En la ruta de mi vida he admirado profundamente la labor y los aportes que en diversas vertientes han protagonizado muchas personas. Mencionarlas en su totalidad sería por lo menos digno de un trabajo enciclopédico, con el consiguiente peligro que omisión por el indisciplinado y traicionero ejercicio retentivo de mi limitada memoria. No quiero abusar de la capacidad de tolerancia de los amables lectores, mas, con el permiso de ustedes y cercenando la misericordia memorial me gustaría recordar, a modo de homenaje, algunos que se convirtieron en mis favoritos desde mis años infantiles y adolescentes, esencialmente, y que ya, por desgracia, no deleitan con su talento y habilidades a sus seguidores.
La muerte, esa ley de vida que tan difícil de aceptar se nos hace, nos roba incluso la noción de objetividad porque llegamos a considerar que las personas que amamos y apreciamos nunca deberían morir.
Pero morir es tan fácil que simplemente tenemos que acostumbrarnos a que la vida terrenal es un regalo pasajero. Hay una o dos maneras de ser concebido y nacer, pero existen mil formas de morir (con el infortunio de que sus ingresos metodológicos y sus mecanismos se multiplican con pasmosa velocidad).
No podemos vencer la muerte como culminación de la vida.
Ahora bien, la muerte total sí podemos enfrentarla y con bastantes probabilidades de triunfo. Y hablo de muerte total por así referirme no sólo a la desaparición física, sino al destierro del recuerdo y el ejemplo, cuando el caso lo amerite, de lo que significó la existencia de esas personas que tanto nos legaron para facilitar nuestros pasos por este mundo.
Olvidar puede ser, a veces, una forma inadvertida de traición, desagradecimiento e insensatez, que no siempre asunto de carencia de concentración o retención fotográfica de los actores y sus aportes.
A diario vemos las esquelas mortuorias y las reseñas sobre el deceso de grandes personalidades, en unas ocasiones sin inmutarnos y en otras, las más, con un dejo de asombro entremezclado con desconcierto y tristeza por el difunto mismo y por sus deudos.
Reconozco que morir por una causa positiva dignifica y que la parca puede lleva a la gloria póstuma a quienes en vida nunca recibieron un trato acorde con lo que representaron. Es algo así como vivir después de haber muerto.
En cambio, vivir en falsedad es una indigna manera de morir y, a la vez, escamotear el lugar de otros de los que viven sumando méritos, pero que la falta de padrinazgo impide proyectar, resplandecer y colocar en su justo peldaño.
La pleitesía por el éxito masificado, aunque engrandezca y eleve al infinito a usurpadores del talento, es tan efímera como el aplauso mecánico de los fieles a la espeluznante ausencia de sinceridad que tanto abunda en ciertos ambientes. Así se confunden penosamente aquellos que reciben como genuinos los míseros tributos del inmerecimiento.
Por eso, creo que mi admiración es justificada, porque se instaló en literatos, políticos, comunicadores, artistas y deportistas, entre otros, que, sin proponérselo sembraron la simiente para que muchos, como en mi caso, pudiésemos valorar el sacrificio, la entrega y la sinceridad cuando se asume una carrera u oficio para recibir aprobación y respeto de los demás en buena lid. Ellos dejaron imborrables huellas en mi humilde vida y en miles de admiradores más.
Vayan, desde mi corazón, un estruendoso aplauso y una lágrima siempre presente por no tenerlos todavía entre los vivos para mis compatriotas Juan Bosch, Pedro Mir, Domingo Moreno Jiménez, Domingo Moreno Martínez, Flérida de Nolasco, Manuel Simó, Casandra Damirón, Milton Peláez, Julio César Matías (Pololo), Juan Lockward, Luis Alberti, Julio Alberto Hernández, Alberto Beltrán, Tavito Vásquez, Bienvenido Brens, Moisés Zouain, Jesús Torres Tejeda, Pablo Jerez, Narciso González (Narcisazo), Kilvio Fernández, Billo Frómeta, Angel Miro Andujar (Catarey), Orlando Martínez. Gregorio García Castro, James Rodríguez, Manny Espinal, Jorge Martínez Lavandier, Emil Kasse Acta, Piky Lora, Frank Armánzar, Fausto (Ceja) Rodríguez, Carlos (Teo) Cruz, Pedro Julio Nolasco, Silvano Lora, Rafael Colón, Héctor de León, Elena Ramírez, Raffy Rosa, Bertico Sosa…
Asimismo, yendo para otras latitudes, lleguen mi respeto y admiración perennes a Celia Cruz, Pedro Flores, Roberto Clemente, Doménico Modugno, Oscar Anderle, Cecilia, Nino Bravo, Jorge Luis Borges, Tito Rodríguez, Daniel Santos, Rafael Cortijo, Tite Curet Alonso, Compay Segundo, Leo Marini, Tito Puente, Ray Barretto, Pete (El Conde) Rodríguez, Héctor Casanova, Alfredo Gil, John Lennon, Mario Moreno (Cantinflas), Rocío Durcal, Rocío Jurado, Barbarito Díez, Toña La Negra, Raúl Julia…
No se sorprendan de que abunden los artistas en este listado, que no abarca la generalidad de las personas cuyo talento y aporte he admirado y admiraré hasta el último segundo de mi vida cuando no dejaré de hacerlo sino que tendré la oportunidad de localizarlos dondequiera que hayan elegido domicilio eterno.
Confieso que cuando esos seres tan especiales partieron sentí como si un pedazo de mi alma se arrancó para seguirlos adonde hayan ido, añorando disfrutar de aquellos talentosos congéneres por siempre.
Es que morir es tan fácil y olvidar a quienes apreciamos con humildad es algo que raya en lo imposible cuando quedamos marcados en el alma por el talento y los aportes de cada una de las personas que nos ayudaron a incrementar nuestra sensibilidad y a percibir que el mundo es mucho mejor cuando se utiliza para permitirnos soñar.
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