importa.
Hemos llegado a un punto donde muchos de nuestros dirigentes políticos se auto descalifican cuando afirman que en la organización en la que militan solo hay una persona capaz de continuar una obra de gobierno. Dejando de lado, por insaciables apetitos personales, que no es la continuidad de un gobierno lo que hace grande a una nación, sino, la continuidad del estado.
Creemos que el momento que vive nuestro país no debe ser de exclusión. Hemos vivido por casi cinco décadas bajo regímenes de Democracias Personalistas Donde las grandes decisiones tomadas tienen el ocre sabor del artículo 55 de nuestra constitución.
La coyuntura actual es la de tomar grandes e importantes decisiones. Nunca, desde que se establecieron las primarias en nuestros partidos políticos, se había observado un despliegue de recursos como el que se vio en el pasado Congreso Electoral Prof. Juan Bosch. Esta es solo una muestra de lo dañina que es la reelección en sociedades como la nuestra, que carecen de instituciones fuertes. Donde la línea que divide el uso de la pecunia personal y la de los recursos del estado es casi imperceptible
Es hora de discutir con sinceridad un verdadero y amplio proyecto anti reeleccionista, anti personalista, anti mesías. Un proyecto que implemente las bases para comenzar a trabajar en un verdadero plan de desarrollo de nuestra nación, donde incidan todos los estamentos que componen nuestra sociedad. Concentrarnos en los que nos une y no en lo que siempre nos ha mantenido a todos enfrentados. Odiándonos y temiéndonos unos a otros sin saber ni siquiera porqué.
Mientras cada organización política de nuestro país se concentre en un mini proyecto de carácter individual, donde solo tienen cabida sus parciales y sigan torpedeando los que hacen las demás instituciones, viviremos caminando de lado o para atrás como el cangrejo.
Tenemos que abocarnos a definir un programa de desarrollo integral para los próximos veinte años, independientemente de quien esté gobernando. Acordar que en los próximos y subsiguientes torneos electorales, el candidato ganador del primer lugar se le adjudique la presidencia de la república y el que quedara en segundo lugar obtenga, automáticamente, la vicepresidencia.
Con el acuerdo de que el 50 % de los puestos de trabajo de una administración pública, reducida y más eficiente, sean manejados por el partido que ganó la presidencia, 30% para el segundo lugar y un 20% repartido proporcionalmente para los demás partidos participantes en el proyecto, siempre que hayan sacado un mínimo del 10% de los votos emitidos. Los partidos que no obtengan el 10% de la votación, no tienen razón de existir y en consecuencia, perderían su estatus aunque hayan participado unidos a otros partidos.
Creemos con toda sinceridad que hay que darle un viraje de ciento ochenta grados al patrón político social que hemos venido usando desde que comenzamos a caminar este trecho democrático. Debemos invertir más en salud y educación y menos en propaganda.
Tenemos todos que tomar las riendas de nuestro futuro. No podemos seguir dejándolo en las manos de aquellos que bajo las sombras, a lo único que se han dedicado es a conspirar contra la patria, a traicionar el pensamiento de nuestros patricios. Pareciera que estas palabras de Juan Pablo Duarte fueron dichas en estos tiempos; Nunca me fue tan necesario como hoy tener salud, corazón y Juicio, hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la patria
No hay alternativas. Este pueblo está dando muestras sobradas de que está cansado de promesas incumplidas, de deudas sociales no satisfechas, acumuladas por años. Es imperativo comenzar a pagar esas deudas. No esperemos a que ese pueblo se decida cobrarlas compulsivamente, con réditos, sería catastrófico.
Carlos McCoy
Mayo, 2007