Con motivo de unas Jornadas sobre menores y drogas, la Asociación Proyecto Hombre, nos ha participado a la opinión pública unos datos verdaderamente escalofriantes, que demuestran la continua evolución del fenómeno de las adicciones. Tampoco es que nos coja de sorpresa, puesto que los estilos alocados de vida actual, tienen que pasar factura. Ya la están pasando. Advierte, la citada Asociación, sobre la creciente presencia de familiares de menores que acuden a sus centros preocupados por el comportamiento de sus hijos y con la sospecha que se están iniciando en el consumo de drogas. Insisten que son jóvenes que son capaces de parcializar su vida, de manera que compatibilizan el consumo de drogas con el mantenimiento de áreas de su vida con una cierta estructura familiar. La popularización de las drogas –según Proyecto Hombre- causa en los menores una baja percepción del riesgo, que se traduce en un aumento cada vez mayor. La percepción de las drogas entre los adolescentes es tan baja que apenas infravaloran sus consecuencias negativas.
En Proyecto Hombre han constatado que el abuso de drogas entre los adolescentes ocurre muy frecuentemente asociado a otro tipo de problemas, como pueden ser dificultades escolares, escaso funcionamiento familiar, trastornos psicopatológicos, desórdenes conductuales, así como conductas violentas y/o delictivas. A través de la experiencia acumulada por la Asociación en sus diferentes propuestas asistenciales y de prevención verificaron la necesidad de abordar los factores de riesgo, ya que estos son la punta del iceberg del consumo de drogas y generadoras de los procesos adictivos. En cualquier caso, pienso que este incremento del mercado y del consumo de drogas, demuestra que vivimos en un mundo con pocas luces, carente de propuestas humanas y valores. Como consecuencia de ello, numerosos adolescentes ya no distinguen el bien del mal. Así de claro.
Estamos, pues, ante un problema social en el que las distintas administraciones y colectivos educativos, han de trabajar en conjunto. La actuación debe ser contundente. Hay que ofrecer a los jóvenes y a las familias motivos concretos de esperanza y ayudarles eficazmente en las dificultades de cada día. El fenómeno de la droga es un cáncer, que tiene curación pero que no se ataja de raíz. A veces falla la familia, otras veces los sistemas educativos, que a lo sumo informan del problema pero apenas forman a la persona para ser ella misma, e incluso la misma sociedad que dice: “vida sí, drogas no”, luego hace la vista larga.
Está visto que la droga te la encuentras en cualquier esquina y muy pocas personas lo denuncian. La pasividad social es un hecho, hasta que no te “toca” en un ser querido. Tras este mundo de segadores de vidas humanas, hay una delincuencia comercial y financiera que supera todas las corrupciones habidas y por haber. Hay que destruir el negocio antes que nos autodestruyan a los jóvenes. Hacen falta solidarios por la vida que eduquen y reeduquen. No es necesario pasar oposición alguna, ni mérito ni capacidad, sólo dar vida de la que nos sobra a los que se la han robado. Por desgracia, cada día son más los adolescentes que están abandonados a su suerte, sin hogar estable, ni una mano que les oriente a cambiar de vida, a forjar su voluntad. Proyecto Hombre es una salida a la esperanza, pero todos podemos (y debemos) abrir puertas a la luz.