SAN FRANCISCO, Estados Unidos, 18 may (IPS) – Un paramédico del ejército de Estados Unidos que se negó a portar su arma en Iraq y luego escapó de una base en Alemania, volvió a su hogar en Los Angeles esta semana, tras pasar seis meses en una prisión militar.
Agustín Aguayo, de 31 años, nació en México y creció en el sur del estado estadounidense de California. Luego de graduarse de la escuela secundaria, se casó y tuvo gemelas.
Aguayo relató a IPS que se unió al ejército en noviembre de 2002 mientras trabajaba de noche en un banco para mantener a su familia, y asistía a una facultad comunitaria durante el día.
"Trabajaba de noche cuando oí un anuncio en la radio de la Guardia Nacional, y eso sembró la primera semilla en mi cabeza: trabaje dos semanas al año, un fin de semana al mes, gane dinero extra, sirva a su país. Eso era exactamente lo que necesitaba", dijo.
Así que Aguayo se dirigió a una oficina local de reclutamiento del ejército. Estados Unidos ya había derrocado al movimiento islamista Talibán en Afganistán (octubre de 2001) y el presidente George W. Bush hablaba de una guerra con Iraq, que se concretó con la invasión de marzo de 2003.
Aguayo señaló que el reclutador restó importancia a los peligros de ser enviado al frente con el ejército.
"Era un veterano de la primera Guerra del Golfo (1991) y compartió su experiencia conmigo. Dijo que serían apenas cuatro meses, y que no estaba mal. También dijo que más que nada se dedicó a leer", recordó Aguayo.
Sin embargo, la emoción de Aguayo comenzó a menguar una vez que comenzó el entrenamiento básico. Se sintió perturbado por los cánticos del campamento militar, como "izquierda, derecha, izquierda, derecha, maten" y, aunque se había alistado como auxiliar médico, se dio cuenta de que tendría que portar un arma y dispararla contra otros seres humanos cuando fuera necesario.
Ese sentimiento de malestar se intensificó luego de que su unidad recibió órdenes de desplegarse en Iraq. Antes de partir hacia Tikrit, el pueblo natal del ex presidente Saddam Hussein (1979-2003, ejecutado en 2006), realizaron ejercicios de entrenamiento en Alemania.
"Dábamos vueltas en convoyes por los bosques de Alemania en un área de entrenamiento, constantemente aparecían objetivos y les disparábamos desde la ventana. Hacíamos esto día tras día, por la noche. Yo era parte de un batallón de infantería. En ese punto me quedó claro que en el ejército de hoy un paramédico no es solamente alguien que ayuda a las personas; es un soldado de infantería, un hombre armado que tiene algunas habilidades médicas", dijo.
Para el momento en que Aguayo llegó a Tikrit, ya había pedido la baja en calidad de objetor de conciencia. Dijo que se dio cuenta de que no podría matar a nadie y salió en una patrulla a cumplir con una guardia sin cargar su arma.
"Parecía como si todo el objeto de esos recorridos fuera simplemente comenzar un tiroteo. Es como un círculo vicioso que continúa. Estamos allí porque hay conflicto, y hay conflicto porque estamos allí. Es un ciclo sin fin", opinó.
Aguayo dijo a IPS que lo que vio en Iraq fortaleció su oposición a matar y a la guerra.
"Una vez estábamos conduciendo por la ciudad, estableciendo puestos de control, y escuchamos una explosión, así que fuimos a ver qué ocurría. Un vehículo de la policía iraquí había sido atacado. Mi unidad se quedó atrás y pude ver personas heridas a la distancia", evocó.
"Me pareció extraño que permaneciéramos lejos. No podía comprender por qué estábamos parados allí, por qué no podíamos ayudar a las personas. Solamente podíamos ayudarlas cuando las heríamos nosotros", explicó.
Aguayo sobrellevó su estadía en el frente y regresó a Alemania. Luego supo que el ejército le había negado el estatus de objetor de conciencia y decidido enviar su unidad de regreso a Iraq.
Pero Aguayo no pudo soportar la idea de ir a Iraq por segunda vez. Así que corrió, escapando por una ventana de su base en Alemania. Unas semanas después se entregó en Fort Irwin, California, con la esperanza de recibir un tratamiento más benévolo.
El ejército le puso grilletes, lo recluyó en confinamiento solitario y lo hizo volar de regreso a Alemania para someterlo a juicio. Acabó cumpliendo una condena de seis meses en una prisión militar.
"Fue un momento conmocionante. Nunca me había metido en problemas de ninguna clase. Pero también fue un momento de paz en el que pude reflexionar, y estoy realmente en paz porque finalmente tengo aquello que quise durante mucho tiempo. Quise ser separado del ejército porque moralmente no podía seguir por este camino", señaló.
Luego de ser liberado, en una gira por California se le unieron otros tres objetores de conciencia: Pablo Paredes, Camilo Mejía y Robert Zavala.
Mejía fue uno de los primeros veteranos de Iraq en negarse a regresar al frente y estuvo casi nueve meses en prisión por su posición contra la guerra.
Paredes se negó a embarcarse a Iraq desde la Estación Naval de San Diego en 2005. Ahora es consejero sobre los derechos de los soldados estadounidenses y activista contra los reclutamientos.
Zavala es un infante de marina a quien hace poco un juez federal concedió la baja en calidad de objetor de conciencia, tras pelear por casi cuatro años para ser reconocido como tal.
Como Aguayo, Mejía, Paredes y Zabala son de origen latinoamericano.
"La evidencia es tan clara que hay mucha resistencia de los latinos, en parte porque fuimos desproporcionadamente destinados a tareas de alto riesgo: roles de combate, de infantería. Ocupamos un porcentaje muy pequeño de los puestos de elite, como los oficiales y los Ángeles Azules (un escuadrón de la aviación naval). Representamos apenas cuatro por ciento del cuerpo de oficiales, pero cuando comenzó la invasión éramos 20 por ciento de la infantería", dijo Paredes a IPS.
"Así que, cuando se trata de cuestionar, la población de latinos es la que sabe realmente lo que es la guerra", dijo.(FIN/2007)